En avant! Beñat Oyhénart scj

Traducción: Daniel R Martín

 

Adelante, siempre adelante

“ Dios nos ha amado.

Nos ha amado de tal manera

Que nos envió a su Hijo.

Nosotros lo amamos,

porque primero Dios nos amó ” 

(1 Jn 4,10.19)

 

 

 

1  – Jesús, concédeme amar como Tú

2  – Tú nos enseñas a orar

3  – Tú piensas en mí

4  – Me abandono en Ti

5  – Frente a la adversidad

6  – Tú nos das la verdadera felicidad

7  – Me  arrojo en tus brazos

8  – Ayúdanos a conocer tu voluntad

9   – Tú eres mi todo, Dios mío

10 – Tú eres nuestro Padre

11 – Dios, nuestra fortaleza

12 – Señor, eres nuestra fortaleza

13 – ¡Cuánto nos amas!

14 – Dios se me ha entregado

15 – Por siempre, honor y gloria a Ti

16 – Jesús, el Hombre-Dios nos une con Dios

17 – Dios nos ama

18 – Dios derretido en amor

19 –  Corazón apasionado

20 – Gracias por la Eucaristía

21 – Maestro interior y Espíritu de Amor

22 – Vivir en tu alegría

23 – En lo recóndito de mi corazón

24 – Contigo crezco

25 – La oración suscita el amor

26 – Imprime en nosotros la ley del amor

27 – Infúndenos tu Espíritu de amor

28 – Unidos en tu corazón

29 – Discretos y entregados

30 – Amar, sea donde sea

31 – Contemplarte

32 – Nuestra felicidad

33 – Hazme conocer mi vocación

34 – La inmensidad de la caridad

35 – Discreción y caridad.

36 – Amar tus beneficios

37 – Todo por amor

38 – Jesús, regla de amor

39 – Jesús, modelo de amor.

40 – Amar con ternura y fortaleza.

41 – ¿Quién soy yo?

42 – Nos regalas a tu Hijo

43 – Todo viene de Ti, Señor.

44 – Devolverte cuanto me has dado

45 – Tú pides, y eres quien da

46 – Vivan sin inquietud

47 – Sólo lo que pides

48 – La felicidad de amar

49 – Vienes a nosotros para conducirnos al Padre

50 – Corazón amante

51 – Las cualidades de Dios

52 – Adorar en espíritu y en verdad

53 – El fin del hombre

54 – Nuestra voluntad unida a la  tuya

55 – Queremos unir nuestra voluntad a la tuya

56 – Perdón, Padre

57 – Hijo de Dios, vienes a nosotros

58 – ¡Dios-Hombre!    ¡Hombre-Dios!

59 – De nuestra debilidad tienes piedad

60 – Salvarnos y salvar a nuestros hermanos

61 – Agradarte

62 – Nos consagramos totalmente a Ti

63 – Dios de nuestro corazón

64 – María, llena de gracia

65 – Ley de amor

66 – Enséñanos a sacar provecho de tus beneficios

67 – Muéstranos el camino

68 – Danos virtudes consistentes

69 – Contigo un solo corazón

70 – Construir contigo, Señor

71 – Tu amor dilate nuestros corazones

 

1 – Jesús, concédeme amar como Tú

Señor Jesús,

nos entregas la Eucaristía;

te entregas totalmente a nosotros:

no hay un amor más grande posible.

Cuando te entregas con tanto amor,

ves partir a quien te va a traicionar;

 Tú sabes donde está,

                                    ¡y es allí adonde vas!...

Tus discípulos están temerosos,

       ellos que han sido colmados de tus beneficios:

                        ¡ qué cobardes son !

 ¡Guay!, yo me parezco demasiado.     

¿Cuántas veces no los he imitado?

Tú, mi modelo,

                         estás tan calmo,

                        te olvidas de ti mismo,

            estás lleno de atenciones,

continúas amando con un corazón generoso

en medio de un océano de dolores.

¡Esto lo has hecho por mí!

Corazón de Jesús, sufres por mí.  Te quiero pedir:

                        “Crea en mí un corazón puro,

                        renueva en mí un espíritu recto”  (Sal 50,2)

¡Oh Corazón  divino, te quieres volver mí corazón!

Es tu voluntad.

¡Viejo corazón mío, deja sitio al Corazón de Jesús!

¡Desaparece para siempre, viejo corazón!

¡Toma su lugar, Corazón de Jesús!

No quiero más rehusarte nada.

Concédeme amarte. Amén.             DS 47-48; MS 171

 

2 – Tú nos enseñas a orar

¡Padre nuestro!

Oh Cristo, hubieses podido comenzar esta oración

                       

por una palabra más importante:

                        como “creador” o “Señor”.

Pero no has querido que tuviésemos temor,

has elegido una palabra que nos impulsa a amar,

                                                                        a confiarnos.

Gracias por habernos mostrado que Dios es

            nuestro Padre siempre dispuesto al perdón,

nuestro Padre que siempre nos ama.

                                                                                    DS 57-58  MS 132

3 – Tú piensas en mí

¡Dios mío, has pensado en mí!

¡Sin cesar, piensas en mí!

Tú, que con tu inmensidad llenas el cielo y la tierra,

delante de quien todo lo que existe

                                    es como si no fuese,

¡Tú piensas en mí!

Y Jesucristo se deja desgarrar el cuerpo:

busca sólo mi felicidad.

¡Dios mío, te alabo y te doy gracias!  DS 58-59  MS 169

 

4 – Me abandono en Ti

Dios mío, no sé si soy agradable a tus ojos.

Enséñame a hacer siempre bien

cuanto deba hacer.

Me abandono totalmente en tus manos paternales.

Ayúdame a cumplir lo que quieres,

                                                como lo quieres,                       

                                                donde  esté

                                                en cualquier situación.

No merezco tus beneficios.

 ¡Toda mi confianza está en Ti!               DS 58-59 MS 189

 

5 – Frente a la adversidad

Dios mío, aún cuando llegue la adversidad, que sepa decir:

“¡Bendito sea tu nombre, Señor!”

Aún entonces enséñame la paciencia y el amor.

Enséñame incluso a decir “Sí” ante la adversidad

al menos con un comienzo de amor.               MS 127

 

6 - Tú nos das la verdadera felicidad

Señor, nos das lo necesario

                                    para que seamos felices.

La felicidad no depende sino de nosotros mismos,

de aquello que buscamos            .

A menudo nos quejamos de los otros

o de lo que nos acontece.

Pero, Señor, lo primero que debemos buscar,

es tu Reino:

el resto es minucia,

y nos lo darás en abundancia.

Siempre nos concedes lo necesario, más aún lo mejor:

La vida contigo para siempre.                                   MS 127

 

7 – Me  arrojo en tus brazos

En tus brazos, Señor, me arrojo;

Tú me amas mucho más que yo, a mí mismo;

ya me amabas aún cuando estaba todavía contra Ti.

Ahora quiero obedecerte,

ahora quiero cumplir lo que te agrada.

Dios mío, me abandono totalmente  a Ti.

