Espiritualidad de San Miguel

En la Iglesia, los fundadores de órdenes son maestros espirituales. Con la llegada de San Benito, las almas abrazaron la espiritualidad benedictina; con San Francisco de Asís, la espiritualidad franciscana; con Santo Domingo. la espiritualidad dominicana j con San Ignacio, la espiritualidad ignaciana; y con San Francisco de Sales, la espiritualidad salesiana.

Con la sociedad del Sagrado Corazón, San Miguel se coloca entre los fundadores.

¿Tiene su espiritualidad?

La pregunta hubiera ofuscado al M.R.P. Etchecopar. Hablaba de él sin tregua. Quería a cualquier precio darlo a conocer y apreciar su mérito, que -según él- era grande. Esperaba obtener su consagración por la Santa Sede.

¿De qué trata, pues?

Como ciencia, la espiritualidad es esa parte de la teología que estudia los principios de la perfección cristiana y su aplicación a la vida de todos los días. Entonces se conviene en un arte: el arte cristiano por excelencia, ya que es la imitación de Jesucristo. Quien dice espiritualidad dice - estilo de vida cristiana; el Verbo encarnado es su modelo incomparable; el santo más grande apenas si se le acerca. y el más resplandeciente es, junto a El, una sombra.

Toda espiritualidad no se justifica sino por referencia a Cristo. Nadie, si se pretende cristiano, puede rechazar algo de Cristo. Pero en un santo determinado, tal virtud cristiana podrá ser objeto de un llamado o de un favor particular.

San Benito, atraído por la vida contemplativa, lee el Evangelio. Descubre en él la consigna de Jesús: "Es preciso orar siempre". Y ve ahí al 'Salvador, al atardecer de su vida apostólica. constantemente en estado de unión con su Padre.

Para el fundador de los benedictinos, éste fue el primer llamado del Evangelio :

poner la oración en toda la vida, hacer de la oración misma la ocupación esencial de la jornada.

Doce siglos más tarde, San Vicente de Paúl al ver la miseria del reino de Francia y la decadencia de la Iglesia, retoma el Evangelio. Descubre en él la misión. divina de. Jesús: La religión hacia el Padre y la caridad hacia los hombres" (Obras VI).

Ese es para El el gran llamamiento de Cristo. Para responder a él organiza a los Padres de la Misión, a fin de que evangelicen el campo y formen al clero en los seminarios; funda las Hijas de la Caridad para el cuidado - de los enfermos y los pobres.

En Betharram, en el siglo XIX, apurado por. la descristianización del pueblo después de la . Revolución y el Imperio, San Miguel retoma el Evangelio.

Le impresionan particularmente frases como ésta:

"Si diligitis me, mandata servate; si me amáis, guardad mis mandamientos". Toma conciencia de las dos exigencias del Señor, a lasque todo cristiano, fiel, sacerdote o religioso debe responder "si'

por un Ecce Venio sin demora, sin reserva y sin retorno. En las palabras evangélicas está promulgada la ley de amor y de obediencia, que se convierten en los dos polos de la espiritualidad garicoísta.

Dicho esto, queda la pregunta capital: ¿Hay en Cristo, según San Miguel, un aspecto, un estado, un llamado más determinante que cualquier otro llamado o cualquier otro aspecto para su imitación? Equivale preguntar: ¿Cómo San Miguel prefería representarse a Cristo? Cuando piensa en el alma de Jesús ¿a qué representación de esa alma es sobre todo más sensible? ¿Qué se propone ante todo cuando quiere imitarlo?

Puede parecer temerario responder a semejante pregunta, ya que ella apunta nada menos que a traer a la luz las más secretas motivaciones de un santo y los pasas más íntimos de su vida espiritual.

Sin embargo, se puede responder a tal pregunta con seguridad, sin presunción, pero con la confianza que da la frecuentación casi habitual de los escritos del Padre Garicoits, De ahí se derivan algunas constantes, ciertas líneas de afirmación anunciadas, repetidamente, cienos temas siempre retomados, y cuando se trata de Jesús, alguna cita o evocaciones familiares.

De la ley de amor - El la llama también la ley interior- y de la ley de obediencia, se descubre el primer esbozo en el prólogo que sirve de prefacio a las Constituciones de 1838:

"Plugo a Dios hacerse amar... Nos amó tanto que nos envió a su Hijo único... El Hijo de Dios se hizo carne... Se entregó a todos sus designios sobre El...

Entonces dije: 'Aquí estoy, vengo para hacer tu voluntad, Dios mío".

La misma idea anima las catorce conferencias sobre la Diligencia y la Obediencia, que el fundador compuso y escribió de su puño y letra entre 1841 y 1849.

Pero sobre todo hay que tomar los textos esenciales que él nos ha dejado en su correspondencia.

Con todo, el primero no fue dirigido a uno de sus religiosos. Hasta noviembre de 1849, antes de la fundación del Colegio de Mauléon y de Orthez, residían todos en Betharram, y escuchaban a San Miguel, El primer texto se halla en una carta escrita a una Hija de la Cruz, de 24 años, Sor Saint-Sabinien, originaria de Ossun, quien fue asistente provincial de Igón, antes de ser elegida Superiora General de la Congregación, y fundar 31 casas, y llevar el número de religiosas de 2.599 a 2.773. Había ella consultado al Padre Garicoits sobre su vocación, cuando tenía diecinueve años, y había hecho su noviciado, de 1846 a 1848, bajó su dirección.

