SAN MIGUEL Y LOS JOVENES
1. ALGUNAS PREMISAS COMO INTRODUCCION
Realizar un estudio especifico sobre San Miguel y los jóvenes no es cosa sencilla. La peor presunción es la de querer analizar, cortar, sondear con una mirada aséptica la manera de vivir la vida cristiana y religiosa (la de S. Miguel, por supuesto) en una realidad y en un contexto absolutamente diferentes de los nuestros. Muchas cosas son casi incomprensibles, si, primero, no hacemos un esfuerzo para entrar en la historia y en la cultura del tiempo.
Y es precisamente a partir de ese primer esfuerzo, que emergen con fuerza la novedad y la intensidad de una realidad que llamamos "experiencia". Una experiencia que no es sólo acción, sino que se desarrolla como novedad de vida, como intuición fundante para la experiencia humana y cristiana de los que, numerosos, encontraron inspiración en su novedad: los Religiosos de Betharram.
No es siempre a partir de esta comprensión que se ve el "rayo" de luz que la experiencia de S. Miguel alcanza a ofrecer a nuestro camino de peregrinos, a veces un poco perdidos en el tiempo, para reconducirnos a las "fuentes" en donde extraer el agua fresca y en donde retomar fuerza.
Nos damos cuenta de que, lentamente, los horizontes se ensanchan: no sólo a nosotros, Religiosos de Betharram, nos tiene algo que decir S. Miguel; para muchos de los que se esfuerzan en vivir de manera profunda una espiritual "laical" hay un punto de encuentro. En definitiva, nos damos cuenta de que, mientras tratamos de comprender S. Miguel y su novedad de vida y que queremos volver a él, él nos impulsa más allá de nuestros horizontes, hacia esa mirada de Amor con la cual, niño y adulto, se atrevió a soñar, un día...
2. S. MIGUEL Y LA ATENCION A LOS JOVENES
La atención pastoral de S. Miguel era muy amplia: su mirada estaba hecha de atención y acogida para con todos. Sin embargo, podemos percibir una modalidad muy particular en su mirada sobre el mundo de los jóvenes. Tratemos de entrar en su "mundo" y la comprenderemos...
2.l. UNA MIRADA SOBRE LA SITUACION DE LA EPOCA.
Es interesante para nosotros, en nuestro contexto, hacer una "lectura" de la situación de su tiempo, sobre todo desde el punto de vista de los jóvenes.
Podemos hacer esta lectura de una manera muy parcial, y eso concerniría sobre todo la situación de la enseñanza. En efecto, tenemos bastantes documentos en ese sentido, no tenemos casi nada concerniente a la situación de los jóvenes en un sentido más amplio. Se podrían adelantar también hipótesis concernientes a nuestro sujeto, dado el conocimiento histórico más amplio de las ideas que marcaron a la Francia del siglo XIX, pero esto, francamente, no me parece honesto. Por otro lado, la opción de presencia con los jóvenes vivida por S. Miguel fue sin equivoco; hoy, en ese sentido, nos quedan, a nosotros betharramitas, tras los estudios realizados sobre el Instituto, documentos y referencias al mundo de la escuela en Francia y a lo que S. Miguel realizó en ese ámbito.
En 1833, la situación de la enseñanza en la sociedad francesa no se presenta de manera positiva: los jóvenes son vistos como "brazos" buenos para el campo. No hay muchas posibilidades para frecuentar la escuela, precisamente porque la situación de la escuela es muy mala. "Pocos maestros - dice un testigo - están en su lugar; no tienen titulo, ni autorización" ...Son muy poco numerosos los educadores y ese "poco" es casi un mal menor; el P. Brunot cuenta que "la mayor parte (de los docentes, n-d-l-r-), obligados desde su nacimiento a vivir como empleados domésticos, pensaron, al consagrarse a la enseñanza, no tener nada que hacer". La lógica en que se sitúa S. Miguel es ciertamente compleja: se extraña la manera de pensar concerniente a la realidad de los jóvenes: "Nuestros viejos no sabían leer; sin embargo vivieron felices, ¿por qué no imitarlos?" "El vino de Burdeos necesita viñadores y no lectores. Aunque llenes la cabeza de los niños de historia y de geografía, ¿quién sembrará las patatas? A veces se percibe que preocupaciones menos utilitarias inspiran esas criticas, pero permanecen siempre poco nobles. No estamos menos instruidos que ellos (sus hijos), y tenemos éxito en nuestros asuntos; si les hubiéramos instruido más, más tarde nos despreciarían. Estemos sobre todo atentos a no instruir a las chicas: saben siempre de más" .24 La actitud que resalta del mundo adulto está marcada por la conciencia de ser depositario de la sabiduría y el gerente único de la organización de la vida de los niños, que sólo tienen el deber de la sumisión a la voluntad paterna. En una sociedad patriarcal como la que está someramente descrita, la escuela se ve difícilmente corno instrumento para el crecimiento de la calidad misma de la vida.