¡Soy todo tuyo!                                                            MS 128

 

8 – Ayúdanos a conocer tu voluntad

Dios Creador nuestro, 

te pertenecemos, queremos conocer tu voluntad

y hacer lo que te agrada.

No podemos salvarnos por nosotros mismos.

A cada uno de nosotros, en lo profundo de su corazón,

nos haces conocer lo que es bueno y lo que no lo es,

lo que es justo y lo que no lo es,

nuestros padres ensayaron seguir este camino.

Por Moisés nos das los mandamientos.

Por Jesucristo Nuestro Señor,

nos has dicho la verdad toda;

por El vuelves claro lo que nuestros padres buscaron

y lo que tu Pueblo aprendió.

Queremos adorarte y amarte,

nada es más justo,

más grande,

más ventajoso.

Con todo somos débiles:

que tu Espíritu  venga en nuestro socorro,

 te lo suplicamos

- y jamás rehusas tu Espíritu a quienes te lo piden –

entonces nos podrás ordenar lo que quieras.

“Nada es difícil para quien ama”

Enséñanos a seguir tu ley por amor;

ella nos muestra lo que te agrada;                         MS 118-119

y lo que te agrada es que te queramos mucho.

 

9 - Tú eres mi todo, Dios mío

¡Eres mi todo, Dios mío!

Estás conmigo, en verdad nada me falta.

Señor, eres Tú quien me conduce.

Cuando necesito una gotita de agua me ofreces el océano.

Todo me lo das con abundancia infinita.

Fuera de Ti todo se hace difícil.

Enséñame a ser paciente, confiado y alegre.

“El Señor es mi pastor, nada me falta”.                    

¡Tú eres mi Dios y mi todo!                            DS 61-62

 

10 – Tú eres nuestro Padre

Padre nuestro que estás en el  cielo,

nos has creado

más para amarnos

que para mostrarte poderoso o sabio.

¡Sí, eres nuestro Padre

y nos amas más que todos los padres de la tierra!

Tú nos ha creado a tu imagen y semejanza.

Cada uno de nosotros es  reflejo de tu grandeza.

Eres también nuestro Padre

porque  has hecho alianza con nosotros.

Y sobretodo,

eres nuestro Padre

porque eres el Padre de Nuestro Señor  Jesucristo.

¡Qué gran misterio a contemplar!                        MS 131

 

11 – Dios, nuestra fortaleza

Dios Padre nuestro,

en tus poderosos brazos podemos apoyarnos:

nos amas inmensamente.

Cuando estamos fatigados o inquietos,

estás ahí... y  podemos reposar en Ti...

Solos, no podemos hacer nada

sino agitarnos inútilmente.

En Ti ponemos toda nuestra fe,

Dios nuestro Salvador,

Dios nuestro Padre.

Aquí estamos delante de Ti

como niños inocentes y simples,

sin inquietud;

te confiamos nuestras ansiedades y nuestro futuro.

Sabemos que estás cariñosamente a nuestro lado,

noche y día,

sin cesar.

Somos débiles, eres nuestra fortaleza

Somos pecadores, pero confiamos en Ti.

Nos entregamos completamente a Ti, con fe,

con amor            DS 59-60

12 – Señor, eres nuestra fortaleza

 Señor, eres nuestro amigo

¡y qué amigo!

Cuanto pide la amistad, Tú lo cumples.

¡Eres un amigo incomparable!

No, nadie entiende como Tú

lo que es un verdadero amigo.

Nadie busca tanto como Tú

ser un verdadero amigo.

¡Y Tú, Señor, Rey Todopoderoso,

quieres estar conmigo!

¡Aquello que los más sabios de este mundo creen imposible,

Tú lo realizas con nosotros!

Nos disponemos a escucharte

sin dilaciones,

con todo nuestro empeño,

para nuestra mayor felicidad.                        MS 107

 

13 - ¡Cuánto nos amas!

¡Oh Dios, cuánto nos amas!

¡Has descendido a nuestro nivel,

te has empequeñecido,

y hasta qué punto!

Sin embargo nos hemos olvidado de tu generosidad;

nos servimos de tus beneficios en contra tuyo;

nos volvemos desagradecidos,

no tememos ofenderte.

Y Tú, sigues amándonos,

nos soportas,

vienes  hacia nosotros,

nos buscas,

corres hacia nosotros.

Cuando retornamos sinceramente a Ti,

nos quieres mucho más

y nos colmas de beneficios.                                MS   151

 

14 – Dios se me ha entregado

No valgo nada,

pero soy un hombre.

 Tú eres mi Dios, el Todopoderoso,

y te vuelves un ser humano.

Tú te me entregas en Jesucristo:

ha nacido por nosotros,

nos ha sido entregado.

 Dios mío, quieres obrar como hombre;

y Tú enseñas al hombre a obrar como Dios.

 Danos pensar y obrar como Tú.                     MS 153

 

15 - Por siempre, honor y gloria a Ti

Dios Creador,

Dios de quien viene todo don perfecto.

Dios el único inmenso.

¡Gloria  y honor por siempre!

“¡Mi alma canta la grandeza del Señor!”

“¡Sí, ciertamente, el Señor es grande!

¡Yo le canto!. (Luc. 1,46)                 DS 76

 

16 – Jesús, el Hombre-Dios nos une con Dios

¡Gracias  Señor  Jesús!

Has descendido hasta nosotros.

hasta el barro de nuestra carne : 

“El Verbo se hizo carne”

“La Palabra se ha hecho un ser humano” (Jn 1,14).

Nos has vuelto no sólo espirituales,

sino divinos.

Gracias a Ti, Dios llegó a ser hombre;

nuestras acciones aún las más ordinarias,

como el beber, el comer o el dormir, son dignas de Dios.

Tú estás en un comedero de animales:

sufres frío, la humillación de la pobreza,

únicamente porque  nos amas.

Enséñanos a amarte, vuélvenos generosos,

Gracias a Ti, oh Cristo, que nos vuelves fuertes

somos capaces de todo. (Fil. 4,13)

¡Gracias, Señor Jesús!               DS 108  MS 154

 

17 – Dios nos ama

Dios mío, eres el amor siempre y en todas partes presente.

Sin embargo muchos hombres te olvidan

viven como se no existieras.

Para que se acuerden de Ti,

para que te amen,

a Ti su Creador,

les entregas a Jesucristo Nuestro Señor:

haciéndose hombre, tu Hijo  nos permite verte,

incluso tocarte.

En el pesebre o en la Eucaristía,

es Dios mismo quien nos muestra su amor

y salva a la humanidad toda.

“Este amor nos enseña a rechazar

la impiedad y las concupiscencias del mundo

para vivir en la vida presente con sobriedad, justicia y piedad.” (Tt.2, 12) 

Por tu Hijo Jesús

todos nosotros podemos verte y escucharte,

enséñanos el camino a seguir.

Te agradecemos

por este Maestro que nos das

y que nos atrae siempre hacia Ti.             DS 109  MS 151-152

 

18 – Dios derretido en amor

Dios mío, de tal manera amaste al mundo

que le entregaste a tu Hijo Único (Jn 3,16).

