En
avant! Beñat Oyhénart scj
Traducción:
Daniel R Martín
Adelante,
siempre adelante
“
Dios nos ha amado.
Nos
ha amado de tal manera
Que
nos envió a su Hijo.
Nosotros
lo amamos,
porque primero Dios nos amó ”
(1
Jn 4,10.19)
Señor
Jesús,
nos
entregas la Eucaristía;
te
entregas totalmente a nosotros:
no
hay un amor más grande posible.
Cuando
te entregas con tanto amor,
ves
partir a quien te va a traicionar;
Tú
sabes donde está,
¡y
es allí adonde vas!...
Tus
discípulos están temerosos,
ellos que han sido colmados de tus beneficios:
¡ qué cobardes son !
¡Guay!,
yo me parezco demasiado.
¿Cuántas
veces no los he imitado?
Tú,
mi modelo,
estás tan calmo,
te olvidas de ti mismo,
estás lleno de atenciones,
continúas
amando con un corazón generoso
en
medio de un océano de dolores.
¡Esto
lo has hecho por mí!
Corazón
de Jesús, sufres por mí. Te
quiero pedir:
“Crea en mí un corazón puro,
renueva en mí un espíritu recto”
(Sal 50,2)
¡Oh
Corazón divino, te quieres volver
mí corazón!
Es
tu voluntad.
¡Viejo
corazón mío, deja sitio al Corazón de Jesús!
¡Desaparece
para siempre, viejo corazón!
¡Toma
su lugar, Corazón de Jesús!
No
quiero más rehusarte nada.
Concédeme
amarte. Amén.
DS 47-48; MS 171
¡Padre
nuestro!
Oh
Cristo, hubieses podido comenzar esta oración
por
una palabra más importante:
como “creador” o “Señor”.
Pero
no has querido que tuviésemos temor,
has
elegido una palabra que nos impulsa a amar,
a confiarnos.
Gracias
por habernos mostrado que Dios es
nuestro Padre siempre dispuesto al perdón,
nuestro
Padre que siempre nos ama.
DS 57-58 MS 132
¡Dios
mío, has pensado en mí!
¡Sin
cesar, piensas en mí!
Tú,
que con tu inmensidad llenas el cielo y la tierra,
delante
de quien todo lo que existe
es
como si no fuese,
¡Tú
piensas en mí!
Y
Jesucristo se deja desgarrar el cuerpo:
busca
sólo mi felicidad.
¡Dios
mío, te alabo y te doy gracias! DS
58-59 MS 169
Dios
mío, no sé si soy agradable a tus ojos.
Enséñame
a hacer siempre bien
cuanto
deba hacer.
Me
abandono totalmente en tus manos paternales.
Ayúdame
a cumplir lo que quieres,
como lo quieres,
donde esté
en cualquier situación.
No
merezco tus beneficios.
¡Toda
mi confianza está en Ti!
DS 58-59 MS 189
Dios
mío, aún cuando llegue la adversidad, que sepa decir:
“¡Bendito
sea tu nombre, Señor!”
Aún
entonces enséñame la paciencia y el amor.
Enséñame
incluso a decir “Sí” ante la adversidad
al
menos con un comienzo de amor.
MS 127
Señor,
nos das lo necesario
para
que seamos felices.
La
felicidad no depende sino de nosotros mismos,
de
aquello que buscamos .
A
menudo nos quejamos de los otros
o
de lo que nos acontece.
Pero,
Señor, lo primero que debemos buscar,
es
tu Reino:
el
resto es minucia,
y
nos lo darás en abundancia.
Siempre
nos concedes lo necesario, más aún lo mejor:
La
vida contigo para siempre.
MS 127
En
tus brazos, Señor, me arrojo;
Tú
me amas mucho más que yo, a mí mismo;
ya
me amabas aún cuando estaba todavía contra Ti.
Ahora
quiero obedecerte,
ahora
quiero cumplir lo que te agrada.
Dios
mío, me abandono totalmente a Ti.
¡Soy
todo tuyo!
MS 128
Dios
Creador nuestro,
te
pertenecemos, queremos conocer tu voluntad
y
hacer lo que te agrada.
No
podemos salvarnos por nosotros mismos.
A
cada uno de nosotros, en lo profundo de su corazón,
nos
haces conocer lo que es bueno y lo que no lo es,
lo
que es justo y lo que no lo es,
nuestros
padres ensayaron seguir este camino.
Por
Moisés nos das los mandamientos.
Por
Jesucristo Nuestro Señor,
nos
has dicho la verdad toda;
por
El vuelves claro lo que nuestros padres buscaron
y
lo que tu Pueblo aprendió.
Queremos
adorarte y amarte,
nada
es más justo,
más
grande,
más
ventajoso.
Con
todo somos débiles:
que
tu Espíritu venga en nuestro socorro,
te
lo suplicamos
-
y jamás rehusas tu Espíritu a quienes te lo piden –
entonces
nos podrás ordenar lo que quieras.
“Nada
es difícil para quien ama”
Enséñanos
a seguir tu ley por amor;
ella
nos muestra lo que te agrada;
MS 118-119
y
lo que te agrada es que te queramos mucho.
¡Eres
mi todo, Dios mío!
Estás
conmigo, en verdad nada me falta.
Señor,
eres Tú quien me conduce.
Cuando
necesito una gotita de agua me ofreces el océano.
Todo
me lo das con abundancia infinita.
Fuera
de Ti todo se hace difícil.
Enséñame
a ser paciente, confiado y alegre.
“El
Señor es mi pastor, nada me falta”.
¡Tú
eres mi Dios y mi todo!
DS 61-62
Padre
nuestro que estás en el cielo,
nos
has creado
más
para amarnos
que
para mostrarte poderoso o sabio.
¡Sí,
eres nuestro Padre
y
nos amas más que todos los padres de la tierra!
Tú
nos ha creado a tu imagen y semejanza.
Cada
uno de nosotros es reflejo de tu
grandeza.
Eres
también nuestro Padre
porque
has hecho alianza con nosotros.
Y
sobretodo,
eres
nuestro Padre
porque
eres el Padre de Nuestro Señor Jesucristo.
¡Qué
gran misterio a contemplar!
MS 131
Dios
Padre nuestro,
en
tus poderosos brazos podemos apoyarnos:
nos
amas inmensamente.
Cuando
estamos fatigados o inquietos,
estás
ahí... y podemos reposar en Ti...
Solos,
no podemos hacer nada
sino
agitarnos inútilmente.
En
Ti ponemos toda nuestra fe,
Dios
nuestro Salvador,
Dios
nuestro Padre.