Es interesante notar que, en esta situación, la única "agencia educativa" reconocida como tal por todos, incluida por los gobernantes, es la Iglesia: "Sin la ayuda del clero hay que desesperar por la sueñe de la enseñanza elemental en el campo", concluía una encuesta ministerial que Guizot (ministro de Luis Felipe) mandó hacer en 1833. Y precisamente ese año una ley abolió el monopolio de la enseñanza elemental querida por Napoleón; en adelante, quien tuviera dos boletines escolares podía abrir una escuela.25
2.2. LA ELECCION DE LA APERTURA DEL COLEGIO DE NUESTRA SEÑORA.
S. Miguel se pone en ese contexto con atención y coraje. Lo que le impulsa a empezar una obra educativa es la conciencia de que una acción de cristianización no seria posible sin la educación de la juventud desde el nivel elemental.
La Escuela de Betharram nace porque responde mejor a la necesidad de una "nueva evangelización"; en efecto, los desastres causados por un lado por la Revolución Francesa y, por otro, por las ideas jansenistas que convertían la vida cristiana en una religión de terror y no de alegría, eran evidentes.
Las personas con más "riesgo" eran los jóvenes; en efecto, ellos mismos estaban más profundamente desorientados y sin punto de referencia. Pensar promover un proceso de formación humana y cristiana quería decir, necesariamente, partir de ellos.
De acuerdo, pero ¿por qué razones S. Miguel abre una escuela y no, más bien, un "patronato"(como hará, al contrario, S. Juan Bosco)? He hablado de la situación escolar en Francia, muy difícil e ineficaz; ahí está una primera excelente razón para intervenir "en frontera".
Pero creo que hay una razón más profunda para buscar en otra dirección: una formación humana y una formación cristiana de los jóvenes le interesaba a S. Miguel. Estaba profundamente convencido que las que se obtenían sólo "viviendo con" los jóvenes, el tiempo y la calidad en la manera de ser con ellos podían marcar profundamente ese proceso educativo. El medio lógico, más difícil en ese momento de la historia, me atrevería a hablar de "apuesta" natural para un hombre de vanguardia como S. Miguel, sólo podía ser la escuela, una escuela propia.
Al principio, S. Miguel está obligado a limitarse a una obra destinada sobre todo para los más pequeños. Pero su sueño es abrir también una escuela secundaria: ésta, sin embargo, se diferirá hasta 1847. Tres años después, en 1850, el Gobierno Francés 26 aprueba una nueva ley sobre la libertad de enseñanza secundaria.
Ya mostré los motivos de fondo que empujaron a S. Miguel a abrir una escuela de chicos para niños y jóvenes. Hay que añadir unas palabras sobre el sentido de tal obra en las opciones del P. Garicoits. Al principio 11 837), la escuela estaba confiada a la dirección de un antiguo alumno del P. Garicoits, Pedro Vicente Eligabide; pero cuando fue necesario alejarlo a causa de exigencias excesivas de salario, el P. Garicoits eligió a uno de sus jóvenes religiosos, el P. Barbé, y lo envió a Dax para obtener un titulo para poder dirigir la escuela. "Tenla a penas 27 años (el P. Barbé) cuando fue nombrado director de la escuela (...) Pondrá su vida, con abnegación, al servicio de los niños y de los jóvenes"2. El P. Garicoits no duda en investir nuevas energías al servicio de los jóvenes, al servicio de su formación humana, intelectual y espiritual. Está convencido de que cada religioso, puesto al servicio de los jóvenes, permite la construcción de una nueva mentalidad, una nueva sociedad, una nueva cultura cristiana; esa cultura cristiana que está tan ausente, esa formación humana que es tan precaria; está preocupado por la obra devastadora de la Revolución Francesa y por la teología jansenista que, más que favorecer el descubrimiento del Dios de la Encarnación, un Dios a quien "le agradó hacerse amar"28, pone siempre por delante el espectro del juicio y del castigo.