Eres un Dios derretido en caridad:

eres amor, sólo amor.

Nos atraes hacia Ti,

estás siempre en búsqueda nuestra,

te sacrificas por nosotros

y sin embargo escapamos a tu amor.

Nos das a tu Hijo para instruirnos y unirnos a Ti, Padre suyo.

 Tú que eres plenitud de bondad y de amor,

ilumínanos ahora,

sálvanos siempre.

Aleja de nosotros los falsos razonamientos.

Danos una fe viva.

Ayúdanos a parecernos a los pastores de Belén:

quienes adoraron al Salvador  del mundo

envuelto en pañales

y recostado en un pesebre.                        DS 110-111                                         

 

19 –  Corazón apasionado

Regálame un corazón que ame de verdad.

Un corazón que crea,

que guste las cosas de Dios:

que corra y vuele tras los pasos de Nuestro Señor Jesucristo.

Desarrolla en mi corazón

ese germen divino que es el amor.

Dame un corazón humilde y discreto,

dispuesto a compartir la cruz del Salvador.

Enséñame a caminar

sin resistencias, sin murmuraciones, sin inquietud.

¡Seguirte Jesús me basta!

¡Regálame un corazón ardiente y apasionado!            DS 111-113

 

20 – Gracias por la Eucaristía

Dios Padre nuestro,

con  Jesús queremos adorarte, alabarte,

y decirte: “¡aquí estamos!

nos entregamos totalmente a Ti,

para  tu gloria”.

Danos tu Espíritu, para que vivamos de tu vida divina.

Te damos gracias por la Eucaristía que nos entregas,

es el alimento de tus hijos,

nos vuelve todavía más tus hijos.

Enséñanos a comportarnos como auténticos hijos tuyos.

Eres el Padre que nos regalas este maravilloso don:

por tu Hijo

y por tu Espíritu

                                                            ¡nos amas realmente!

Nuestra deuda por este grandísimo regalo es inmensa.

Queremos amarte, obedecerte e imitarte;

queremos corresponderte como te lo mereces.

¡Padre, inmenso es tu amor!                           MS 171-172

 

21 – Maestro interior y Espíritu de Amor

Dios mío, te haces el Maestro de nuestros corazones,

quieres hacernos felices

y nos das tu propia felicidad.

Maestro interior,

queremos concurrir a tu escuela,

Nos ponemos bajo tu conducción.

Danos santos pensamientos

y permítenos realizarlos.

Que nuestras oraciones y acciones comiencen en Ti

y que terminen en Ti.

Nos ponemos bajo la conducción de tu Espíritu de Amor,

que todo nuestro ser, cuerpo y alma,

 no tenga sino un único movimiento,

un sólo impulso;

que se ponga bajo la conducción de tu Espíritu de Amor;

que diga sin cesar: ¡Aquí estoy!               DS 145-146

 

22 – Vivir en tu alegría

Padre, déjame vivir en tu alegría,

que se irradie en toda mi conducta,

en mis relaciones contigo.

en mis relaciones con mis hermanos;

aún más, que se irradie desde mi mismo.

Tienes tu mirada puesta en mí,

para volverme puro,

para protegerme,

para colmarme de tus beneficios.

Con María digo y repito sin cesar:

“Mi alma canta la grandeza del Señor”

Sí, verdaderamente, El Señor es excelso. ¡Yo lo alabo!

Mi buen Padre Dios,  me miras

y mi todo mi ser se inunda de alegría.

En Ti, toda mi fe.

En Ti, toda mi confianza y esperanza.

En Ti, todo mi amor.

Enséñame a amar a mis hermanos

y a entregarme a su servicio.            DS 135

 

23 – En lo recóndito de mi corazón

Oh Dios, no cesas de hablarme

en lo recóndito de mi corazón.

Anhelas posesionarte de mí,

anhelas esclarecerme,

anhelas hacerme vivir de tu vida divina.

En lo recóndito de mi corazón

hay como una fermentación incesante

que mantiene tu mano creadora,

y que me impulsa a abandonarme en Ti,

que siempre estás en mi búsqueda.

Mi Dios, en tu presencia mi alma permanece callada,

me entrego a Ti.

Que  tu Palabra todopoderosa descienda sobre mí,

que habite en mí.                                    DS 144-145

 

24 – Contigo crezco

¡Señor, ten piedad de mí!

¡Señor, no sea yo un obstáculo

para la obra de tu gracia!

No puedo sino plantar y regar la semilla,

pero de nada esto aprovecha,

si no estás presente para hacerla crecer.

        ¡Eres Tú, mi Dios, quien da el crecimiento!

(ver 1 Cor. 3,7)  DS 146-147

25 – La oración suscita el amor

Dios nuestro,

enséñanos a amar desde lo recóndito  del corazón.

Que la oración suscite el amor:

 nos fusione contigo.

Aquí estamos silenciosos y recogidos a tus pies,

dispuestos a cuanto desees.

¡Ojalá nuestra vida sea una oración incesante!

Sea una oración cada uno de nuestros actos,

que atraiga y aumente en nosotros

la vida según el Espíritu Santo:

No queremos ser hombres de oración,

sino la oración misma.  (S. Gregorio)               DS 149; MS 293

26 – Imprime en nosotros la ley del amor

Dios Padre nuestro,

imprime tu ley de amor en nuestro corazón,

 seremos así hombres justos:

entonces gustaremos en verdad lo que es bueno.

Concédenos este amor que nos permite hacer mucho más

de lo que piden los mandamientos todos.

Concédenos este amor que permitió a Felipe encontrar al Mesías

cuando a su alrededor la muchedumbre preguntaba:

“De Nazaret, ¿ puede salir algo bueno?   (ver Jn. 1, 43-45)

Concédenos ese amor que ha permitido a la pecadora perdonada

verter lágrimas sobre los pies de Jesús,

mientras que los fariseos, seguros de su virtud,

y llenos de desprecio hacia aquella mujer,

son reprobados por Jesús.  (Luc. 7, 36-56)

            Concédenos ese amor que, en la mañana de Pascua,

hizo correr a las santas mujeres hacia la tumba vacía,

mientas que los Apóstoles no estaban dispuestos a escucharlas

y  los discípulos de Emaús seguían descorazonados.  (ver Luc.24,1-24)

Concédenos ese amor que hace caminar tan bien y mejor

que cualquier regla y cualquier mandamiento.

Concédenos ese amor que permitió a los primeros cristianos

estar tan unidos en corazón y en espíritu.

(ver Hech. 2, 42-47;4,32-37;5,12-16).

Concédenos ese amor que unía tan estrechamente

a S. Ignacio de Loyola que vivía en Roma

 con S. Francisco Javier que estaba en la India:

y lo hacía caminar bajo la inspiración del Espíritu Santo.

Concédenos ese amor por el cual los condenados a muerte,

en la escuela del Espíritu Santo. se convierten en héroes.

Concédenos ese amor que permite a los pecadores

 transformar su corazón.