Aquí
estamos delante de Ti
como
niños inocentes y simples,
sin
inquietud;
te
confiamos nuestras ansiedades y nuestro futuro.
Sabemos
que estás cariñosamente a nuestro lado,
noche
y día,
sin
cesar.
Somos
débiles, eres nuestra fortaleza
Somos
pecadores, pero confiamos en Ti.
Nos
entregamos completamente a Ti, con fe,
con
amor
DS 59-60
Señor,
eres nuestro amigo
¡y
qué amigo!
Cuanto
pide la amistad, Tú lo cumples.
¡Eres
un amigo incomparable!
No,
nadie entiende como Tú
lo
que es un verdadero amigo.
Nadie
busca tanto como Tú
ser
un verdadero amigo.
¡Y
Tú, Señor, Rey Todopoderoso,
quieres
estar conmigo!
¡Aquello
que los más sabios de este mundo creen imposible,
Tú
lo realizas con nosotros!
Nos
disponemos a escucharte
sin
dilaciones,
con
todo nuestro empeño,
para
nuestra mayor felicidad.
MS 107
¡Oh
Dios, cuánto nos amas!
¡Has
descendido a nuestro nivel,
te
has empequeñecido,
y
hasta qué punto!
Sin
embargo nos hemos olvidado de tu generosidad;
nos
servimos de tus beneficios en contra tuyo;
nos
volvemos desagradecidos,
no
tememos ofenderte.
Y
Tú, sigues amándonos,
nos
soportas,
vienes
hacia nosotros,
nos
buscas,
corres
hacia nosotros.
Cuando
retornamos sinceramente a Ti,
nos
quieres mucho más
y
nos colmas de beneficios.
MS 151
No
valgo nada,
pero
soy un hombre.
Tú
eres mi Dios, el Todopoderoso,
y
te vuelves un ser humano.
Tú
te me entregas en Jesucristo:
ha
nacido por nosotros,
nos
ha sido entregado.
Dios
mío, quieres obrar como hombre;
y
Tú enseñas al hombre a obrar como Dios.
Danos
pensar y obrar como Tú.
MS 153
Dios
Creador,
Dios
de quien viene todo don perfecto.
Dios
el único inmenso.
¡Gloria
y honor por siempre!
“¡Mi
alma canta la grandeza del Señor!”
“¡Sí,
ciertamente, el Señor es grande!
¡Yo
le canto!. (Luc. 1,46) DS
76
¡Gracias
Señor Jesús!
Has
descendido hasta nosotros.
hasta
el barro de nuestra carne :
“El
Verbo se hizo carne”
“La
Palabra se ha hecho un ser humano” (Jn 1,14).
Nos
has vuelto no sólo espirituales,
sino
divinos.
Gracias
a Ti, Dios llegó a ser hombre;
nuestras
acciones aún las más ordinarias,
como
el beber, el comer o el dormir, son dignas de Dios.
Tú
estás en un comedero de animales:
sufres
frío, la humillación de la pobreza,
únicamente
porque nos amas.
Enséñanos
a amarte, vuélvenos generosos,
Gracias
a Ti, oh Cristo, que nos vuelves fuertes
somos
capaces de todo. (Fil. 4,13)
¡Gracias,
Señor Jesús!
DS 108 MS 154
Dios
mío, eres el amor siempre y en todas partes presente.
Sin
embargo muchos hombres te olvidan
viven
como se no existieras.
Para
que se acuerden de Ti,
para
que te amen,
a
Ti su Creador,
les
entregas a Jesucristo Nuestro Señor:
haciéndose
hombre, tu Hijo nos permite verte,
incluso
tocarte.
En
el pesebre o en la Eucaristía,
es
Dios mismo quien nos muestra su amor
y
salva a la humanidad toda.
“Este
amor nos enseña a rechazar
la
impiedad y las concupiscencias del mundo
para
vivir en la vida presente con sobriedad, justicia y piedad.” (Tt.2, 12)
Por
tu Hijo Jesús
todos
nosotros podemos verte y escucharte,
enséñanos
el camino a seguir.
Te
agradecemos
por
este Maestro que nos das
y
que nos atrae siempre hacia Ti.
DS 109 MS 151-152
Dios
mío, de tal manera amaste al mundo
que
le entregaste a tu Hijo Único (Jn 3,16).
Eres
un Dios derretido en caridad:
eres
amor, sólo amor.
Nos
atraes hacia Ti,
estás
siempre en búsqueda nuestra,
te
sacrificas por nosotros
y
sin embargo escapamos a tu amor.
Nos
das a tu Hijo para instruirnos y unirnos a Ti, Padre suyo.
Tú
que eres plenitud de bondad y de amor,
ilumínanos
ahora,
sálvanos
siempre.
Aleja
de nosotros los falsos razonamientos.
Danos
una fe viva.
Ayúdanos
a parecernos a los pastores de Belén:
quienes
adoraron al Salvador del mundo
envuelto
en pañales
y
recostado en un pesebre.
DS 110-111
Regálame
un corazón que ame de verdad.
Un
corazón que crea,
que
guste las cosas de Dios:
que
corra y vuele tras los pasos de Nuestro Señor Jesucristo.
Desarrolla
en mi corazón
ese
germen divino que es el amor.
Dame
un corazón humilde y discreto,
dispuesto
a compartir la cruz del Salvador.
Enséñame
a caminar
sin
resistencias, sin murmuraciones, sin inquietud.
¡Seguirte
Jesús me basta!
¡Regálame
un corazón ardiente y apasionado!
DS 111-113
Dios
Padre nuestro,
con
Jesús queremos adorarte, alabarte,
y
decirte: “¡aquí estamos!
nos
entregamos totalmente a Ti,
para
tu gloria”.
Danos
tu Espíritu, para que vivamos de tu vida divina.
Te
damos gracias por la Eucaristía que nos entregas,
es
el alimento de tus hijos,
nos
vuelve todavía más tus hijos.
Enséñanos
a comportarnos como auténticos hijos tuyos.
Eres
el Padre que nos regalas este maravilloso don:
por
tu Hijo
y
por tu Espíritu
¡nos amas realmente!
Nuestra
deuda por este grandísimo regalo es inmensa.
Queremos
amarte, obedecerte e imitarte;
queremos
corresponderte como te lo mereces.
¡Padre,
inmenso es tu amor!
MS 171-172
Dios
mío, te haces el Maestro de nuestros corazones,
quieres
hacernos felices
y
nos das tu propia felicidad.
Maestro
interior,
queremos
concurrir a tu escuela,
Nos
ponemos bajo tu conducción.
