Ecce Venio

¡Ecce Venio! Es quizá la más hermosa de todas las máximas.

Sin discusión, su origen es divino. ¿Qué digo? Es la máxima de Dios a sí mismo. Está por encima de todas las fórmulas que no son más que creación humana.

Durante los siglos de la eternidad, en los que el Verbo tenía como proyecto hacerse hombre y que estaba elaborando su programa de humanidad, le ponía como título : ¡Ecce Venio!

En el momento de su Encarnación, reuniendo la palabra y la acción repetía: ¡Ecce Venio!

Nuestro santo Fundador que, quizá, entre todos los santos es el que ha profundizado más esta máxima, se complacía en puntualizar desde ella los principales misterios del Hijo del Hombre. De esa manera descubría el Ecce Venio del Pesebre, del Cenáculo, de Gethsemaní, de la Resurrección, de la Ascensión. Todo el Evangelio es una sucesión ininterrumpida del Ecce Venio.

Un Betharramita no se acordará sin admiración ni emoción que San Miguel fue inspirado para hacer la elección de esta palabra entre todas las pronunciadas por el Verbo encarnado. La repitió tanto en su vida que él mismo se identificó con ella y con la doctrina que ella encierra. Esta palabra fue su santo y seña.

Ella fue la luz, la unción y la unidad de su enseñanza, ella fue el grito de guerra y un canto de asalto, hasta el cielo inclusive. No es exagerado decir que el P. Garicoits, a ejemplo del divino Maestro, fue un Ecce Venio hecho hombre, y que cada uno de sus hijos, deseoso de imitarlo, tiene que esforzarse para llegar a serlo también.

No nos faltan las invitaciones:

"Le habéis dicho: ¡Aquí estoy! sin llegar tarde, sin poner condiciones, sin volverse atrás, más por amor que por cualquier otro motivo. ¡Amor por amor!

(Carta del 24 de noviembre de 1842)

"Decir como nuestro Señor: ¡Oh Padre mío, aquí estoy, y con la Santísima Virgen: Aquí está la Servidora del Señor..."

(Carta del 29 de marzo de 1859)

"Añadiréis con aquella cuya fiesta celebramos: ¡Aquí estoy! Quiero ser desde ahora servidora del Señor según Tu palabra".

(Carta del 2 de noviembre de 1859)

"Jesús mío, haz de mí lo que quieras ¡Aquí estoy! ¡Qué feliz soy, buen Maestro, cuando os sirvo!

(l827)

¿Por qué además del Ecce Venio es la máxima más hermosa? Por las virtudes que implica, los defectos a los que se opone.

¿Hay defecto más extendido y más repugnante que el egoísmo? El egoísmo qué siempre tiene miedo de no tener bastante para sí mismo y de dar excesivamente a los otros, que afloja la marcha, para las fuerzas, disuade las iniciativas, aconseja la moderación y el descanso: el egoísmo que engendra pereza, economía mezquina, inmovilidad y estancamiento. Tenemos cansados los oídos de esos eslogans: ¿Para qué sirve? ¡Nunca se sabe! ¡No hay que preocuparse! La caridad bien ordenada empieza por uno mismo."

¡Pues no! Hay que cuidarse de semejante prudencia, de tales cálculos, de unos principios así. Si los hubiera escuchado Miguel Garicoits, ¿Quién atendería hoy el santuario de Betharram? No existiría la Congregación de Sacerdotes del Sagrado Corazón, ni sus misiones, ni sus colegios, ni sus obras. ¡Qué agujero habría que tapar para la gloria de Dios!

¡Menos mal que Miguel ha dejado de lado con decisión esos sofismas! ¡No, no, Ecce Venio como Cristo, como el Sagrado Corazón!

Ecce Venio, es la fórmula de la ofrenda, de la iniciativa, de la decisión, de la generosidad, de la audacia, del apostolado que son precisamente las actitudes y las virtudes de las almas jóvenes y ardientes.

Y cuando el Ecce Venio, está orquestado, los instrumentos que lo acompañan en sordina o tumulto, murmuran o truenan: "sin llegar tarde, sin poner condiciones, sin volverse atrás, por amor; con corazón grande y alma generosa; siempre adelante, viviremos hasta la muerte!"

Es la sinfonía del Sagrado Corazón, de San Miguel Garicoits y de Betharram.

Queridos Padres y Hermanos, al comienzo de este año. que puede ser un nuevo año mariano, los invito a verificar si sus almas. sus espiritas, sus corazones, sus voces están totalmente afinadas para

lo que San Miguel llamaba "el cántico del nuevo Adán: Aquí estoy" (carta del 29 de noviembre de 1842). Si algo desar1na no paremos hasta conseguir integrar perfectamente nuestro acorde, hasta el

unísono.

Consideremos dirigidas a cada uno de nosotros estas exhortaciones de nuestro Padre:

"Aprovecho esta ocasión para exhortaros de nuevo para que os dejéis guiar cada vez más perfectamente por el espíritu de Nuestro Señor Jesucristo, el espíritu que lo llevó a decir muy pronto y constantemente: Aquí estoy!" (2 de junio de 1846)

Totalmente entregado a Uds. en el Sagrado Corazón.

R.P. Dionisio Buzy s.c.j.

(NEF Nº25 - Enero de 1955)

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