El Espíritu de San Miguel
Este ensayo quiere ayudar modestamente nuestra reflexión. Esta presentación muy esquematizada es el resumen de estudios llevados a cabo por los R.P. Mieyáa, Duvignau. Mirande, Mateo.... Cae de su peso que una síntesis de este tipo, siempre delicada, es perfectible y queda en esbozo....
Cada uno de nosotros, cada comunidad ha de preguntarse cómo vive hoy, en lo concreto de la vida, ese espíritu de San Miguel.
I.- La vida religiosa en la Iglesia, según Vaticano II
Para la "renovación adaptada" de la Vida Religiosa, el Concilio pide:
1) La vuelta a las fuentes
2) "Una adaptación a las nuevas condiciones de existencia" (PC 2)
A. Vuelta al Evangelio,
a) El Concilio.- "Ya que la norma últirna de la vida religiosa se cifra en seguir a Cristo, allí se ha de buscar la regla suprema de todos los Institutos".
El Evangelio es nuestra regla suprema y quizá lo hemos olvidado.
El Concilio insiste: "Tengan presente que las mejores adaptaciones a las exigencias de nuestro tiempo sólo darán resultado mediante una renovación espiritual".
b) San Miguel decía.- "Jesucristo es la regla de toda regla" (D. Esp. 163). "Imitemos a Jesucristo. Fuera de El no hay virtud cristiana. Es nuestra regla en todo, es la regla de todos. Todos deben parecerse a El. Es la regla que se ha de tener siempre ante los ojos" (D. Esp. 176)
Se puede cotejar este texto con el del Concilio: "La vida religiosa pretende imitar de más de cerca y representa continuamente en la Iglesia esa forma de vida que el Hijo de Dios asumió al entrar en el mundo para hacer la voluntad del Padre y que propuso a los discípulos que lo seguirían". (LG 44).
B. Lugar de la vida religiosa en la Iglesia
La Iglesia es el pueblo de Dios, y en ese pueblo Dios elige las vías y caminos de cada uno ( [Cor. 12, 4w?). Suscita en su pueblo formas de vida cristiana diferentes que expresan una respuesta a
un don y una llamada particulares.
La vida religiosa es esa forma de vida cristiana vinculada con la profesión de consejos evangélicos, que Dios suscita en su Iglesia como un signo.
Signo de lo absoluto de Dios.
Signo de vida evangélica.
Signo de Amor.
"Los llamados por Dios a la práctica de los consejos evangélicos de que hacen fielmente profesión, se consagran al Señor de un modo particular" (PC I).
"Por los votos u otros compromisos, el fiel de Cristo se obliga a la práctica de los tres consejos evangélicos. Se entrega así totalmente a Dios, amado por sobre todo, para entregarse al servicio del Señor por título nuevo y particular.
Ya el bautismo lo había hecho morir al pecado y consagrado a Dios pero, a fin de recoger con mayor abundancia los frutos de la gracia bautismal, quiere por la profesión de los consejos evangélicos emitidos en la Iglesia... consagrarse más íntimamente al servicio divino" (LG 44).
La vida religiosa aspira a la más visible imitación de la vida de las primeras comunidades evangélicas y especialmente de la vida de los doce.
Al igual que para los primeros discípulos de Jesús, se trata de que el religioso escuche ante todo la Palabra de Dios e imite su vida: "Ve, vende, da, ven, ama, sígueme".
Entonces la vida religiosa se torna SIGNO, PRESENCIA, viviente profesión de fe en Jesucristo". (LG 44, 46).
"Los religiosos están llamados a manifestar que no se puede transfigurar y ofrecer el Mundo a Dios sin el espíritu de las bienaventuranzas" (LG 3 1 )
C. Entre los Institutos de la vid religiosa, se distinguen los Instituto íntegramente dedicados a la Contemplación y los Institutos de vida apostólica. El virtud de la voluntad de nuestro Fundador, y en esto no cabe la menor duda, somos un instituto de vida apostólica.
a) El Concilio:
En los Institutos de vida apostólica la acción apostólica pertenece a la naturaleza misma de la vida religiosa. Por lo tanto; toda la vida religiosa de sus miembros ha de estar impregnada de espíritu apostólico y toda la acción apostólica ha de estar animada por el espíritu religioso" (PC 8)
b) No era otro el lenguaje de San Miguel. Hasta se trata de una idea que le en sumamente cara:
"No se ha de separar la santificación del prójimo de nuestra santificación estos dos objetivos se determinan recíprocamente y así constituyen el fin adecuado y perfecto de nuestra Sociedad" (MS 338).