Danos
santos pensamientos
y
permítenos realizarlos.
Que
nuestras oraciones y acciones comiencen en Ti
y
que terminen en Ti.
Nos
ponemos bajo la conducción de tu Espíritu de Amor,
que
todo nuestro ser, cuerpo y alma,
no
tenga sino un único movimiento,
un
sólo impulso;
que
se ponga bajo la conducción de tu Espíritu de Amor;
que
diga sin cesar: ¡Aquí estoy!
DS 145-146
Padre,
déjame vivir en tu alegría,
que
se irradie en toda mi conducta,
en
mis relaciones contigo.
en
mis relaciones con mis hermanos;
aún
más, que se irradie desde mi mismo.
Tienes
tu mirada puesta en mí,
para
volverme puro,
para
protegerme,
para
colmarme de tus beneficios.
Con
María digo y repito sin cesar:
“Mi
alma canta la grandeza del Señor”
Sí,
verdaderamente, El Señor es excelso. ¡Yo lo alabo!
Mi
buen Padre Dios, me miras
y
mi todo mi ser se inunda de alegría.
En
Ti, toda mi fe.
En
Ti, toda mi confianza y esperanza.
En
Ti, todo mi amor.
Enséñame
a amar a mis hermanos
y
a entregarme a su servicio.
DS 135
en
lo recóndito de mi corazón.
Anhelas
posesionarte de mí,
anhelas
esclarecerme,
anhelas
hacerme vivir de tu vida divina.
hay
como una fermentación incesante
que
mantiene tu mano creadora,
y
que me impulsa a abandonarme en Ti,
que
siempre estás en mi búsqueda.
Mi
Dios, en tu presencia mi alma permanece callada,
me
entrego a Ti.
Que
tu Palabra todopoderosa descienda sobre mí,
que
habite en mí.
DS 144-145
¡Señor,
ten piedad de mí!
¡Señor,
no sea yo un obstáculo
para
la obra de tu gracia!
No
puedo sino plantar y regar la semilla,
pero
de nada esto aprovecha,
si
no estás presente para hacerla crecer.
¡Eres Tú, mi Dios,
quien da el crecimiento!
(ver
1 Cor. 3,7) DS 146-147
Dios
nuestro,
enséñanos
a amar desde lo recóndito del
corazón.
Que
la oración suscite el amor:
nos
fusione contigo.
Aquí
estamos silenciosos y recogidos a tus pies,
dispuestos
a cuanto desees.
¡Ojalá
nuestra vida sea una oración incesante!
Sea
una oración cada uno de nuestros actos,
que
atraiga y aumente en nosotros
la
vida según el Espíritu Santo:
No
queremos ser hombres de oración,
sino
la oración misma. (S. Gregorio)
DS 149; MS 293
Dios
Padre nuestro,
imprime
tu ley de amor en nuestro corazón,
seremos así hombres justos:
entonces
gustaremos en verdad lo que es bueno.
Concédenos
este amor que nos permite hacer mucho más
de
lo que piden los mandamientos todos.
Concédenos
este amor que permitió a Felipe encontrar al Mesías
cuando
a su alrededor la muchedumbre preguntaba:
“De
Nazaret, ¿ puede salir algo bueno? (ver
Jn. 1, 43-45)
Concédenos
ese amor que ha permitido a la pecadora perdonada
verter
lágrimas sobre los pies de Jesús,
mientras
que los fariseos, seguros de su virtud,
y
llenos de desprecio hacia aquella mujer,
son
reprobados por Jesús. (Luc. 7,
36-56)
Concédenos ese amor que, en la mañana de Pascua,
hizo
correr a las santas mujeres hacia la tumba vacía,
mientas
que los Apóstoles no estaban dispuestos a escucharlas
y
los discípulos de Emaús seguían descorazonados.
(ver Luc.24,1-24)
Concédenos
ese amor que hace caminar tan bien y mejor
que
cualquier regla y cualquier mandamiento.
Concédenos
ese amor que permitió a los primeros cristianos
estar
tan unidos en corazón y en espíritu.
(ver
Hech. 2, 42-47;4,32-37;5,12-16).
Concédenos
ese amor que unía tan estrechamente
a
S. Ignacio de Loyola que vivía en Roma
con
S. Francisco Javier que estaba en la India:
y
lo hacía caminar bajo la inspiración del Espíritu Santo.
Concédenos
ese amor por el cual los condenados a muerte,
en
la escuela del Espíritu Santo. se convierten en héroes.
Concédenos
ese amor que permite a los pecadores
transformar
su corazón.
Vuélvenos
dóciles al Espíritu que nos empuja a decir:
“Quiero
volver a la casa de mi Padre”(ver Cl. 15,18)
DS 149-151
Señor,
por boca de tu santo profeta, prometiste:
“Pondré
mi Ley en lo más recóndito de ellos mismos,
la
inscribiré en sus corazones.
Seré
su Dios y ellos serán mi Pueblo.
No
precisarán ser instruidos,
ni
por sus compañeros ni por sus hermanos.
Todos
me conocerán
desde
el más pequeño hasta el más grande.” (Jer.
31-34)
Te
agrada convertirte personalmente
en
maestro y formador nuestro.
Mantienes
tu promesa:
gracias
a tu Hijo Jesús muerto y resucitado
expandes
el Espíritu Santo en nuestro corazón.
Es
quien nos ama y vuelve fecunda todas nuestras acciones.
Gracias
al Espíritu nos convertimos
en
piedras vivas de la Jerusalén del cielo.
Que
tu Espíritu nos enseñe esto:
la
ley está hecha para el hombre,
y
no el hombre para la ley
(ver
Mc. 2,27).
También
esta otra verdad: el
amor está más allá de la ley.
Que
tu Espíritu no nos permita contar con nuestras solas fuerzas,
porque
eres un Dios que se oculta a los sabios
y
te muestras a los pequeños.
Aunque
no podamos hacer nada,
que
tu Espíritu nos haga esperar todo,
en
Ti, que eres nuestra fortaleza
Que
tu Espíritu nos repita sin cesar la palabra de Jesús:
“Mi
yugo es suave; y mi carga, liviana”.
(Mt. 14,30)
Que
tu Espíritu aleje de nosotros a Satán:
que
nuestras ideas y nuestra voluntad no cuenten para nada,
sino
solamente tus ideas y tu voluntad.
Ayúdanos
a estar unidos a tu Espíritu de verdad y amor;
transformando nuestras apreciaciones y sentimientos,
sacando
el bien del mal.
¡Espíritu
del Hombre Nuevo, deposita tu ley de amor
en
lo recóndito de nuestro corazón!