Vuélvenos dóciles al Espíritu que nos empuja a decir:

“Quiero volver a la casa de mi Padre”(ver Cl. 15,18)  DS 149-151

 

27 – Infúndenos tu Espíritu de amor

Señor, por boca de tu santo profeta, prometiste:

“Pondré mi Ley en lo más recóndito de ellos mismos,

la inscribiré en sus corazones.

Seré su Dios y ellos serán mi Pueblo.

 No precisarán ser instruidos,

ni por sus compañeros ni por sus hermanos.

Todos me conocerán

desde el más pequeño hasta el más grande.”  (Jer. 31-34)

Te agrada convertirte personalmente

en maestro y formador nuestro.

Mantienes tu promesa:

gracias a tu Hijo Jesús muerto y resucitado 

expandes el Espíritu Santo en nuestro corazón.

Es quien nos ama y vuelve fecunda todas nuestras acciones.

Gracias al Espíritu nos convertimos

en piedras vivas de la Jerusalén del cielo.

Que tu Espíritu nos enseñe esto:

 la ley está hecha para el hombre,

y no el hombre para la ley  (ver Mc. 2,27).

También esta otra verdad: el amor está más allá de la ley.

Que tu Espíritu no nos permita contar con nuestras solas fuerzas,

porque eres un Dios que se oculta a los sabios

y te muestras a los pequeños.

Aunque no podamos hacer nada,

que tu Espíritu nos haga esperar todo,

en Ti, que eres nuestra fortaleza

Que tu Espíritu nos repita sin cesar la palabra de Jesús:

Mi yugo es suave; y mi carga, liviana”. (Mt. 14,30)

Que tu Espíritu aleje de nosotros a Satán:

que nuestras ideas y nuestra voluntad no cuenten para nada,

sino solamente tus ideas y tu voluntad.

Ayúdanos a estar unidos a tu Espíritu de verdad y amor;

 transformando nuestras apreciaciones y sentimientos,

 sacando el bien del mal.

¡Espíritu del Hombre Nuevo, deposita tu ley de amor

en lo recóndito de nuestro corazón!                        DS 157-161

 

28 – Unidos en tu corazón

Señor,

lo que los felices habitantes del cielo hacen, viéndote,

queremos hacerlo, creyéndote:

queremos respetarte, siendo todos uno en tu corazón,

sin llegar tarde,

sin poner condiciones,

sin vuelta atrás;

no queremos retroceder ante ningún sacrificio,

ante ningún esfuerzo;

queremos cumplir aquel anhelo de Jesús:

“¡Que sean uno!”             (ver Jn.17,21),

aquí en la tierra como en el cielo.    DS 170-171

 

29 – Discretos y entregados

Señor  Dios nuestro,

deseamos responder a tu llamado,

esforzarnos entera y exclusivamente

en lo que debemos realizar, con humildad,

con especial reconocimiento hacia Ti.

Concédenos mucha generosidad

para corresponder a tu gracia

sin sobrepasarla,

sin salir de los límites de nuestra posición.

¡Señor, inmensamente bueno, ojalá siempre busquemos

el bien que Tú quieres,

y no el que nosotros anhelamos.

¡Que solamente permanezcamos en nuestra posición!

¡Somos tan miserables

y Tú inmensamente bondadoso!

¡Condúcenos por el camino del amor!

 Cuando poseemos el amor, todo poseemos;

 entonces contigo somos  una sola persona. (ver 1Cor. 6,13)

“Aquel que me ama, será amado por mi Padre

y yo me manifestaré a Él”  (Jn. 14,21)

En los límites en donde nos has colocado,

concédenos entregarnos y prodigarnos

ni fuera de lugar, ni de manera desordenada,

sino obedeciendo siempre, aunque debamos dar nuestra vida.

¡Busquemos únicamente estar unidos

siempre, siempre,

a Nuestro Señor Jesucristo!   DS 230-232  MS 197-199

 

30 – Amar, sea donde sea

Dios mío,

allí donde me has colocado,

que haga lo que Tú quieres,

como Tú lo quieres;

sin salir de mi posición,

que ame a todos sin excepción,

que busque mi salvación y mi perfección,

y también la salvación y perfección de mis hermanos,

sin escuchar los ruidos que me circundan        

o están en mi interior.

Conviérteme en servidor,

 en colaborador del Corazón de Jesús.                        DS 237-239

 

31 - Contemplarte

Deseo contemplarte, Señor,

anhelo conocerte y amarte.

¡Tu amor encienda mi corazón!

Enséñame a orar siempre.

No sé si te amo, si soy digno de tu amor,

pero mucho me empequeñezco

para permanecer en tu amor,

para encontrarme con el amor si aún no lo estoy.

Señor, me abandono a tu misericordia infinita.

Vuélveme siempre más pequeño

para que tu Espíritu me proteja contra las ilusiones del demonio.

¡Enséñame a contemplar!                     DS 260-261 (MS 299)

 

32 – Nuestra felicidad

Háblanos incesantemente, Señor.

Deposita en nosotros un anhelo que no cese de fermentar,

para ser capaz de escucharte.

¡Allí está la felicidad!

Háblanos incesantemente:

que ese anhelo fermente en nosotros persistentemente,

lo necesitamos,

nos esforzamos por dejarnos enamorar,

                                      por dejarnos poseer.

¡Allí está la felicidad!                                             MS 264

 

33 – Hazme conocer mi vocación

Señor, ¿a qué me llamas?

 ¿qué quieres de mí?

 Ayúdame a cumplir siempre mejor

mi trabajo de cada día .

 Concédeme amar simplemente

las personas y las situaciones que deba amar.

 Quiero imitar mejor a Jesucristo.

 Quiero orar con profunda humildad,

  con total confianza,

  sin jamás cansarme.

 Dame la inteligencia necesaria para  reflexionar.

 Dame el coraje de abrirme con quien deba hacerlo.

Dame la fuerza para obedecer sin llegar tarde,

sin poner condiciones,

sin vuelta atrás,

antes por amor que por otro motivo.            DS 281-282

 

34 – La inmensidad de la caridad

Señor, enséñanos a practicar

la inmensidad  de la caridad,

quedándonos allí donde estemos.

¡Tú haces de nosotros la luz del mundo!  (Mt. 5, 14)

Así como el sol  ilumina la tierra,

la vuelve fecunda

y le da vida,

que nos iluminemos unos a otros

por acciones constructivas,

luminosas,

fructuosas.

Que cada uno de nosotros se interese por todos sus hermanos,

y sea para ellos un verdadero sol.

Lo cual no se realiza sin obstáculos,

enséñanos a vencerlos por la oración:

¡que seamos una oración incesante!            DS 312-313

35 – Discreción y caridad.

Enséñame, Señor, la discreción

frente a los defectos y pecados de los demás,

no soy responsable de muchos de ellos

y no me compete juzgarlos ni corregirlos.

Ayúdame a permanecer en mi lugar,

allí donde Tú me quieres.

Enséñame la paciencia con la oración:

            “¡Dios mío, ven pronto en mi ayuda,

            apresúrate a socorrerme!”.

Junto con la paciencia y la súplica,

concédeme también la caridad:

 la que me vuelve verdaderamente paciente,

 la que me inspira una súplica auténtica.