Esa es la característica de su acción; así actuará más tarde, cuando se abran nuevos horizontes en Argentina; igualmente así actuará en otros lugares de Francia meridional.
La importancia histórica de la apertura de la Escuela Nuestra Señora de Betharram hay que buscarla en ese proceso de evangelización al cual S. Miguel no podía renunciar. "Habría hecho suya esta reflexión de Gilson: "La enseñanza libre católica no es sólo una institución en que se enseña la doctrina cristiana además de lo demás, sino en donde se enseña lo demás con un espíritu cristiano".29
2.3. LA MIRADA SOBRE LOS MAS POBRES.
En la Francia del siglo XIX, como en el resto de toda Europa, la formación escolar era un privilegio. Los ricos siempre tuvieron acceso a la formación, al saber, a la cultura, a la ciencia, al arte. Los pobres difícilmente podían permitirse poder acceder a una escuela; ni incluso a escuelas privadas que entonces surgían rápidamente en Francia, luego de las leyes promulgadas por el Gobierno.
Además, S. Miguel no había olvidado sus orígenes pobres: la Escuela Nuestra Señora de Betharram es frecuentada también y sobre todo por jóvenes que venían de las clases sociales más humildes. "(S. Miguel quiso poner en seguida la enseñanza de los colegios al alcance de las más modestas bolsas..."
3. EL METODO PEDAGOGICO
Después de presentar, a grandes rasgos, la situación de la enseñanza en la Francia del siglo XIX, es necesario ir más en profundidad para comprender las modalidades de acción de S. Miguel en la relación educativa con los jóvenes.
Una relación educativa nace siempre de una intuición inicial de base que permite a la persona reconstruir el conjunto de sus conocimientos y reorganizarlos de una manera orgánica al rededor de esa experiencia fundamental.
Para S. Miguel, la experiencia fundamental es el descubrimiento de Dios que, en Jesús, se hace uno de nosotros por amor. "Al venir a compartir nuestra condición humana, Jesús restituye a nuestra vida su sentido y le revele su incomparable grandeza;" "gracias a él sabemos que Dios no está lejos del hombre, que Dios no es extranjero al misterio del hombre (...). La humanidad de Jesús es la más alta manifestación de Dios: él es Dios humano que revela la divinidad del hombre y la humanidad de Dios". Y todavía: "En el momento de la Encarnación, el Hijo de Dios aceptó el riesgo de una existencia humana vivida hasta el limite extremo, es decir, hasta el sufrimiento y hasta la muerte. Era necesario, "porque lo que no se asume no pude salvarse".
Es a partir de esta contemplación de un Dios que se "molesta" por el hombre y que, para devolverle su dignidad, no duda en hacerse compañero de viaje de cada persona, que S. Miguel tiene una manera de llevar, concretamente, una relación educativa con los niños y los jóvenes. Ese tipo de relación se expresa en una serie de actitudes que connotan una persona y le imprimen un "estilo", es decir, una manera de ser y de actuar.
El "estilo" caracteriza a la persona (y al espíritu de una Congregación) y hace resaltar cualidades que no pueden perderse con el tiempo. Quiero decir por ahí que lo que permite que una persona sea tal y no otra, no es la continuación o la interrupción de una misma actividad, sino que tenga las mismas características, en lo que es, en lo que cree. Se puede decir aún que el "estilo" atañe a la parte más profunda de la persona y que hace brotar actitudes de fondo aprendidas y maduradas con el tiempo. Las situaciones, las condiciones de vida pueden cambiar, pero el "estilo" permanece como carácter de la persona.
Así es en nuestra Congregación: no debe pensar ser en la continuidad de las obras, sino en la fidelidad a una manera de ser. En el interior de ese "estilo" querido por S. Miguel con tenacidad, es necesario reescribir, siempre, la obra de los religiosos de Betharram; en cualquier continente o latitud en que se encuentren, el estilo marcará profundamente la acción de los Betharramitas. Las intervenciones serán diversas, los lugares podrán ser modificados, nuevos campos de acción serán reinventados, pero lo que nos caracteriza, el estilo, debe acompañarnos como signo distintivo no sólo de una pertenencia, sino de una manera de pensar nosotros mismos, de ver el mundo, a los demás, las cosas, señalados que estamos por esa lógica que S. Miguel captó en el misterio de la Encarnación.