DS 157-161
Señor,
lo
que los felices habitantes del cielo hacen, viéndote,
queremos
hacerlo, creyéndote:
queremos
respetarte, siendo todos uno en tu corazón,
sin
llegar tarde,
sin
poner condiciones,
sin
vuelta atrás;
no
queremos retroceder ante ningún sacrificio,
ante
ningún esfuerzo;
queremos
cumplir aquel anhelo de Jesús:
“¡Que
sean uno!” (ver
Jn.17,21),
aquí
en la tierra como en el cielo. DS
170-171
Señor
Dios nuestro,
deseamos
responder a tu llamado,
esforzarnos
entera y exclusivamente
en
lo que debemos realizar, con humildad,
con
especial reconocimiento hacia Ti.
Concédenos
mucha generosidad
para
corresponder a tu gracia
sin
sobrepasarla,
sin
salir de los límites de nuestra posición.
¡Señor,
inmensamente bueno, ojalá siempre busquemos
el
bien que Tú quieres,
y
no el que nosotros anhelamos.
¡Que
solamente permanezcamos en nuestra posición!
¡Somos
tan miserables
y
Tú inmensamente bondadoso!
¡Condúcenos
por el camino del amor!
Cuando
poseemos el amor, todo poseemos;
entonces contigo somos una
sola persona. (ver 1Cor. 6,13)
“Aquel
que me ama, será amado por mi Padre
y
yo me manifestaré a Él” (Jn.
14,21)
En
los límites en donde nos has colocado,
concédenos
entregarnos y prodigarnos
ni
fuera de lugar, ni de manera desordenada,
sino
obedeciendo siempre, aunque debamos dar nuestra vida.
¡Busquemos
únicamente estar unidos
siempre,
siempre,
a
Nuestro Señor Jesucristo! DS
230-232 MS 197-199
Dios
mío,
allí
donde me has colocado,
que
haga lo que Tú quieres,
como
Tú lo quieres;
sin
salir de mi posición,
que
ame a todos sin excepción,
que
busque mi salvación y mi perfección,
y
también la salvación y perfección de mis hermanos,
sin
escuchar los ruidos que me circundan
o
están en mi interior.
Conviérteme
en servidor,
en
colaborador del Corazón de Jesús.
DS 237-239
Deseo
contemplarte, Señor,
anhelo
conocerte y amarte.
¡Tu
amor encienda mi corazón!
Enséñame
a orar siempre.
No
sé si te amo, si soy digno de tu amor,
pero
mucho me empequeñezco
para
permanecer en tu amor,
para
encontrarme con el amor si aún no lo estoy.
Señor,
me abandono a tu misericordia infinita.
Vuélveme
siempre más pequeño
para
que tu Espíritu me proteja contra las ilusiones del demonio.
¡Enséñame
a contemplar!
DS 260-261 (MS 299)
Háblanos
incesantemente, Señor.
Deposita
en nosotros un anhelo que no cese de fermentar,
para
ser capaz de escucharte.
¡Allí
está la felicidad!
Háblanos
incesantemente:
que
ese anhelo fermente en nosotros persistentemente,
lo
necesitamos,
nos
esforzamos por dejarnos enamorar,
por dejarnos poseer.
¡Allí
está la felicidad!
MS 264
¿qué quieres de mí?
Ayúdame
a cumplir siempre mejor
mi
trabajo de cada día .
Concédeme amar simplemente
las
personas y las situaciones que deba amar.
Quiero
imitar mejor a Jesucristo.
Quiero
orar con profunda humildad,
con total confianza,
sin jamás cansarme.
Dame
la inteligencia necesaria para reflexionar.
Dame
el coraje de abrirme con quien deba hacerlo.
Dame
la fuerza para obedecer sin llegar tarde,
sin
poner condiciones,
sin
vuelta atrás,
antes
por amor que por otro motivo.
DS 281-282
Señor,
enséñanos a practicar
la
inmensidad de la caridad,
quedándonos
allí donde estemos.
¡Tú
haces de nosotros la luz del mundo! (Mt.
5, 14)
Así
como el sol ilumina la tierra,
la
vuelve fecunda
y
le da vida,
que
nos iluminemos unos a otros
por
acciones constructivas,
luminosas,
fructuosas.
Que
cada uno de nosotros se interese por todos sus hermanos,
y
sea para ellos un verdadero sol.
Lo
cual no se realiza sin obstáculos,
enséñanos
a vencerlos por la oración:
¡que
seamos una oración incesante!
DS 312-313
Enséñame,
Señor, la discreción
frente
a los defectos y pecados de los demás,
no
soy responsable de muchos de ellos
y
no me compete juzgarlos ni corregirlos.
Ayúdame
a permanecer en mi lugar,
allí
donde Tú me quieres.
Enséñame
la paciencia con la oración:
“¡Dios mío, ven pronto en mi ayuda,
apresúrate a socorrerme!”.
Junto
con la paciencia y la súplica,
concédeme
también la caridad:
la
que me vuelve verdaderamente paciente,
la
que me inspira una súplica auténtica.
Enséñame
a callarme
esperando
el momento que elijas.
¡Ojalá
aprecie, Dios mío, estas verdades tan importantes!
Señor,
ten piedad de mi poca fe;
ilumíname,
ayúdame a amar tu cruz divina.
¡Señor,
ten piedad de todos nosotros!.
DS 336-338
a
veces das tus gracias espectacularmente,
le
sucedió a Pablo en el camino de Damasco.
Muy
a menudo obras sin hacer mucho ruido:
enséñanos
a recibir tus gracias
Vuélvenos
semejantes a las jóvenes sabias (ver Mt. 25,1-13):
que
estemos dispuestos a seguir a
Cristo, el Esposo,
aún
en medio de la noche;
ayúdanos
siempre a guardar suficiente aceite, suficiente fe,
para
que luego no lloremos:
“¿Por
qué tarda tanto?” “¿No vendrá?”
Tus
gracias a menudo llegan de una manera desapercibida,
ayúdanos
a recibirlas siempre.
Cuando
hablas,
que
tengamos la intención pura,
que
seamos capaces de escucharte.
Ojalá
estemos siempre escuchándote,
para
nuestro bien,
para
el bien de nuestros hermanos,
para
el bien de la Iglesia, tu familia.
Tu
Espíritu sopla donde quiere (ver Jn. 3,8).
Queremos
fijar nuestros ojos en Jesús, el Cristo:
en
su vida,
en
sus acciones,
en
su manera de ser,
en
su manera de vivir...
¡Danos
un corazón semejante al suyo,
queremos
obrar como Él!