Enséñame a callarme

esperando el momento que elijas.

¡Ojalá aprecie, Dios mío, estas verdades tan importantes!

Señor, ten piedad de mi poca fe;

ilumíname, ayúdame a amar tu cruz divina.

¡Señor, ten piedad de todos nosotros!.                        DS 336-338

 

36 – Amar tus beneficios

Señor,

a veces das tus gracias espectacularmente,

y no se te puede resistir:

le sucedió a Pablo en el camino de Damasco.

Muy a menudo obras sin hacer mucho ruido:

enséñanos a recibir tus gracias

cuando nos llegan.

Vuélvenos semejantes a las jóvenes sabias (ver Mt. 25,1-13):

que estemos dispuestos  a seguir a Cristo, el Esposo,

aún en medio de la noche;

ayúdanos siempre a guardar suficiente aceite, suficiente fe,

para que luego no lloremos:

                                                            “¿Por qué tarda tanto?”  “¿No vendrá?”

Tus gracias a menudo llegan de una manera desapercibida,

ayúdanos a recibirlas siempre.

Cuando hablas,

que tengamos la intención pura,

que seamos capaces de escucharte.

Ojalá estemos siempre escuchándote,

para nuestro bien,

para el bien de nuestros hermanos,

para el bien de la Iglesia, tu familia.

Tu Espíritu sopla donde quiere (ver Jn. 3,8).

Queremos fijar nuestros ojos en Jesús, el Cristo:

en su vida,

en sus acciones,

en su manera de ser,

en su manera de vivir...

¡Danos un corazón semejante al suyo,

queremos obrar como Él!

Es nuestro único Salvador;

cuando lo miramos

nos cura de las malas inclinaciones

que podrían conducirnos a la muerte (ver Jn. 3,14).

Ayúdanos a decir con San Pablo:

“Para mí, vivir es Cristo”  (Fil. 1,21).

¡Sí, sólo Jesús es vida nuestra!            DS 340-341 – MS 296-298

 

37 – Todo por amor

Señor, enséñanos a obrar por amor,

ayúdanos a amar

porque primordialmente Tú eres bueno;

danos la mejor de las intenciones, las del mismo Jesús:

“Aquí estoy para cumplir tu voluntad”  (Heb.10,7)

“Mi alimento es cumplir la voluntad

de aquel que me ha enviado”  (Jn. 4,34)

Como Jesús,

nosotros queremos cumplir esta tu divina voluntad en lo que nos pide

allí donde estemos,

por ella queremos  alabarte,

glorificarte,

servirte

y por fin salvarnos.

Queremos seguir el consejo de San Pablo:

“Sea que coman,

sea beban,

sea que realicen lo que realicen,

todo sea para la gloria de Dios”.  (1Cor. 10,31)

¡Vuelve, Señor, todas nuestras acciones santas!
Ponemos bajo tu mirada

 todas nuestras acciones ordinarias

de cada día.                MS 281-283

 

38 – Jesús, regla de amor

Señor Jesús, nos diste esta perfecta regla:

“Todo cuanto hagan a uno de mis hermanos,

aunque sea el más pequeño,

a mí me lo hacen” (ver Mt. 25,40).

Sabemos que jamás seremos perfectos,

incluso los Santos han tenido sus límites.

Sólo Tú, Jesús, seguiste la ley del amor:

así te conviertes en la regla de las reglas,

porque eres el camino,

la verdad,

y la vida  (ver Jn. 14,6).

Que por este sendero corramos,

o quizás caminemos,

o por lo menos nos arrastremos.

¡Que no vayamos nunca contra el amor!

¡Danos fuerza para más y más amar!                         DS 163

 

39 – Jesús, modelo de amor.

Jesús, Hijo de Dios,

te has vuelto semejante a nosotros,

para que seamos semejantes a Ti,

para que vivamos de tu vida;

quieres llenarnos de tu Espíritu,

de tu amor.

Contigo queremos cumplir la voluntad de Dios,

sea cual sea.

Solos, no podemos amar a Dios dignamente;

únicamente en Ti y por Ti

expresamos a Dios un amor digno de El.

Por María, Dios se entrega a nosotros:

se interna en lo más profundo de nosotros.

Concédenos, oh Jesús, el Dios que nos ama,

 que, en Ti y por Ti, sepamos amar como Tú lo haces. MS190

 

40 – Amar con ternura y fortaleza.

Danos amar con ternura y fortaleza:

que amemos a los hombres

odiando totalmente al mal;

que seamos misericordiosos,

sin volvernos cómplices del pecado.

Tú, Salvador nuestro,

has sido bondadoso con la mujer adúltera (ver Jn.8,1-11)

y con la samaritana (ver Jn.4, 1-42);

has respetado a las personas,

luchando siempre contra el mal que anida en el corazón.

Has dicho "¡Maldito quien de Ustedes!” (Mt.23, 11)

únicamente a los obstinados,

a los empedernidos,

a aquellos que hacen la guerra contra la verdad evidente.

Concédenos estar muy atentos con nuestros hermanos,

y también saber corregir los defectos con ternura

cada vez que sea necesario.            DS 163-164

 

41 - ¿Quién soy yo?

Dios mío, ¿quién soy yo?

Por mí mismo, nada.

Con todo yo he salido de tus manos providentes:

me has coronado de honor y de gloria.

Me has regalado un espíritu capaz de conocerte,

amarte,

servirte,

y gracias a ello,

me permites gozar de tu bondad infinita.

¡Así te has dignado crearme!  GRACIAS, SEÑOR.            MS 220

 

42 – Nos regalas a tu Hijo

Dios misericordioso,

inmenso es para con nosotros tu perdón.

Amas tanto a los hombres

que les regalas a tu Hijo único como Salvador:

se hace un ser humano;

nos reconcilia contigo por su muerte;

nos abre la entrada al cielo

por su resurrección

y su ascensión;

nos instruye también con sus enseñanzas,

nos admira y conmueve con sus milagros,

nos convierte por el Espíritu Santo,

la gracia y los sacramentos renuevan nuestra vida

nos fortalecen

nos alimentan.

Tu Hijo nos consagra:

por su sacrificio, nos vuelve dignos de Ti.               MS 225

 

43 – Todo viene de Ti, Señor.

Señor Dios nuestro, todos los beneficios vienen de Ti;

pero quieres que tengamos nuestra parte de trabajo.

Concédenos la fuerza de realizar cuanto pides.

Y luego de haber hecho todo, solamente entonces podremos decir:

“Somos servidores inútiles”  (Lc. 17,10)

No sabemos si somos dignos de amor o de odio.

No es nuestra gloria la que buscamos,

sino la tuya, Señor            .                        DS 318-319

 

44 – Devolverte cuanto me has dado

Señor, te devuelvo cuanto me has dado.

Dios mío, cuán sabia y tierna es tu mano:

Tú me elevas, 

poco a poco y con tanta bondad,

en todo aquello que necesito de Ti,

y luego me das tu gracia,

me colmas de tus beneficios.