Empezar por santificamos. Empezar santificándonos por estar en condiciones de santificar a los otros. Luego, nos esforzamos en santificar a los otros para acabar de santificarnos a nosotros mismos. Así, los dos fines de la vida apostólica deben ayudarse mutuamente.
"En qué consiste la vida apostólica?"
consiste en esto : que Dios sea conocido, amado y servido, tanto por nosotros cuanto por el prójimo. Los apóstoles fueron llamados para ambas finalidades. Es el fin de nuestra Sociedad. Nuestro fin, como el fin de la vida apostólica "reúne estas dos cosas inseparablemente" (MS 343).
La vida religiosa apareció siempre a San Miguel como medio ideal para sostener el empuje misionero tomándola en la fuente del impulso del Sagrado Corazón hacia su Padre y los hombres que debía salvar.
La ascensión espiritual de San Miguel aparece constituida, por decirlo así, por doble movimiento: de su acción apostólica que lo impulsa hacia una vida religiosa y espiritual más intensa, y de su vida religiosa que lo conduce al dinamismo apostólico.
Quiere lanzar a su pequeña sociedad hacia ese doble movimiento. Quiere que sus discípulos se comprometan por la profesión religiosa (recuérdense todas las dificultades que se le pusieron, sobre todo por parte del obispo) y que encuentran en esa consagración religiosa la fuente de una intensa vida apostólica a fin de ser - para los hombres y la Iglesia - auxiliares del Sagrado Corazón, de quien irritan y continúan el afán apostólico y misionero.
Efectivamente la caridad lleva a cabo la unión profunda de la vida apostólica y la vida religiosa. (P.C. 7,8)
La vida religiosa, tal como la llevó y propuso San Miguel, es ante todo, una escuela de caridad hacia el Padre. (D.S. 110) "que tiene su modelo particular en el Sagrado Corazón diciendo a su Padre : "Aqui estoy", venido para traer a los hombres el fuego del amor.
Nuestra vida apostólica consiste igualmente en comprometerse en el amor de Cristo hacia su Padre y los hombres en desplegar inmensa caridad hacia nuestros hermanos.
II. - La familia religiosa fundada por San Miguel
1) Diversas familias religiosas en la Iglesia.
En el decurso de la historia de la Iglesia. la vida religiosa aparece como un conjunto de acciones providenciales del Espíritu que anima a su Iglesia.
El Espíritu Santo suscita en el seno del Pueblo de Dios las diversas familias, es EL quien les asigna, a través de su fundador, lugar y misión en la Iglesia.
"Como un árbol que se ramifica de modos admirables y múltiples en el campo del Señor, a partir de un germen sembrado por Dios, así nacieron y se desarrollaron las diversas familias religiosas. (L.G. 43)
2) Cuál es la inspiración espiritual que guió a San Miguel en la fundación de su familia religiosa que creía manifiestamente querida por Dios?
"No obstante su profunda humildad, el P. Garicoits creía en una obra de especial creación, dotada de objetivo, organización; espíritu, medios propios, Creía que el Dios de los pequeños y pobres lo había elegido para ese fin... y que le había dicho: "Ve a fundar en mi Iglesia un nuevo Instituto. Tiene su razón de ser". (Etchecopar. Circular 10-2-88).
¿Su intuición fundamental ?
Oh! ¡Si pudiera reunir una sociedad de sacerdotes que tuvieran como programa el programa del Corazón de Jesús!!! Esos sacerdotes serían un cuerpo volante de soldados en todo lugar donde se los (D.S.43).
San Miguel ve a ese cuerpo de orientación esencialmente animado por el mismo impulso que induce al Sagrado Corazón a ofrecerse a Su Padre en el anhelo del ESTOY para la salvación de las almas.
Muy pronto, San Miguel abrió la Congregación a los Hermanos Coadjutores quienes cuidó con esmero. "Amigos, decía, han de convencerse de que son religiosos, Hermanos." (Bourdenne, pág, 114).