Es
nuestro único Salvador;
cuando
lo miramos
nos
cura de las malas inclinaciones
que
podrían conducirnos a la muerte (ver Jn. 3,14).
Ayúdanos
a decir con San Pablo:
“Para
mí, vivir es Cristo” (Fil.
1,21).
¡Sí,
sólo Jesús es vida nuestra!
DS 340-341 – MS 296-298
Señor,
enséñanos a obrar por amor,
ayúdanos
a amar
porque
primordialmente Tú eres bueno;
danos
la mejor de las intenciones, las del mismo Jesús:
“Aquí
estoy para cumplir tu voluntad” (Heb.10,7)
“Mi
alimento es cumplir la voluntad
de
aquel que me ha enviado” (Jn.
4,34)
Como
Jesús,
nosotros
queremos cumplir esta tu divina voluntad en lo que nos pide
allí
donde estemos,
por
ella queremos alabarte,
glorificarte,
servirte
y
por fin salvarnos.
Queremos
seguir el consejo de San Pablo:
“Sea
que coman,
sea
beban,
sea
que realicen lo que realicen,
todo
sea para la gloria de Dios”. (1Cor.
10,31)
¡Vuelve,
Señor, todas nuestras acciones santas!
Ponemos bajo tu mirada
todas
nuestras acciones ordinarias
de
cada día.
MS 281-283
Señor
Jesús, nos diste esta perfecta regla:
“Todo
cuanto hagan a uno de mis hermanos,
aunque
sea el más pequeño,
a
mí me lo hacen” (ver Mt. 25,40).
Sabemos
que jamás seremos perfectos,
incluso
los Santos han tenido sus límites.
Sólo
Tú, Jesús, seguiste la ley del amor:
así
te conviertes en la regla de las reglas,
porque
eres el camino,
la
verdad,
y
la vida (ver Jn. 14,6).
Que
por este sendero corramos,
o
quizás caminemos,
o
por lo menos nos arrastremos.
¡Que
no vayamos nunca contra el amor!
¡Danos
fuerza para más y más amar!
DS 163
Jesús,
Hijo de Dios,
te
has vuelto semejante a nosotros,
para
que seamos semejantes a Ti,
para
que vivamos de tu vida;
quieres
llenarnos de tu Espíritu,
de
tu amor.
Contigo
queremos cumplir la voluntad de Dios,
sea
cual sea.
Solos,
no podemos amar a Dios dignamente;
únicamente
en Ti y por Ti
expresamos
a Dios un amor digno de El.
Por
María, Dios se entrega a nosotros:
se
interna en lo más profundo de nosotros.
Concédenos,
oh Jesús, el Dios que nos ama,
que, en Ti y por Ti, sepamos amar como Tú lo haces. MS190
Danos
amar con ternura y fortaleza:
que
amemos a los hombres
odiando
totalmente al mal;
que
seamos misericordiosos,
sin
volvernos cómplices del pecado.
Tú,
Salvador nuestro,
has
sido bondadoso con la mujer adúltera (ver Jn.8,1-11)
y
con la samaritana (ver Jn.4, 1-42);
has
respetado a las personas,
luchando
siempre contra el mal que anida en el corazón.
Has
dicho "¡Maldito quien de Ustedes!” (Mt.23, 11)
únicamente
a los obstinados,
a
los empedernidos,
a
aquellos que hacen la guerra contra la verdad evidente.
Concédenos
estar muy atentos con nuestros hermanos,
y
también saber corregir los defectos con ternura
cada
vez que sea necesario.
DS 163-164
Dios
mío, ¿quién soy yo?
Por
mí mismo, nada.
Con
todo yo he salido de tus manos providentes:
me
has coronado de honor y de gloria.
Me
has regalado un espíritu capaz de conocerte,
amarte,
servirte,
y
gracias a ello,
me
permites gozar de tu bondad infinita.
¡Así
te has dignado crearme! GRACIAS, SEÑOR.
MS 220
Dios
misericordioso,
inmenso
es para con nosotros tu perdón.
Amas
tanto a los hombres
que
les regalas a tu Hijo único como Salvador:
se
hace un ser humano;
nos
reconcilia contigo por su muerte;
nos
abre la entrada al cielo
por
su resurrección
y
su ascensión;
nos
instruye también con sus enseñanzas,
nos
admira y conmueve con sus milagros,
nos
convierte por el Espíritu Santo,
la
gracia y los sacramentos renuevan nuestra vida
nos
fortalecen
nos
alimentan.
Tu
Hijo nos consagra:
por
su sacrificio, nos vuelve dignos de Ti.
MS 225
Señor
Dios nuestro, todos los beneficios vienen de Ti;
pero
quieres que tengamos nuestra parte de trabajo.
Concédenos
la fuerza de realizar cuanto pides.
Y
luego de haber hecho todo, solamente entonces podremos decir:
“Somos
servidores inútiles” (Lc. 17,10)
No
sabemos si somos dignos de amor o de odio.
No
es nuestra gloria la que buscamos,
sino
la tuya, Señor
.
DS 318-319
Señor,
te devuelvo cuanto me has dado.
Dios
mío, cuán sabia y tierna es tu mano:
Tú
me elevas,
poco
a poco y con tanta bondad,
en
todo aquello que necesito de Ti,
y
luego me das tu gracia,
me
colmas de tus beneficios.
¡Gracias,
Señor!
MS 295
Señor,
cuando pides algo a alguien,
es
para darle mucho más.
A
la Samaritana,
le
pides algunas gotas de agua;
y
enseguida le muestras el agua viva:
esa
agua que salva
y
que impide tener sed de los placeres de este mundo,
que
se convierte en una fuente inagotable en lo profundo del corazón.
(ver
Jn 4,1-15)
¡Señor,
gracias por cuanto nos das!
MS 305
Señor
Jesús,
muy
a menudo te pedimos:
“¿Qué
haremos?”
Sin
embargo quieres que vivamos en paz,
y
que muramos en paz.
Nos
dices: “Vivan sin inquietud”.
Y,
después de tu venida entre nosotros,
la
paz pertenece a los hombres de buena voluntad:
los
ángeles cantaron en Belén:
“Gloria
a Dios
y
paz a los hombres que ama el Señor”. MS 307 DS 90
Señor,
vuélvenos perfectos,
no
multiplicando nuestras actividades,
sino
cumpliendo nuestros deberes
exacta
y fielmente,
ni
más ni menos,
pero
esto sin límites.
Allí
donde estemos,
que
desarrollemos la inmensidad de la caridad.