¡Gracias, Señor!                        MS 295

 

45 – Tú pides, y eres quien da

Señor, cuando pides algo a alguien,

es para darle mucho más.

A la Samaritana,

le pides algunas gotas de agua;

y enseguida le muestras el agua viva:

esa agua que salva

y que impide tener sed de los placeres de este mundo,

que se convierte en una fuente inagotable en lo profundo del corazón.

(ver Jn 4,1-15)

¡Señor, gracias por cuanto nos das!                 MS 305

 

46 – Vivan sin inquietud

Señor Jesús,

muy a menudo te pedimos:

 “¿Qué haremos?”

Sin embargo quieres que vivamos en paz,

y que muramos en paz.

Nos dices: “Vivan sin inquietud”.

Y, después de tu venida entre nosotros,

la paz pertenece a los hombres de buena voluntad:

los ángeles cantaron en Belén:

“Gloria a Dios

y paz a los hombres que ama el Señor”. MS 307  DS 90

 

47- Sólo lo que pides

Señor, vuélvenos perfectos,

no multiplicando nuestras actividades,

sino cumpliendo nuestros deberes

exacta y fielmente,

ni más ni menos,

pero esto sin límites.

Allí donde estemos,

que desarrollemos la inmensidad de la caridad.

Únicamente a Ti es a quien miramos;

y, por amor a Ti, nos esforzamos en cumplir tu voluntad;

no deseamos nada más.

Aleja de nosotros las ilusiones del amor-propio.            MS 357

 

48 – La felicidad de amar

¡Señor, otórganos la felicidad de amarnos verdaderamente!

Que practiquemos la caridad

permaneciendo en nuestra posición.

Que podamos entendernos

con cualquier clase de personas,

sin distinción.

Que logremos trabajar juntos por una sola meta.

Que realicemos  el deseo de Jesús:

“Que sean uno,

como nosotros somos uno”. (ver Jn 17,11)              MS 358

 

49 – Vienes a nosotros para conducirnos al Padre

Jesús, Hijo de Dios, te hiciste hombre

porque Dios quiere que lo amemos.

No pensamos bastante en Dios,

nos volvemos hacia otras realidades;

entonces Dios viene al encuentro nuestro:

te da a nosotros.

Y Tú, su Hijo, te das a nosotros

para atraernos.

En Ti, tenemos el modelo del verdadero amor:

eres Dios que ama a Dios.

Y como somos muy débiles,

vienes también en nuestra ayuda.

Tú, la Palabra de Dios hecha hombre,

nos atraes con fuerza,

eres un perfecto modelo,

eres el camino seguro que nos une con Dios.

Nos entregamos a Dios,

por amor a Ti, a ejemplo tuyo,

por Ti, Hijo de Dios hecho hombre.

Nos dijiste:

“Amarás al Señor, tu Dios

con todo tu corazón,

con toda tu alma

con todo tu espíritu,

y con todas tus fuerzas”  (Mc 12,30)

 

Quien no tiene necesidad de nada , no pide nada,

sino ser amado.

Dios no tiene necesidad de nada:

no pide nada,

sino ser amado.

Tu Padre sólo exige de nosotros un amor puro,

ofreciéndole ese único presente,

lo honramos.

Tu Padre es el verdadero Rey,

y su corazón inconmensurable viene al encuentro de nuestro corazón:

en su misericordia,

nos entrega mucho más de lo que pedimos desde nuestra miseria.

Concédenos imitar su Corazón.

Tu Corazón se entrega plenamente al Padre:

como lo haces Tú, que la voluntad suya

sea todo nuestro vivir,

nuestro deleite,

nuestro alimento,

nuestro sostén,

siempre

¡“Aquí estoy”!                           (Hebr 10,7)

“Sí, Padre mío, este es tu beneplácito”  (Lc 10, 21).                                                                                                                              MS 55-56

 

50 – Corazón amante

Señor Jesús,

habitaste entre nosotros  (ver Jn 1,14)

únicamente por amor viniste hacia nosotros,

tu corazón desborda amor.

Tú, la Palabra de Dios, te das un Corazón rebosante de amor

y vienes a nuestro mundo.

Tú, el Rey Salvador, te pones en la mano de Dios

y te conviertes en un ser humano,

desde entonces dices: ¡"Aquí estoy”!.

¡Corazón de Jesús! es la síntesis del cristianismo todo.

Creer en el amor que Dios nos tiene,

es la síntesis de nuestra fe.

“Hemos conocido el amor que Dios nos tiene,

                                    hemos creído en este amor.

Dios es amor,

y el que permanece en el amor,           

 permanece en Dios

y Dios permanece en él”. (1 Jn 4,16).

 

Hijo de Dios, te hiciste hombre
                                                lo creemos.

Tú amas:

y haces todo por amor.

Puesto que creemos, queremos imitarte.

Corazón de Jesús, amas a todos los hombres,

y quieres reunirlos en Ti.

Danos un corazón semejante al tuyo,

un corazón grande y abierto,

un corazón que no excluya a nadie de su amor.

Suscita en nosotros los mismos sentimientos

que están en Ti.  (ver Fil 2,5)            MS 65-66

 

51 – Las cualidades de Dios

Dios mío, eres espíritu,

te adoramos en espíritu;

eres la verdad,

te adoramos en verdad;

sólo Tú eres Dios,

no nos atamos a ninguna cosa, obra del hombre,

sino solamente a Ti.

Dios mío, eres eterno,

delante tuyo no somos nada,

 y sin embargo nos llamas a alabarte siempre,

por los siglos de los siglos.

Dios mío, nunca cambias

y un sólido apoyo tenemos en Ti.

Queremos amarte con un amor inconmovible,

danos siempre una verdadera piedad.

Dios mío, de nadie dependes

y nosotros dependemos de Ti.

Dios mío, estás presente en todo lugar

y podemos adorarte y suplicarte en todo lugar.

Dios mío, todo lo ves;

eres todopoderoso, infinitamente perfecto;

queremos agradarte siempre y en cualquier lugar;

queremos adorarte y esperar  en Ti

sobretodo en la debilidad y en la angustia.

Dios mío, lo diriges todo;

nos abandonamos en tu benevolencia.                 MS 82-83

 

52 – Adorar en espíritu y en verdad

Oh Dios, te adoramos en espíritu y en verdad.

Oh Dios, eres Dios:

no podemos comprenderte,

eres nuestro gran Rey,

eres bueno.

No podemos comprenderte:

te admiramos,

nosotros somos una nada ante Ti.

Eres nuestro gran Rey

y estamos en el cuenco de tu mano.

Eres bueno:

te amamos

y corremos hacia Ti.                                            MS 109

 

53 – El fin del hombre

Señor,

a nosotros, los hombres,

nos creaste

para alabarte, bendecirte y servirte,

a Ti que eres el Señor, Dios nuestro;

y, por este camino, ser salvos.

 

Hombres,

nos hiciste capaces de conocer,

de amar,

de obrar.

Nos creaste:

nada tenemos por nosotros mismos

nada somos por nosotros  mismos.

Cuanto tenemos,

cuanto somos,

lo hemos recibido.