Antes de identificar algunos elementos de ese "estilo", es necesario de antemano decir algo sobre lo que fue, para S. Miguel, la educación.
3.1. EDUCAR EN S. MIGUEL.
De manera muy lapidaria, para S. Miguel "la educación es obra de amor". ¿Cómo no recordar la obra educativa desarrollada por otro gran Santo del siglo XIX, S. Juan Bosco? Define la educación como "obra del corazón". Por supuesto, no está en mi intención hacer, en este contexto, un paralelo entre estas dos figuras de educadores; tampoco está en mi intención subrayar las diferencias y las convergencias. Sin embargo, la consideración no es puramente académica, sino un reconocimiento a dos figuras que, aunque separadas por diferencias culturales, sociales y nacionales, han ofrecido respuestas que tienen profundos parecidos en los puntos de salida y de referencias.
La educación es obra de amor cuando pone a los jóvenes a la altura de responder personalmente al. proyecto de amor de Dios sobre ellos. El deber más grande de la educación es entonces el "de poner toda creatura nacida de una mujer en la responsabilidad de responder al precepto supremo: "amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas"
En un contexto social difícil para los jóvenes, "en una nación carcomida por la filosofía de Rousseau y por las posiciones anticlericales de Voltaire" era muy difícil ser y declararse católico. La acción educativa de S. Miguel debía, pues, tener como objetivo el de "preparar hombres que fueran intelectual y moralmente preparados. Convencido de la eficacia de la gracia, trató de preparar, no tanto cristianos aislados, sino cristianos de vanguardia que fueran, al mismo tiempo, sal, levadura y luz en la masa humana."
Como podemos observarlo, el proceso educativo realizado por S. Miguel pone al joven en el centro de ese proceso. No es una educación hecha sobre el joven, sino con el joven y para el joven. Vemos ahí una actitud de vanguardia: una cierta conciencia de que los jóvenes no pueden ser una "masa inerte" entre las manos del educador, sino que deben ser sujetos activos, diríamos hoy "protagonistas" del proceso educativo mismo.
"Sabia que su deber de educador era el de hacerse amar, ya sea para ofrecer un modelo y valorar su autoridad y su enseñanza, ya sea también para enseñar al niño a actuar sin él, a ser libre y autónomo, haciéndolo consciente de sus posibilidades"37
3.2. LAS CUALIDADES DEL ESTILO EDUCATIVO DE S. MIGUEL.
He aquí, ahora, resumidas en algunas breves indicaciones, las cualidades de ese estilo educativo que ya hemos tenido la ocasión de ver examinando el sentido de educar, como se presentó el precedente capitulo.
3.2.1 Dignidad de la vida de los jóvenes
En primer lugar, para el P. Garicoits, el que educa tiene que tener un gran respeto de la vida de los jóvenes. Un respeto que está fundamentalmente basado en el amor mismo de Dios.
"Leemos en una de sus cartas: "todo lo que le haga a ese niño, se lo hago a Cristo mismo".
Tenemos el testimonio de un médico (Dr. Poey Miro, ateo, médico de Mirepeix) que decía: "Si los sacerdotes fueran todos como el P. Garicoits que saluda a un niño pequeño como a mí mismo, porque aprecia su alma y su inteligencia, a pesar de su corta edad.".
La dignidad de la vida de los jóvenes permanece como punto fuerte en el comportamiento educativo de S. Miguel. La conciencia de que Dios, en Jesús, se hizo uno de nosotros nos hace comprender cómo la vida es el "lugar teológico" por excelencia, siendo, el tiempo j el espacio, las coordenadas del encuentro con el Señor de la vida. Para quien educa, con mayor razón para un Betharramita, el respeto de la dignidad de la persona es el respeto de la dignidad del Santo Misterio mismo de Dios.
La vida, así comprendida, ya no es más el "valle de lágrimas", sino la ruta en la que el Señor está presente y enardece el corazón, como en el relato de los discípulos de Emaús en donde pide: "¿ Qué propósitos son ésos que tenéis de camino? Y se detienen, la cara triste. " (Lc. 24, 17).