Únicamente
a Ti es a quien miramos;
y,
por amor a Ti, nos esforzamos en cumplir tu voluntad;
no
deseamos nada más.
Aleja
de nosotros las ilusiones del amor-propio.
MS 357
¡Señor,
otórganos la felicidad de amarnos verdaderamente!
Que
practiquemos la caridad
permaneciendo
en nuestra posición.
Que
podamos entendernos
con
cualquier clase de personas,
sin
distinción.
Que
logremos trabajar juntos por una sola meta.
Que
realicemos el deseo de Jesús:
“Que
sean uno,
como
nosotros somos uno”. (ver Jn 17,11)
MS 358
Jesús,
Hijo de Dios, te hiciste hombre
porque
Dios quiere que lo amemos.
No
pensamos bastante en Dios,
nos
volvemos hacia otras realidades;
entonces
Dios viene al encuentro nuestro:
te
da a nosotros.
Y
Tú, su Hijo, te das a nosotros
para
atraernos.
En
Ti, tenemos el modelo del verdadero amor:
eres
Dios que ama a Dios.
Y
como somos muy débiles,
vienes
también en nuestra ayuda.
Tú,
la Palabra de Dios hecha hombre,
nos
atraes con fuerza,
eres
un perfecto modelo,
eres
el camino seguro que nos une con Dios.
Nos
entregamos a Dios,
por
amor a Ti, a ejemplo tuyo,
por
Ti, Hijo de Dios hecho hombre.
Nos
dijiste:
“Amarás
al Señor, tu Dios
con
todo tu corazón,
con
toda tu alma
con
todo tu espíritu,
y
con todas tus fuerzas” (Mc 12,30)
Quien
no tiene necesidad de nada , no pide nada,
sino
ser amado.
Dios
no tiene necesidad de nada:
no
pide nada,
sino
ser amado.
Tu
Padre sólo exige de nosotros un amor puro,
ofreciéndole
ese único presente,
lo
honramos.
Tu
Padre es el verdadero Rey,
y
su corazón inconmensurable viene al encuentro de nuestro corazón:
en
su misericordia,
nos
entrega mucho más de lo que pedimos desde nuestra miseria.
Concédenos
imitar su Corazón.
Tu
Corazón se entrega plenamente al Padre:
como
lo haces Tú, que la voluntad suya
sea
todo nuestro vivir,
nuestro
deleite,
nuestro
alimento,
nuestro
sostén,
siempre
¡“Aquí
estoy”!
(Hebr 10,7)
“Sí,
Padre mío, este es tu beneplácito” (Lc
10, 21).
MS 55-56
Señor
Jesús,
habitaste
entre nosotros (ver Jn 1,14)
únicamente
por amor viniste hacia nosotros,
tu
corazón desborda amor.
Tú,
la Palabra de Dios, te das un Corazón rebosante de amor
y
vienes a nuestro mundo.
Tú,
el Rey Salvador, te pones en la mano de Dios
y
te conviertes en un ser humano,
desde
entonces dices: ¡"Aquí estoy”!.
¡Corazón
de Jesús! es la síntesis del cristianismo todo.
Creer
en el amor que Dios nos tiene,
es
la síntesis de nuestra fe.
“Hemos
conocido el amor que Dios nos tiene,
hemos creído en este amor.
Dios
es amor,
y
el que permanece en el amor,
permanece
en Dios
y
Dios permanece en él”. (1 Jn 4,16).
Hijo
de Dios, te hiciste hombre
lo creemos.
Tú
amas:
y
haces todo por amor.
Puesto
que creemos, queremos imitarte.
Corazón
de Jesús, amas a todos los hombres,
y
quieres reunirlos en Ti.
Danos
un corazón semejante al tuyo,
un
corazón grande y abierto,
un
corazón que no excluya a nadie de su amor.
Suscita
en nosotros los mismos sentimientos
que
están en Ti. (ver Fil 2,5)
MS 65-66
Dios
mío, eres espíritu,
te
adoramos en espíritu;
eres
la verdad,
te
adoramos en verdad;
sólo
Tú eres Dios,
no
nos atamos a ninguna cosa, obra del hombre,
sino
solamente a Ti.
Dios
mío, eres eterno,
delante
tuyo no somos nada,
y
sin embargo nos llamas a alabarte siempre,
por
los siglos de los siglos.
Dios
mío, nunca cambias
y
un sólido apoyo tenemos en Ti.
Queremos
amarte con un amor inconmovible,
danos
siempre una verdadera piedad.
Dios
mío, de nadie dependes
y
nosotros dependemos de Ti.
Dios
mío, estás presente en todo lugar
y
podemos adorarte y suplicarte en todo lugar.
Dios
mío, todo lo ves;
eres
todopoderoso, infinitamente perfecto;
queremos
agradarte siempre y en cualquier lugar;
queremos
adorarte y esperar en Ti
sobretodo
en la debilidad y en la angustia.
Dios
mío, lo diriges todo;
nos
abandonamos en tu benevolencia.
MS 82-83
Oh
Dios, te adoramos en espíritu y en verdad.
Oh
Dios, eres Dios:
no
podemos comprenderte,
eres
nuestro gran Rey,
eres
bueno.
No
podemos comprenderte:
te
admiramos,
nosotros
somos una nada ante Ti.
Eres
nuestro gran Rey
y
estamos en el cuenco de tu mano.
Eres
bueno:
te
amamos
y
corremos hacia Ti.
MS 109
Señor,
a
nosotros, los hombres,
nos
creaste
para
alabarte, bendecirte y servirte,
a
Ti que eres el Señor, Dios nuestro;
y,
por este camino, ser salvos.
Hombres,
nos
hiciste capaces de conocer,
de
amar,
de
obrar.
Nos
creaste:
nada
tenemos por nosotros mismos
nada
somos por nosotros mismos.
Cuanto
tenemos,
cuanto
somos,
lo
hemos recibido.
Nada
tenemos,
nada
somos
que
no lo hayamos recibido.
Somos
tu obra:
¡qué
origen maravilloso!
Y
Tú, Señor, nos aprecias entre todas tus obras,
¡cuánto
nos amas!
¡cuánta
atención nos brindas!
Para
alabarte, bendecirte y servirte.
Señor
Dios nuestro, queremos alabarte:
queremos
reconocer públicamente,
por
todos los medios posibles,
que
eres Dios más allá de todo.
Te
bendecimos,
a
Ti que estás a nuestro lado.
Te
servimos,
queremos
depender de tu voluntad,
de
tu beneplácito,
queremos
obedecer tus mandamientos.
Por
este camino somos salvos.
