IndexNovelas. NovelsJuegos. GamesPoemas. PoemsModa. Fashion. Mode.Bocetos y dibujos. Drawings and sketchesAcerca de mi. About meCocina. KitchenCorreo. Mail.
               
                   Un viaje alucinante. 
                     Los que van a Marte...que se pongan aparte.
                                        Con Juan y Luis.                                      
                                                  I 
   Las campanadas de la iglesia empezaron a repicar, -¡Dong, Dong, Dong...Dong!-. Las ocho de la mañana.
Juan salió de su habitación atabiado con una bata de cuadros medio rota y unas pantuflas de osito en los pies. Iba rascándose la cabeza y bostezando camino hacia la cocina. Las baldosas sueltas del piso, -la mayoría de ellas-, iban cantando allá por donde pasaba, -clinc, clanc, clonc...Al llegar a la cocina abrió la nevera y, lo que se le ofrecía a sus aún dormidos ojos, no pudo ser más deprimente; nada, absolutamente nada, ni tan sólo algo: nada.
Cogió un cazo, lo llenó de agua del grifo y lo puso a calentar con la ayuda de un soplete.
Mientras el agua se calentaba, recogió un puñado de granzas de café que el bar de la esquina "la estampida", tiraba en los maceteros de la terraza para abonar las plantas; las limpió de bichejos y objetos no identificados, las colocó dentro de un calcetín que había recogido previamente de la habitación de Luis y lo introdujo dentro del cazo con el agua que aún no había empezado a hervir. Al instante, el agua tomó un color y un olor muy poco agradable.
Trás una pequeña espera, el desayuno estaba listo en la mesa; café y unas tiras de pan duro que debían de interpretar el papel de unos churros o porras.
De una pila de periódicos recogió el que tenía más a mano y se sentó a la mesa.
Una araña, colgada en la lámpara que había sobre la mesa del desayuno, vigilaba a Juan; observaba todos sus movimientos pero, de lo que no apartaba su mirada era de aquellos churros; el olor de algo comestible en aquel apartamento era poco normal y esto llamaba la atención de toda la fauna que en él vivían, como aquellos dos ratoncillos que minutos antes se encontraban terminando los preparativos para una gran manifestación en contra de las duras condiciones de vida a las que estaban sometidos en aquel tuburio. Los dos ratoncillos intentaban, armados con un sacacorchos, taladrar la mesa por debajo y recoger aquel sucedaneo de café.
Juan abrió el periódico por la página de sucesos, tomó un churro con su mano diestra y, sin apenas mirar, lo mojó en el café pero, al intentar llevarse aquel churro a la boca, aquella araña, al tiempo que daba un grito y colgando de una de sus telarañas se lanzó a por el churro y salió por la ventana...
-¡iiiiuuujuuuuu....!-, gritó la araña.
Juan apenas se sorprendió; ¡cosas más extrañas había visto en esa casa!, volvió a tomar de nuevo otro churro, lo mojó en el café pero, era demasido tarde; la taza yá estaba vacía; los ratoncillos habían cumplido su misión.

 