He aquí también una característica muy relacionada con lo que se dijo hasta ahora: la educación no puede ser un proceso triste. Mucho más, para S. Miguel no hay verdadera educación sin alegría. Más aún, los niños tienen derecho a la alegría: en vez de ser un castigo que se les inflige, ¿la educación no seria un medio que contribuiría a su felicidad?".
Finalmente, notemos que, para S. Miguel, el arte de educar es un proceso continuo; el que educa sabe hacerse compañero de viaje, resaltar las pequeñas y grandes victorias del proceso de maduración, acoger los sueños, dar cuerpo a las aspiraciones. No, para el P. Garicoits, una acción educativa "part time" no es verdaderamente posible.
Esto es lo que dice de él el P. Brunot: "La concepción de la vida y del mundo que se desarrolla así, lentamente, durante los años de formación, no se transmite sólo a través de sermones o piadosas exhortaciones, ni tampoco a través de lecciones de catecismo presentadas de una manera perfecta, sino es todos los días, a cada instante, en recreación, de paseo, sobre todo en clase, en el encuentro con un autor, un hecho histórico, un hecho científico, puesto en su sitio en una visión cristiana. Ya sea a través de un hecho insignificante, o a través de un hecho importante, el educador abre en el niño el camino de Dios. De todo "saca" (educere) Dios. Es un re velador."
3.2.2. Clima de confianza y de estima recíproca
La obra educativa del P. Garicoits no se detiene, sin embargo, en una actitud de respeto y de reconocimiento de la dignidad de los jóvenes y de los niños; los sigue en un ambiente que pide confianza y estima recíproca.
Confianza y estima recíproca se convierten en dos palabras clave de su acción educativa. Su método no era ciertamente hacerse temer; hay una carta interesante del P. Garicoits en la que responde a una Hermana que le pide cómo actuar para llegar a "hacerse amar" por los jóvenes: "Me pides cómo actuar para hacerse respetar y amar, digamos más bien para hacerse amar y respetar. Sí, querida Hermana, afecto respetuoso, amor respetuoso; ¿qué quiere decir esto? El amor respetuoso es un sentimiento precioso, tan precioso a los ojos de la fe que a los ojos de la razón. Es ese sentimiento que acompañó a Jesús durante la vida terrestre. ¿Por qué entró con esta palabra: Aquí estoy y no detuvo más su don sin limite? porque nos amó y estimó mucho. ¿Y por qué nos amó y estimó tanto? porque quería hacerse amar por nosotros y tener nuestra estima y servirse del amor respetuoso que tendríamos por él, para ganar eficazmente nuestros corazones para Dios. Tú también, quieres conciliar un afecto respetuoso en tus niños, para servirte como del medio más eficaz para llevar su corazón a Dios: está muy bien. Pero ¿cómo hacerme amar y estimar por esos niños? He aquí todo en cuatro palabras: ámalos y estímalos mucho y actúa constantemente con ellos, constantemente, como persona que los ama y que los estima hablarles, instruirlos, recompensarlos, castigarlos mismo como persona que los ama y estima. Es lo que siempre hizo tu modelo y el mío, nuestro Señor."42 Esta citación no necesita explicaciones, va más allá de las expectativas de nuestro compromiso de educador: tiene mucho que decirnos y enseñarnos...
3.2.3. La acogida como estilo de vida. Unida al tema precedente, como un collar de piedras preciosas, la característica de la acogida de los jóvenes viene espontáneamente en esta visión de la educación según S. Miguel. Acoger y amar la vida de los jóvenes a pesar de todo; no porque sea perfecta; ni tampoco para acaparar la simpatía de los jóvenes: esto seria sólo un golpe estratégico que se conciliaría mal con el comportamiento de lo que aprecian la calidad de vida de los jóvenes mismos. Para S. Miguel, acoger era síntoma de:
3.2.4. Educar para andar juntos al encuentro del Señor, a través del descubrimiento de un Proyecto de vida sobre sí, a realizar en iglesia.
En la actividad educativa desarrollada por S. Miguel, la atención a las vocaciones ocupa un gran lugar. Es una característica constante en su acción, que lo hace muy atento a permitir a cada joven realizarse según el proyecto de Dios sobre él. Sin embargo, aunque fue un promotor infatigable de ese "sentido vocacional de la vida", S. Miguel se dedicó mucho a favorecer el nacimiento y el desarrollo de vocaciones a la vida sacerdotal y religiosa.