Ser
salvado, es verte
amarte,
agradarte,
satisfacer
tu corazón.
Ser
salvado, es estar unido a Nuestro Señor Jesucristo
con
la Santísima Virgen María, los Santos
y
los ángeles.
¡Qué
felicidad!
Señor
nuestro Dios,
mereces
verdaderamente ser alabado, bendecido y servido:
es
infinitamente justo, infinitamente conveniente.
Y,
para nosotros los hombres,
alabarte,
bendecirte y servirte,
a
Ti Dios y Señor nuestro
debe
sernos natural.
Sí,
ahí está nuestro único fin.
¡Qué
alegría! ¡Qué felicidad!
Señor
Jesús, queremos seguirte,
lo
deseamos sin llegar tarde, sin poner condiciones, sin vuelta atrás.
Alabar,
bendecir y servir a nuestro Dios,
y
nada más.
MS 104-105
(oración compuesta a partir de un texto que Miguel Garicoits
proponía al comienzo de sus retiros)
Señor
Dios nuestro,
caminamos
hacia Ti, unimos nuestra voluntad a la tuya,
concédenos
obedecerte cada vez más,
para
acercarnos cada vez más,
a
Ti que eres el único Santo.
Nos
pides amarte con todo nuestro corazón;
es
el primero y el mayor de los mandamientos.
Dos
amigos buscan no tener sino los mismos deseos
y
una única voluntad:
que
nuestra voluntad sea pues conforme a la tuya ,
queremos
amarte.
MS 112
Señor,
te amamos.
Nos
alegramos de todo lo que tienes,
de
todo lo que eres;
nos
regocijamos de todo lo que tienes,
de
todo lo que eres;
deseamos
que seas glorificado
por
nosotros y nuestros hermanos;
es
tu gloria la que buscamos.
Queremos
únicamente tu beneplácito:
obedecer
tus mandamientos,
seguir
tus consejos,
hacer
todo lo que te place;
queremos
unir tu voluntad a la tuya,
queremos
seguir tu voluntad.
MS 113
Dios,
Padre mío,
aunque
un ángel viniese a anunciarme
que
toda mi vida se ha desarrollado en el pecado,
yo
no me descorazonaría,
aunque
no me quedaran sino unos minutos para vivir.
Vendría
a arrojarme en tus brazos , Padre:
Te
gritaría: “¡Padre, Padre, perdóname!”
Estoy
seguro que me acogerías
como
el padre de un niño perdido y encontrado.(ver Lc 15,11-32) MS 133
Señor
Jesucristo,
vienes
hacia nosotros Tú que eres el Hijo del Dios Altísimo,
Dios
nacido de Dios,
luz
nacida de luz.
Del
corazón de tu Padre,
¡vienes
al seno de la Virgen Madre!
¡qué camino nos muestras!
¡Enséñanos
a seguir tu camino!
MS 145
Señor
Jesús,
te
anonadas, te haces nada:
OH DIOS, TÚ TE HACES HOMBRE.
¡Pero para cual elevación!
¡Para que el hombre viva en Dios!
¡Señor,
gracias por tanto amor!
MS141
Señor
Dios,
vivimos
en un mundo material,
nos
revelamos contra Ti, nos volvemos esclavos de nuestros sentidos;
nos
hacemos incapaces de sentir y de gustar las cosas espirituales.
Todos
nuestros pensamientos,
nuestros
juicios,
nuestros
deseos,
todos
nuestros intereses
se
vuelven hacia las cosas de la tierra,
hacia
lo que podemos ver y tocar.
¡Esa
es nuestra desgracia!
Y
con todo tienes piedad de nuestra debilidad.
Tú,
espíritu invisible a nuestros ojos,
a
quien nadie puede aprehender,
¡te
has manifestado en tu Hijo Jesucristo!:
has
vivido en medio de nosotros,
un
pobre,
un
niño,
un
justo maltratado.
Desde
allí toca nuestro corazón
y
nos arrastra hacia Ti.
¡Por
tu amor infinito: gracias Señor! MS
152-153
Señor,
queremos
ser salvos y volvernos perfectos como tu Padre, (Mt 5,48)
queremos
que sean salvos nuestros hermanos
y
se vuelvan perfectos.
Ése
es nuestro trabajo:
emplearnos
totalmente en eso,
para
nosotros , es vivir;
emplearnos
negligentemente en eso,
es
venirnos a menos;
no
emplearnos en eso,
es
morir.
Trabajar
en evitar el infierno, en ganar el cielo,
en
salvar a los hombres por quienes tanto has sufrido:
¡qué
bella misión!
Danos
la fuerza de poner allí todos nuestros cuidados;
que
no tengamos miedo de hacer demasiado:
¡Jamás
haremos bastante!
MS164-165
Señor,
dilata
nuestros corazones, eleva nuestras miradas,
ayúdanos
a levantar vuelo:
en
nuestro obrar, queremos agradarte siempre
sin
buscar nada más.
Queremos
seguir el camino de los santos.
Jesús
no buscó sino agradarte.
María
se olvidó de sí,
y
siempre ganó.
Perdiéndonos
en Ti,
ganaremos
mucho más.
MS196
Dios
Padre nuestro,
nuestro
deber es amarte más que todo
y
más que todos los hombres;
debemos
ofrecerte los más grandes sacrificios, darte las mejores cosas,
para
testimoniarte nuestro amor.
¿Qué
podemos ofrecerte cuando todo te pertenece?
No
podemos devolverte lo que Tú mismo nos has dado;
porque,
aún lo que nos has dado, te pertenece.
Nos consagramos totalmente a Ti, en cuerpo y alma, por amor;
¡no
es sino justicia!
MS 194
Padre
nuestro, quieres ser el Dios de nuestro corazón
y
no de nuestra inteligencia.
A
tus ojos , las más bellas cualidades del espíritu no cuentan,
sino
que amas únicamente el corazón humilde y obediente.
Muchos
se engañan queriendo conocerte sin buscar amarte.
Las
palabras no sirven de nada si el corazón no es puro,
si
la voluntad no es recta.
Padre
nuestro, ayúdanos a conocer nuestra miseria,
y
muéstranos cuánto nos amas.
Enséñanos
la humildad y el amor.
Haz
de nosotros, no hombres de oración, sino orantes incesantes:
sin cesar gritemos: ”Dios mío, ven en mi ayuda”.
Ayúdanos
a buscar la verdad y vendremos a la luz (Jn
3,21)
Ayúdanos
a buscar la verdad practicando lo que enseñamos,
practicando
lo que aprendemos,
en
nuestra vida de cada día.