Permaneció luego bajo su guía espiritual. Le pregunta, pues, cuáles eran los medios que ha de seguir en su llamado a la perfección.

El 2 de agosto, San Miguel le envía esta respuesta:

"Esos medios, Ud. los conoce tanto como yo; Son:

1) Del lado de Dios, su sabiduría y su bondad, que nunca invocará en vano.

2) Del lado suyo, la ley de caridad, que Dios tiene costumbre de grabar en las almas más fieles y ha de ser el principal móvil de toda su conducta

3) Como medio de cooperación a la gracia, sus votos y sus reglas y los ' usos de su congregación" (Carta 60)

Todo está dicho en esas pocas líneas. La imitación de Nuestro Señor se ha de concentrar en la práctica del amor de Dios y la obediencia a la autoridad.

La caridad para con Dios, en la base de todo el edificio espiritual, supone el sentido interior - de la trascendencia infinita del Señor. La obediencia es el signo exterior de nuestro amor divino.

No hay que olvidar cuánto San Miguel cree en el amor de Dios. Sin mencionar, como San Francisco de Sales. la inclinación natural al amor. de la que el señor se sirve, como de un gancho. para atraernos a El hasta la caridad. impronta del alma y fuente profunda de toda perfección al mismo tiempo que su coronamiento. El amor, fin y medio, en el origen, en el centro y en el término de toda vida cristiana, pocos santos, tal vez ninguno lo ha proclamado y magnificado tan fuertemente como San Miguel Garicoits:

"Si falta, no hay nada que hacer ..."

Ese es su distintivo.

Para San Benito, el amor se expresa sobre todo en la oración, y para San Vicente de Paul, en la misión. Para San Miguel ese amor brilla esencialmente en la práctica de la obediencia. ve a Jesús en la obra de su Padre celestial y al servicio de los hombres. Obedeciendo por amor. Para San Miguel lo esencial de su camino fue revivir en su corazón y reproducir en su vida ese mismo ideal del Salvador: obedecer por amor.

Si quedara alguna duda o titubeo, bastará escuchar el testimonio inestimable que es la deposición del M.R.P. Etchecopar en el proceso de beatificación de nuestro santo fundador, en la segunda semana del mes de agosto de 1886, veintitrés años después de su muerte:

"Si bien en el conjunto de su vida y sus exhortaciones parecía buscar y mostrar Preferentemente el testimonio del amor en la fidelidad de la obediencia, no tengo dudas de qué, desde su infancia, su corazón haya sido herido por la caridad cristiana hacia Dios" (Summarium p. 314)

La imagen más fiel de Cristo que San Miguel Garicoits - revela a los observadores de su tiempo, es la de Nuestro Señor en el amor a su Padre y la obediencia a sus divinas voluntades.

Al menos. en la imitación de esas dos virtudes fundamentales se presenta la espiritualidad que expone a sus religiosos.

Durante seis años, de 1858 a 1861, el P. Etchecopar la ha recogido en las conferencias semanales. La escucha y la relee en la primera regla de las Constituciones de la Compañía de Jesús, desde 1838. en donde está formulada la ley de amor y la ley de obediencia:

"Dios, su sabiduría y bondad infinita, la ley ulterior. que el Espíritu Santo graba en nuestro corazones, la regla y todos los medios exteriores nos ayudan a ponemos bajo la conducción de la ley de amor. Ahí está en substancia, la primera regla del Sumario". (D.S. pag 271)

Esa doctrina vuelve a ser presentada en un retiro de los superiores:

"La ley interior de caridad, que el Espíritu Santo acostumbra grabar en nuestros corazones: las reglas, todos los medios exteriores por sí mismos son inútiles, la letra mata, el Espíritu vivifica" (ib. p. 34).

En otra oportunidad escucha al Santo Fundador exponer la primacía de la ley de amor:

"Con la ley de amor grabada en su corazón el justo ve y gusta el bien; marcha admirablemente" (ib. pg. 149)

Más netas aún son las directivas del Padre Garicoits a los miembros de su comunidad: el 27 de enero de 1860, dirige sus votos al Padre Laphitz, el sabio profesor de Olorón:

"Ante todo, siempre y de todo corazón Dios y la ley de caridad, que acostumbra grabar en las almas; después. las reglas..." (Carta del 27/1/1860, nro. 251)

En su circular del 29 de octubre de 1860. al comienzo del año escolar, recuerda a toda la comunidad las dos exigencias divinas:

"Dios pide instrumentos disponibles en todo y especialmente de sí mismos, enteramente abandonados en su corazón a la acción del Espíritu Santo, a la ley de amor y de caridad que él graba en su interior, y a la gran ley de la obediencia". (Carta Nro. 293, 29/X/1860).

El único deseo que expresa al Padre Guilhas, como a todos sus religiosos, al comienzo de 1861, es siempre el mismo:

"Dejar sitio a la ley de amor y de caridad, que hace hombres totalmente nuevos . ." (T III pg. 110 Corresp.)

 

P. Pierre Mieyda s.c.j.

NEF Nº 323 . julio 1981

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