"... El Hno. Gaye, primer hermano coadjutor de la comunidad y confidente discreto del Fundador durante casi 20 años, da este testimonio impresionante con motivo del proceso de beatificación:
"El motivo que impulsó al servidor de Dios a unir a la obra de las misiones la enseñanza primaria y secundaria fue el favorecer las vocaciones eclesiásticas. "
Por otro lado, sabemos que "se puede añadir a este respecto que el éxito fue total; el P. Miéyaa relata los nombres de 120 sacerdotes cuya vocación surgió o se precisó en Betharram, a menudo bajo la influencia del P. Miguel Garicoits mismo."
Al lado de esta obra vocacional especifica, hay que recordar el cuidado que tenía por el crecimiento de todos los jóvenes. Numerosos fueron los jóvenes que, de diversas maneras, pedían al P. Garicoits un consejo, le confiaban sus angustias, esperaban aclaraciones, deseaban ser ayudados en el difícil pero entusiasmante compromiso de la vida. Para todos ellos, tenía una atención exquisita; tenemos muchas cartas autógrafas que lo confirman. He aquí una entre todas, escrita por el P. Garicoits a un joven (Adrien Planté): "ser un hombre apto para cumplir los deberes de su posición, de su misión en la tierra, un hombre despojado de toda atadura, un hombre siempre bajo la mano de Dios, de su Señor y Padre: Homo idoneus, expeditus et expositus."
4. EL COMPROMISO DE LOS BETHARRAMITAS, HOY
4.1. PARTIR DE NUEVO DE LOS JOVENES.
S. Miguel había fijado su atención en el mundo de los jóvenes, teniendo conciencia de que en él estaba el núcleo no sólo del mundo presente sino del mundo futuro. Por supuesto, hacer la opción de un campo no quiere decir excluir los demás, como si la Iglesia estuviera hecha sólo por jóvenes, pero esto quiere decir delimitar un punto de partida a partir del cual alcanzar los demás.
Nosotros, hijos de S. Miguel, nos preguntamos a menudo qué opción realizar, cómo mantener intacta nuestra identidad (estando entendido que ésta no está ligada a una obra). Creo que el criterio que nos permite mantener un lazo profundo con nuestro carisma es precisamente la atención al mundo de los jóvenes. Una consideración del P. Brunot es muy interesante a este respecto:
"¿Quién lo hubiera creído? Ya en su época el P. Garicoits debió luchar para hacer comprender a sus sacerdotes la importancia de la educación de la juventud. Ya en su época, sus religiosos no querían saber nada de esta profesión difícil e ingrata, sin brillantez.".
Algunas características de nuestro tiempo (secularización un poco por todas partes, pérdida de los valores de referencia, necesidad de dar un sentido a la vida) nos muestran que el momento es siempre presente para las opciones atentas y valientes; brevemente, opciones "en las fronteras". El mismo Papa, desde hace algunos años. nos habla de la necesidad de una "Nueva Evangelización"; nueva, ciertamente no por los contenidos, sino en los métodos.
Para esto, si queremos mirar el carisma de fundación y el camino de la Iglesia, debemos tener el coraje de partir de nuevo con los jóvenes. En ellos se encuentra el meollo para el presente y para el futuro de nuestra historia; somos enviados hacia ellos para "procurarles la misma felicidad."
4.2. LA ACOGIDA DEL PEDIDO DE VIDA DE LOS JOVENES.
Somos enviados a ellos con ese "estilo" de que hablábamos hace un rato. La acogida, para nosotros, Betharramitas, consiste "en reconocer que la vida es grande por que está habitada por Cristo."49 Acoger es un término que significa reconocer la dignidad de todo joven; acoger significa reconocer los pedidos que formulan los jóvenes; es tener conciencia de que la "salvación ya es para todos; que, por esta razón, no salvamos a nadie, sino que somos llamados a sostener la apertura de la persona hacia la obra de salvación efectuada por Cristo y ayudar a reforzar la adhesión de fe."5ø Acoger es una actitud positiva: esto nos compromete a tener siempre una mirada positiva sobre la realidad y sobre los jóvenes mismos. Miremos la actitud de Jesús: "Entonces Jesús fijó en él su mirada y lo amó". (Mt. lo, 21). El amor, expresión de la acogida, no depende del éxito de la acción educativa. No se es acogedor para que los jóvenes respondan positivamente a las solicitudes ofrecidas por el que los educa, sino se es acogedor para que "(los jóvenes) sean autónomos, capaces de decidir con toda responsabilidad, libertad y verdad; que amen la vida, su cultura (...) y sus tradiciones en una actitud critica; (...) que sean siempre actores en la construcción de su vida: un tal compromiso pude llevar acciones concretas de solidaridad hasta el don de sí a los demás y a Dios."5" Acoger para educar a ser libre y responsable, incluso y sobre todo cuando esta libertad se expresa a través del rechazo: "El joven se fue triste"(Mt. 19, 22).