Padres y Hermanos deben confraternizar en sus comunidades sin "retroceder ante ningún sacrificio, ningún esfuerzo, para responder al ardiente deseo de nuestro Señor: SEAN UNO. (M.S. 358).
San Miguel, si bien no pudo dar a su Congregación reglas firmes, por lo menos quiso infundirle un espíritu, y lo consiguió.
III.- El Espíritu Betharramita .
¿Cuál es el espíritu propio de nuestra Congregación?
San Miguel lo declara con firmeza:
"El Espíritu de nuestro estado es el espíritu del Corazón de Jesús tan bien expresado por esta palabra: "AQUÍ ESTOY, DIOS MIO" (Ms. Nº 1134), "aquí estoy, Dios mío, dame ese espíritu de tu divino Hijo N.S.".
Del AQUI ESTOY mana las disposiciones que caracterizan a los betharramitas, a irritación de Cristo al entrar en el mundo ofreciéndose a su Padre. Según San Miguel es el espíritu propio que ha de caracterizar a la Congregación.
Al principio del Sumario de los Jesuitas, que había adoptado, San Miguel había ya estampado en 1838, una magnífica declaración que empieza por estas palabras: "A Dios le plugo hacerse amar". El P. Duvignau lo llamó "el manifiesto del fundador", y no dudó en afirmar que cuanto, luego, el P. Garicoits escribió o enseñó parece ser comentario de ese texto fundamental.
"Ante ese prodigioso espectáculo, los Sacerdotes de Betharram se han sentido llevados a sacrificarse para imitar a Jesucristo anonadado y obediente, y para dedicarse por entero a procurar a
los otros la misma felicidad, bajo la protección de María siempre dispuesta a cuanto quisiera Dios y siempre sumisa a toda disposición de Dios".
San Miguel ve y quiere que la vida del betharramita esté unida con título especial, al impulso del Verbo Encarnado. Impulso interior que el P. Garicoits quiere "SIN DEMORA, SIN RESERVA, SIN ARREPENTIMIENTO, POR AMOR" a imitación del anhelo del Sagrado Corazón.
¡Oh! ¡Qué hermosa disposición la de estar enteramente a la disposición de su Dios!"
Un betharramita ha de vivir en perpetuo estado de ofrenda, no sólo disponible, sino DEDICADO, CONSAGRADO ABANDONADO. Ese espíritu propio se alimenta con los sentimientos encerrados en ese primer acto del Sagrado Corazón de Jesús: AQUI ESTOY. (M.S. 73).
Procediendo según su costumbre por preguntas y respuestas, San Miguel pregunta:
"¿Por qué nuestra Sociedad lleva el nombre de SOCIEDAD DE SACERDOTES DEL SAGRADO CORAZON DE JESUS?
1º Por estar especialmente unida a este divino Corazón diciendo a su Padre: AQUI ESTOY, con la intención particular de ser sus cooperadores en la salvación de las almas".
2° Porque profesa imitar la vida de Nuestro Señor de un modo peculiar y propio, pues prepara a sus miembros para vivir en gran unión de caridad entre ellos, a ejemplo de los discípulos de Jesucristo; prepara á parecerse a ese divino Salvador principalmente en su obediencia al Padre y en su celo por
la salvación de las almas". (Ms. 988).
El espíritu betharramita ha de ser pues:
1º Un espíritu de total donación al Absoluto de Dios. Un espíritu "esencialmente religioso", decía San Miguel.
Este espíritu descansa en la convicción de cuánto debemos a Dios y nos consagramos por enteró a su servicio. No es pues de extrañar que los grandes betharramitas (el P. Garicoits, los PP. Etcheccpar, Estrate, Roy, Paillas, Buzy...) hayan sido hombres de oración, grandes orantes. Hay que conservar esa tradición.
De ese espíritu fluye el culto de San Miguel hacia la VOLUNTAD DE DIOS: "AQUI ESTOY PARA CUMPLIR TU VOLUNTAD", voluntad que es voluntad de Salvación y redención.
De ese culto a la voluntad de Dios deriva la insistencia de San Miguel en la obediencia betharramita que deseaba fuera generosa, filial, como consecuencia del amor.
2° Un espíritu de disponibilidad y de abnegación al servicio de la Iglesia.