Nada tenemos,

nada somos

que no lo hayamos recibido.

Somos tu obra:

¡qué origen maravilloso!

Y Tú, Señor, nos aprecias entre todas tus obras,

¡cuánto nos amas!

¡cuánta atención nos brindas!

 

Para alabarte, bendecirte y servirte.

Señor Dios nuestro, queremos alabarte:

queremos reconocer públicamente,

por todos los medios posibles,

que eres Dios más allá de todo.

Te bendecimos,

a Ti que estás a nuestro lado.

Te servimos,

queremos depender de tu voluntad,

de tu beneplácito,

queremos obedecer tus mandamientos.

Por este camino somos salvos.

Ser salvado, es verte

amarte,

agradarte,

satisfacer tu corazón.

Ser salvado, es estar unido a Nuestro Señor Jesucristo

con la Santísima Virgen María, los Santos

y los ángeles.

¡Qué felicidad!

Señor nuestro Dios,

mereces verdaderamente ser alabado, bendecido y servido:

es infinitamente justo, infinitamente conveniente.

Y, para nosotros los hombres,

alabarte, bendecirte y servirte,

a Ti Dios y Señor nuestro

debe sernos natural.

Sí, ahí está nuestro único fin.

¡Qué alegría!  ¡Qué felicidad!

Señor Jesús,  queremos seguirte,

lo deseamos sin llegar tarde, sin poner condiciones, sin vuelta atrás.

Alabar, bendecir y servir a nuestro Dios,

y nada más.                                                MS 104-105

(oración compuesta a partir de un texto que Miguel Garicoits

 proponía al comienzo de sus retiros)

 

54 – Nuestra voluntad unida a la  tuya

Señor Dios nuestro,

caminamos hacia Ti, unimos nuestra voluntad a la tuya,

concédenos  obedecerte cada vez más,

para  acercarnos cada vez más,

a Ti que eres el único Santo.

Nos pides amarte con todo nuestro corazón;

es el primero y el mayor de los mandamientos.

Dos amigos buscan no tener sino los mismos deseos

y una única voluntad:

que nuestra voluntad sea pues conforme a la tuya ,

queremos amarte.                                    MS 112

 

55 – Queremos unir nuestra voluntad a la tuya

Señor, te amamos.

Nos alegramos de todo lo que tienes,

de todo lo que eres;

nos regocijamos de todo lo que tienes,

de todo lo que eres;

deseamos que seas glorificado

por nosotros y nuestros hermanos;

es tu gloria la que buscamos.

Queremos únicamente  tu beneplácito:

obedecer tus mandamientos,

seguir  tus consejos,

hacer todo lo que te place;

queremos unir tu voluntad a la tuya,

queremos seguir tu voluntad.                                             MS 113

 

56 – Perdón, Padre

Dios, Padre mío,

aunque un ángel viniese a anunciarme

que toda mi vida se ha desarrollado en el pecado,

yo no me descorazonaría,

aunque no me quedaran sino unos minutos para vivir.

Vendría a arrojarme en tus brazos , Padre:

Te gritaría: “¡Padre, Padre, perdóname!”

Estoy seguro que  me acogerías

como el padre de un niño perdido y encontrado.(ver Lc 15,11-32) MS 133

 

57 – Hijo de Dios, vienes a nosotros

Señor Jesucristo,

vienes hacia nosotros Tú que eres el Hijo del Dios Altísimo,

Dios nacido de Dios,

luz nacida de luz.

Del corazón de tu Padre,

¡vienes al seno de la Virgen Madre!
¡qué camino nos muestras!

¡Enséñanos a seguir tu camino!                          MS 145

 

58 – ¡Dios-Hombre!    ¡Hombre-Dios!

Señor Jesús,

te anonadas, te haces nada:

                        OH DIOS, TÚ TE HACES HOMBRE.

                                    ¡Pero para cual elevación!

                                                ¡Para que el hombre viva en Dios!

¡Señor, gracias por tanto amor!              MS141

59 - De nuestra debilidad tienes piedad

Señor Dios,

vivimos en un mundo material,

nos revelamos contra Ti, nos volvemos esclavos de nuestros sentidos;

nos hacemos incapaces de sentir y de gustar las cosas espirituales.

Todos  nuestros pensamientos,

nuestros juicios,

nuestros deseos,

todos nuestros intereses

se vuelven hacia las cosas de la tierra,

hacia lo que podemos ver y tocar.

¡Esa es nuestra desgracia!

Y con todo tienes piedad de nuestra debilidad.

Tú, espíritu invisible a nuestros ojos,

a quien nadie puede aprehender,

¡te has manifestado en tu Hijo Jesucristo!:

has vivido en medio de nosotros,

un pobre,

un niño,

un justo maltratado.

Desde allí toca nuestro corazón

y nos arrastra hacia Ti.

¡Por tu amor infinito: gracias Señor!   MS 152-153

 

60 – Salvarnos y salvar a nuestros hermanos

Señor,

queremos ser salvos y volvernos perfectos como tu Padre, (Mt 5,48)

queremos que sean salvos nuestros hermanos

y se vuelvan perfectos.

Ése es nuestro trabajo:

emplearnos totalmente en eso,

para nosotros , es vivir;

emplearnos negligentemente en eso,

es venirnos a menos;

no emplearnos en eso,

es morir.

Trabajar en evitar el infierno, en ganar el cielo,

en salvar a los hombres por quienes tanto has sufrido:

¡qué bella misión!

Danos la fuerza de poner allí todos nuestros cuidados;

que no tengamos miedo de hacer demasiado:

¡Jamás haremos bastante!                          MS164-165

 

61 – Agradarte

Señor,

dilata nuestros corazones, eleva nuestras miradas,

ayúdanos a levantar vuelo:

en nuestro obrar, queremos agradarte siempre

sin buscar nada más.

Queremos seguir el camino de los santos.

Jesús no buscó sino agradarte.

María  se olvidó de sí,

y siempre ganó.

Perdiéndonos en Ti,

ganaremos mucho más.                           MS196

 

62 – Nos consagramos totalmente a Ti

Dios Padre nuestro,

nuestro deber es amarte más que todo

y más que todos los hombres;

debemos ofrecerte los más grandes sacrificios, darte las mejores cosas,

para testimoniarte nuestro amor.

¿Qué podemos ofrecerte cuando todo te pertenece?

No podemos devolverte lo que Tú mismo nos has dado;

porque, aún lo que nos has dado, te pertenece.

 Nos consagramos totalmente a Ti, en cuerpo y alma, por amor;

¡no es sino justicia!                        MS 194

 

63 – Dios de nuestro corazón

Padre nuestro, quieres ser el Dios de nuestro corazón

y no de nuestra inteligencia.

A tus ojos , las más bellas cualidades del espíritu no cuentan,

sino que amas únicamente el corazón humilde y obediente.

Muchos se engañan queriendo conocerte sin buscar amarte.

Las palabras no sirven de nada si el corazón no es puro,

si la voluntad no es recta.

Padre nuestro, ayúdanos a conocer nuestra miseria,

y muéstranos cuánto nos amas.

Enséñanos la humildad y el amor.