4.3. ACOGER PARA EDUCAR, EN UN CLIMA DE CONFIANZA Y ESTIMA RECIPROCO.
Naturalmente, ya lo decíamos antes, la acogida no se puede utilizar para nuestros fines. Por otro lado, la acogida no debe ser "estúpida" "insignificante" o "cualquier cosa". La acogida debe estar siempre marcada por condiciones de base que le den un "valor".
Esas condiciones son exactamente las que S. Miguel nos ha recordado: el clima de confianza y de respeto recíproco. En ese clima, que siempre es fruto de una adquisición y no de un temor, el diálogo puede nacer y el proceso educativo puede entablarse.
Además, en ese clima, es posible sostener a los jóvenes en la adquisición de actitudes que les permitan "no dejarse abatir por las inevitables decepciones y actuar con entusiasmo y no por "apasionamiento pasajero", para que, finalmente, tengan la aptitud para estar "abiertos a los demás, para acoger la vida como un don que compartir y que sepan invocar al Autor de este don".
En este caminar, "deberíamos distinguirnos por la sencillez en nuestras relaciones y maneras de ser, sin intentar parecer diferentes de lo que somos. Tratemos de asumir nuestros límites con una autenticidad alegre, viviendo ya la reconciliación en el seno de nuestras comunidades. Así seremos capaces de ser compañeros de ruta de los jóvenes, de ir al mismo paso, con la convicción de que nunca terminamos de crecer juntos".
5. CONCLUSION
Este trabajo no puede pretender ser exhaustivo, ni desde un punto de vista histórico, ni desde el punto de vista del análisis.
Muchas cosas están por descubrir: esto me hace tomar conciencia del tesoro que S. Miguel nos dejó, en vetas muy profundas. éstas requieren una capacidad de observación sostenida para sondear la riqueza que se nos confió.
Uno de los más hermosos frutos de este patrimonio, concerniente la atención a los jóvenes, se encuentra en le Proyecto de Pastoral de los Jóvenes de la Congregación, que fue elaborado el año pasado.
Es una tentativa de mediación entre la experiencia histórica de S. Miguel, de la Obra que fundó y la experiencia de nuestros días. Creo que S. Miguel estará contento.
Pero lo será ahora más cuando estas orientaciones, haciéndose actitudes concretas en nuestras comunidades, siembren gérmenes de esperanza y signos de vida nueva.
Es un servicio que se nos pide en la Iglesia y para la Iglesia en favor de las jóvenes generaciones. Es un servicio que S. Miguel ofreció, a manos llenas, sin escatimar nada, con coraje y con alegría, a los jóvenes y a la Iglesia de su tiempo.
Al término de este trabajo pienso de nuevo con placer en la figura de S. Miguel asociada a la de S. Juan Bosco: éste es conocido desde siempre como el Padre de los jóvenes; S. Miguel fue siempre visto como el Apóstol de la Voluntad del Padre.
No puedo decir si entre los dos Santos hay o no convergencias; sin embargo, soy feliz pensando que los dos, en lugares y naciones diferentes, supieron interpretar los "signos de los tiempos" y ofrecer una respuesta a las pobrezas de la época.
La Congregación querida por S. Miguel, ha seguido, en el transcurso de su historia, siendo testimonio de la obra educativa de su Fundador, comprometiéndose, en diferentes sectores, en la educación de los jóvenes. Pero nos falta mucho por hacer; nos falta sobre todo interpretar la historia; las exigencias de que son portadores hoy los jóvenes son desafío para nuestra manera de estar presentes de una forma significativa en la historia contemporánea.
La páginas que deben ser escritas interpelan nuestro coraje ese mismo coraje y esa misma mirada de amor que acompañaron 1 S. Miguel. Son riquezas que contempló en el gesto de Amor del Señor Jesús, a quien "le agradó hacerse amar".
P. Graziano SALA, s.c.j.