Un betharramita debería vivir en perpetuo estado de ofrenda, para quien la cuestión del don de sí ni siquiera se plantea: '"Aquí estoy, sin demora, sin reserva, sin arrepentimiento". San Miguel quería formar hombres "que parten a la primera señal".
"Se ha intentado, escribía, presentar al obispo sacerdotes enteramente dispuestos para todos los cargos que quisiera confiamos, enteramente obedientes, siempre listos para decir: AQUI ESTOY! Es el carácter propio del betharramita".
El objetivo de nuestra Sociedad es formar hombres listos y muy dispuestos a ejercer santamente los ministerios que el obispo o el superior les confiare. Por lo tanto el fin de la Sociedad es dar a luz y formar ministros tan perfectos que a la primera señal de la voluntad del obispo o del superior, se los pueda elegir para trabajar en la salvación de las almas". (M.S. 339)
Ya que su fin esencial es trabajar en el. campo de la Iglesia, los sacerdotes del Sagrado Corazón deben abandonarse entre las manos del Ordinario como los apóstoles entre las manos de N. Señor.
Su espíritu debe ser sencillamente el espíritu de la Iglesia." (Const. de 1876)
Ciertos números de factores históricos han determinado "esa disponibilidad al servicio de la Iglesia" en tiempos del P. Garicoits y más tarde: MISIONES PARROQUIALES, EDUCACION DE LA JUVENTUD... sin encerrarse de entrada en una obra en particular.
En la elección de las obras, en el afán de disponibilidad al servicio de la Iglesia, lo importante se cifra en conservar el espíritu de total abnegación del P. Garicoits.
Si queremos permanecer fieles a ese espíritu necesitamos:
3° Un espíritu de sencillez y humildad
(San Miguel nunca temió la palabra, ni la cosa)
"Dios, escribía, pide instrumentos despojados de todo, sobre todo de sí mismos, y totalmente abandonados en su corazón, a. la acción del Espíritu Santo".
Dos palabras que San Miguel gustaba repetir y que no separaba: "discreto y abnegado" (En su correspondencia el P. Etchecopar insiste mucho en estas dos virtudes)
Se complacía en insistir en nuestro carácter de auxiliares (y durante cierto tiempo llevamos, ese nombre) e instrumentos. Ni siquiera queda que nos preocupáramos por el éxito: "Se ha trabajar en la obra de Dios gozosa y animosamente, uno y otro día, sin pensar en el éxito del día siguiente."
Y cuando hayamos llenado todas nuestras obligaciones, se nos invita a decir desde lo íntimo del corazón: "Somos simples servidores". Es el clima de la ENCARNACION; debe ser también el nuestro."
Conclusión
El itinerario espiritual del Padre Garicoits lo llevó a maravillarse en la contemplación:
Jesús, en esa actitud de anhelo, de disponibilidad y amor, lleva un nombre; para el Padre Garicoits se torna el SAGRADO CORAZON.
Y la experiencia espiritual y apostólica del Padre Garicoits le hace descubrir que la voluntad de Dios, pasión de su Corazón, es salvar a todos los hombres manifestándoles su amor, en la persona de su Hijo, Jesús."
Queremos curar al mundo y curamos a nosotros mismos? Hagamos ver a Dios y su AMOR de Padre en todo."
Pero, ¿quién hace ver a Dios y su AMOR de Padre mejor que Jesús, el Hijo, "rostro del Padre entre nosotros", "amor del Padre al alcance de nuestra mano y nuestro corazón?"
Y entonces, QUIEN PODRIR AGUANTAR?.
Es el grito del Padre Garicoits.
Los Padres de Betharram nacieron de ese embeleso: "Oh, si pudiera reunir una Sociedad de sacerdotes... !!!"
Y así párrocos del Bearne y Vasconia se agrupan uno después de otro, en torno del P. Garicoits. Pequeña Comunidad de hombres rudos con corazón de fuego. Ya que "esa escarcha asoló a los pueblos y campos, irán por doquier para llevar la llama: DIOS ES PADRE. DIOS ES AMOR, DIOS ES TODO PARA EL HOMBRE.
Se dedicarán a empresas varias respondiendo a los llamados del mundo de su tiempo.
Podrán variar las obras, pero las llenará un alma común, un mismo espíritu. Ese mismo espíritu debe animarnos hoy.
NEF . Nº 317 . octubre, 1980