Purifica
diariamente nuestros corazones,
que
paso a paso subamos hasta Ti.
Feliz
el hombre a quien ayudas:
ha
puesto en su corazón los caminos
que
lo conducirán hacia Ti.
DS 154-155 MS 191
María,
eres la llena de gracia.
Siempre
evitas del pecado;
haces
siempre el bien:
eres
muy hermosa,
vives
siempre en la luz.
A
todos los santos sobrepasas,
porque
jamás pecaste, ni grave ni levemente;
jamás
has conocido el pecado.
María,
eres llena de gracia aún en tu cuerpo:
tu
alma está siempre unida Dios,
y
mucho más aún tu carne:
¡Concibes
al Hijo de Dios,
en
tu cuerpo se hace carne!
María,
eres la llena de gracia,
y
colmas de gracia a todos los hombres: ¡qué felicidad!
Non
buscas salvarte sola o con algunos hombres,
sino
quieres que todos se salven: ¡qué felicidad!
Nos
volvemos hacia Ti
para
sentirnos salvados.
¡Oh
María, estás llena de luz,
ilumínanos!
MS 207
Señor,
quieres hacernos conocer,
cuán
bueno eres, cuán inmenso.
Reconocemos
cuán pequeños somos,
sabemos
que el mal nos fascina;
sin
embargo sólo a Ti es a quien queremos amar.
Deseamos
amarte más que a nosotros mismos;
deseamos
someternos a Ti,
y
a cualquier otra persona por amor a Ti.
Renunciamos
totalmente a nuestra voluntad para hacer la tuya.
Todo
esto, lo hacemos para alabanza y gloria de tu nombre;
buscamos
solamente agradarte;
mereces
con razón que tus criaturas te amen y te obedezcan.
Tu
Espíritu deposite esta ley de amor en nuestro corazón.
El
Salvador nos recomienda este renunciamiento:
aquí está el yugo tan dulce, la carga tan liviana, la
perfecta obediencia,
así
nos lo muestra por sus palabras y sus obras, tu Hijo, Nuestro Señor.
MS 230
Señor,
nos das tus beneficios;
nos
dices a cada uno:
“En
el momento favorable, te escucho,
en
el día de la salvación, te socorro” (Is
49,8)
Ayúdanos
a saber recibir tus beneficios cuando nos los otorgas,
sin
esperar mañana, sin dejarlos pasar de largo,
quizás
mañana sea ya muy tarde.
Sin
lugar a duda otorgas tus beneficios a la Iglesia, a tu Familia,
y
se los otorgarás hasta el fin de los tiempos.
Pero
para cada uno de nosotros, el tiempo es corto,
el
momento favorable es limitado:
enséñanos
a aprovecharlos cuando los tenemos a mano,
enséñanos
a acoger tu misericordia cuando se presenta:
en
el curso del noviciado, en este año, en la ocasión de esta fiesta...MS 235
Señor,
nada puedo por mí mismo,
pero
me muestras el camino.
Concédeme
avanzar con corazón magnánimo y voluntad decidida.
Contigo
nada tengo que temer.
Señor,
estás conmigo
como
un guerrero poderoso (Jr 20 11)
Dame
una voluntad recia
y
el coraje de seguirte siempre.
MS 241
Señor,
enséñame la obediencia:
que
vea a Jesucristo en quien me has dado por superior.
Enséñame
a amar:
que vea a Jesús en quien padece necesidad
(Mt 25,40).
Enséñame
la paciencia,
y
que Jesús sea mi modelo.
Enséñame
la humildad:
porque
es la honra de todo cristiano
luego
que tu Hijo se anonadó
y
se hizo un hijo de hombre.
Enséñame
el desprendimiento:
por
Jesús tu Hijo por quien me hiciste para Ti,
me
adoptaste,
me
has vuelto capaz de servirte,
de
servirte sólo a Ti, mi Dios.
Que
construya en la roca,
sobre
el Espíritu de Jesús el Cristo.
MS 248-349
Señor,
nos valoras mucho,
nos
elevas y nos engrandeces:
nos
das todo lo necesario para vivir permaneciendo fieles a Ti,
nos
haces conocer aquello a lo que nos llamas,
a
participar en tu gloria y tu bondad;
por
tu gloria y tu poder,
nos
prometes cosas muy grandes y preciosas:
al
recibir lo que nos prometes,
podemos
escapar de este mundo desquiciado por los malos deseos,
podremos
tener un solo corazón contigo, Dios Señor nuestro (2P1,3-4).
El
beneficio mayor de todos los beneficios,
el
don más allá de todos los dones: ser en verdad tus hijos.
No permitas que volvamos a nuestra antigua bajeza
haz
que nos dejemos renovar,
que
aceptemos ser tus hijos:
anhelamos
imitarte, Padre nuestro del cielo,
anhelamos
amar lo que amas,
con
tus mismos sentimientos,
buscamos
llevar una vida digna de Ti. MS
255
“Si
no es el Señor quien construye la casa,
en
vano trabajan los albañiles” (S
126,1)
Oh
Dios, te invocamos con confianza:
si
no vienes en nuestra ayuda
trabajamos
inútilmente.
Queremos,
Señor, construir tu casa,
en
nosotros y en nuestros hermanos.
Auméntanos
la fe, la esperanza y la caridad:
la
fe nos sirva de fundamento,
la esperanza edifique los muros,
la
caridad finalice la casa.
Ayúdanos
a construir de este modo,
y
seremos admitidos en el cielo, en tu casa.
Obra
pues en nosotros:
de
Ti viene todo bien,
y
sin Ti nada bueno podemos hacer.
¡Ven
Señor en nuestra ayuda!
MS 621-262
Señor
Dios nuestro,
que
tu ley penetre en cada uno de nosotros:
no
por temor,
porque
así no penetraría en lo profundo del corazón;
sino
por amor,
ya
que sólo así entraría en lo más profundo de nosotros.
Dilate
pues el amor nuestros corazones;
que
hondamente los entreabra
para
que recibamos tus beneficios como rocío fecundante.
Tu
ley no sea jamás escrita sobre durísima piedra,
sino
que penetre en un cirio derretido por el calor que viene de Ti.
Transfórmanos
con tu amor divino,
y
en nosotros vivirá Jesús:
estará
presente en nuestra memoria,
porque
no se puede olvidar a quien se quiere;
estará
presente en nuestra inteligencia,
porque
es el amor el que hace contemplar
las
perfecciones del muy amado que atrae;
estará
presente también en nuestro cuerpo cuando obremos el bien,
porque
es el amor de Jesús el que nos
permitirá amar
y permanecer en el amor. MS 263-264