Haz de nosotros, no hombres de oración, sino orantes incesantes:
sin cesar gritemos: ”Dios mío, ven en mi ayuda”.

Ayúdanos a buscar la verdad y vendremos a la luz  (Jn 3,21)

Ayúdanos a buscar la verdad practicando lo que enseñamos,

practicando lo que aprendemos,

en nuestra vida de cada día.

Purifica diariamente nuestros corazones,

que paso a paso subamos hasta Ti.

Feliz el hombre a quien ayudas:

ha puesto en su corazón los caminos

que lo conducirán hacia Ti.            DS 154-155  MS 191

 

64 – María, llena de gracia

María, eres la llena de gracia.

Siempre evitas del pecado;

haces siempre el bien:

eres muy hermosa,

vives siempre en la luz.

A todos los santos sobrepasas,

porque jamás pecaste, ni grave ni levemente;

jamás has conocido el pecado.

María, eres llena de gracia aún en tu cuerpo:

tu alma está siempre unida Dios,

y mucho más aún tu carne:

¡Concibes al Hijo de Dios,

en tu cuerpo se hace carne!

María, eres la llena de gracia,

y colmas de gracia a todos los hombres: ¡qué felicidad!

Non buscas salvarte sola o con algunos hombres,

sino quieres que todos se salven: ¡qué felicidad!

Nos volvemos hacia Ti

para sentirnos salvados.

¡Oh María, estás llena de luz,

ilumínanos!                                                MS 207

 

65 – Ley de amor

Señor, quieres hacernos conocer,

cuán bueno eres, cuán inmenso.

Reconocemos cuán pequeños somos,

sabemos que el mal nos fascina;

sin embargo sólo a Ti es a quien queremos amar.

Deseamos amarte más que a nosotros mismos;

deseamos someternos a Ti,

y a cualquier otra persona por amor a Ti.

Renunciamos totalmente a nuestra voluntad para hacer la tuya.

Todo esto, lo hacemos para alabanza y gloria de tu nombre;

buscamos solamente agradarte;

mereces con razón que tus criaturas te amen y te obedezcan.

Tu Espíritu deposite esta ley de amor en nuestro corazón.                      

El Salvador nos recomienda este renunciamiento:

 aquí está el yugo tan dulce, la carga tan liviana, la perfecta obediencia,

así nos lo muestra por sus palabras y sus obras, tu Hijo, Nuestro Señor.

                                                                                                            MS 230

 

66 – Enséñanos a sacar provecho de tus beneficios

Señor, nos das tus beneficios;

nos dices a cada uno:

“En el momento favorable, te escucho,

en el día de la salvación, te socorro”  (Is 49,8)

Ayúdanos a saber recibir tus beneficios cuando nos los otorgas,

sin esperar mañana, sin dejarlos pasar de largo,

quizás mañana sea ya muy tarde.

Sin lugar a duda otorgas tus beneficios a la Iglesia, a tu Familia,

y se los otorgarás hasta el fin de los tiempos.

Pero para cada uno de nosotros, el tiempo es corto,

el momento favorable es limitado:

enséñanos a aprovecharlos cuando los tenemos a mano,

enséñanos a acoger tu misericordia cuando se presenta:

en el curso del noviciado, en este año, en la ocasión de esta fiesta...MS 235

                                                                                               

 

67 – Muéstranos el camino

Señor, nada puedo por mí mismo,

pero me muestras el camino.

Concédeme avanzar con corazón magnánimo y voluntad decidida.

Contigo nada tengo que temer.

Señor, estás conmigo

como un guerrero poderoso  (Jr 20 11)

Dame una voluntad recia

y el coraje de seguirte siempre.                         MS 241

 

68 – Danos virtudes consistentes

Señor, enséñame la obediencia:

que vea a Jesucristo en quien me has dado por superior.

Enséñame a amar:
que vea a Jesús en quien padece necesidad  (Mt 25,40).

Enséñame la paciencia,

y que Jesús sea mi modelo.

Enséñame la  humildad:

porque es la honra de todo cristiano

luego que tu Hijo se anonadó

y se hizo un hijo de hombre.

Enséñame el desprendimiento:

por Jesús tu Hijo por quien me hiciste para Ti,

me adoptaste,

me has vuelto capaz de servirte,

de servirte sólo a Ti, mi Dios.

Que construya en la roca,

sobre el Espíritu de Jesús el Cristo.            MS 248-349

 

69 – Contigo un solo corazón

Señor, nos valoras mucho,

nos elevas y nos engrandeces:

nos das todo lo necesario para vivir permaneciendo fieles a Ti,

nos haces conocer aquello a lo que nos llamas,

a participar en tu gloria y tu bondad;

por tu gloria y tu poder,

nos prometes cosas muy grandes y preciosas:

al recibir lo que nos prometes,

podemos escapar de este mundo desquiciado por los malos deseos,

podremos tener un solo corazón contigo, Dios Señor nuestro (2P1,3-4).

El beneficio mayor de todos los beneficios,

el don más allá de todos los dones: ser en verdad tus hijos.

            No permitas que volvamos a nuestra antigua bajeza

haz que nos dejemos renovar,

que aceptemos ser tus hijos:

anhelamos imitarte, Padre nuestro del cielo,

anhelamos amar lo que amas,

con tus mismos sentimientos,

buscamos llevar una vida digna de Ti.   MS 255

 

70 – Construir contigo, Señor

“Si no es el Señor quien construye la casa,

en vano trabajan los albañiles”  (S 126,1)

Oh Dios, te invocamos con confianza:

si no vienes en nuestra ayuda

trabajamos inútilmente.

Queremos, Señor, construir tu casa,

en nosotros y en nuestros hermanos.

Auméntanos la fe, la esperanza y la caridad:

la fe nos sirva de fundamento,

 la esperanza edifique los muros,

la caridad finalice la casa.

Ayúdanos a construir de este modo,

y seremos admitidos en el cielo, en tu casa.

Obra pues en nosotros:

de Ti viene todo bien,

y sin Ti nada bueno podemos hacer.

¡Ven Señor en nuestra ayuda!              MS 621-262

 

71 - Tu amor dilate nuestros corazones

Señor Dios nuestro,

que tu ley penetre en cada uno de nosotros:

no por temor,

porque así no penetraría en lo profundo del corazón;

sino por amor,

ya que sólo así entraría en lo más profundo de nosotros.

Dilate pues el amor nuestros corazones;

que hondamente los entreabra 

para que recibamos tus beneficios como rocío fecundante.

Tu ley no sea jamás escrita sobre durísima piedra,

sino que penetre en un cirio derretido por el calor que viene de Ti.

Transfórmanos con tu amor divino,

y en nosotros vivirá Jesús:

estará presente en nuestra memoria,

porque no se puede olvidar a quien se quiere;

estará presente en nuestra inteligencia,

porque es el amor el que hace contemplar

las perfecciones del muy amado que atrae;

estará presente también en nuestro cuerpo cuando obremos el bien,

porque es el  amor de Jesús el que nos permitirá amar

y permanecer en el amor.                   MS 263-264

 

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