                  II
 
Desde la habitación de Luis se escucharon ruidos y bostezos. Juan, continuaba en la mesa, leyendo el periódico. Vió algo interesante y dobló la página en cuatro veces para poder leer aquel artículo más detenidamente. La puerta de la habitación se abrió y por ella apareció Luis, con un aspecto lamentable; sin afeitar, despeinado, ojos legañosos y sujetando con su mano derecha un orinal rebosante de alegría. Al cruzarse con Juan le dió los buenos dias a su manera...
-¡yeeeeeh!.....
-¡yeeeeeh!....- le contestó Juan
-¿Has visto un calcetín? -le preguntó mientras se dirigía hacia el servicio, aún medio dormido.
-Sí, alguna que otra vez he visto alguno. -le respondió sin apenas levantar la mirada del periódico.
Luis se detuvo justo frente a la puerta del servicio y se giró hacia Juan con el orinal aún en la mano.
-¿Dónde?
-Pues...en la tele, en la calle, en la casa, en cualquier sitio...
-¿mi calcetín? -preguntó Luis sorprendido.
-¿el tuyo?...aah, no, el tuyo no, lo siento...
Tras ésa tontería de Juan, Luis entró en el servicío y
cerró la puerta, lo que aprovechó Juan para ir a la cocina a rescatar el caltecín. Lo vació y lo dejó en su lugar de origen.
A los pocos minutos de haber entrado, Luis salió del servicio. Su aspecto era el mismo que cuando entró salvo el orinal, que yá estaba vacío. Al pasar junto a Juan volvieron a saludarse...
-¡yeeeh...!
-¡yeeeh...!
Al llegar a su habitación se llevó una grata sorpresa...
-¡¡¡andá, mi calcetín!!!
Juan encontró algo en el periódico, algo nada interesante para los demás pero sí preocupante para ellos. Lentamente apartó su mirada del periódico en dirección hacia el techo y se quedó pensativo, como en trance, catatónico. Su boca empezó amargar y no precisamente del café. La cucharilla del desayuno empezó a "clinquinear" a consecuencia del temblorcillo que sus piernas empezaron a adquirir. Bajó su mirada de nuevo desde aquella mancha de huevo del techo al periódico...¡era imposible!
-¡Luis, Luis!
-¿Queeé?
-¡ven, ven aquí!
-Dime...-dijo Luis al acercarse a Juan por la espalda.
-¡Mira, mira lo que pone aquí! ¡estamos perdidos!
Juan le dió a Luis el periódico, señalándole el lugar dónde debía leer.
-¡Ostrás pedrín! -exclamó Luis llevándose las manos a la cabeza.
-¡Está claro,...debemos de huir!
-¿Estás seguro Juan?
-No sé...quizás...¿de cuándo es el periódico?
-A ver...de...de...de hace dos semanas.
Juan se levantó y fue hacia una de las ventanas que daba a la calle. Suavemente deslizó la cortina para poder observar si existía algún indício policiaco y no ser visto. Todo era normal, salvo los cinco vendedores de cupones, los tres carritos de helados, los cuatro de perritos calientes y las dos grúas intentando llevarse a un camión-hormigonera aparcado en doble fila.
-Debemos de tenerlos muy muy cerca...-dijo Juan después de lo visto.
¡TOC, TOC, TOC!. Llamaron a la puerta.
-¡¡y tan cerca!! -exclamó Luis.
¡TOC, TOC, TOC!. Llamaron otra vez.
-¡Ay, aaay...ayyyyyyyy! -gritaba Luis mientras corría de un lado a otro de la casa buscando un lugar donde esconderse.
-¡Calla, cállate! ¡así no vas a solucionar nada!. Hay que serenarse y pensar rápido.
-¡¡ay, ay,ayyyy....piensa tú, piensa tú!!
-Está bién, me jugaré el pellejo yo y abriré pero...
¡¡¡NO ME SACARAN NI UNA SOLA PALABRA!!!
Juan fue hacia la puerta. Si eran policías; estaban acabados, incluso Luis, que se había escondido bajo la alfombra.
Era cara o... cruz.
¡TOC, TOC, TOC!. Otra vez.
-¡yá va, yá vaaa...! -respondió Juan.
Un par de hombres vestidos con ropas muy elegantes, un maletín cada uno y gafas oscuras estaban trás la puerta.
-¿Sssí...? -dijo Juan titubeándo al abrir la puerta.
-¿El señor Juan Casa?
-Sí, pero...¡¡no fuí yo, fue él!! -dijo Juan señalando el bulto tembloroso en la alfombra donde estaba Luis.
-¿Quién? -preguntó el otro hombre.
-¡Él!...
-¿El señor...Luis Blanca?.
-Sí, sí...ése, ése fue quien secuestró el yate, tiró al capitán por la borda y luego lo atascó con la marcha atrás...
Luis, al escuchar toda esta declaración de Juan, salió de su escondite tropezando varias veces hasta llegar al lugar de la reunión.
-¡¡no le haga caso, fue todo idea de él!!
-¿De qué? -preguntó uno de los hombres elegantes.
-De lo del barco...¿de qué va a ser?
-¿Qué barco?
-¡Un momento! -dijo Juan levantando una mano e intentando callar a Luis.-¿quienes son ustedes?
-Nosotros somos de la editorial "Triángulo verde y nos han dado sus fichas para endosarles esta maravillosa enciclopedia llamada "la vida en las cloacas y suburbios en el planeta Marte"
Con un fuerte portazo los despidieron. ¡ZAS!.
Luis, yá calmado, fue a prepararse su desayuno y Juan volvió a mirar de nuevo por la ventana. Todo seguía igual.
-¡Qué susto! -dijo Luis desde la cocina.
             
                 III

 

En el reloj de la pared del despacho del inspector-jefe de la policía dieron las diez, las nueve en Canarias. El inspector estaba sentado en su mesa revisando las fichas de unos delincuentes cuando tocaron a su puerta...
-¿Se puede? -preguntó un policía auxiliar.
-¡Pase!
-Inspector..., los agentes secretos Rodríguez y Martínez, están aquí.
-Hágalos que pasen.
-¡A la orden jefe!
Dos indivíduos vestidos con ropas muy elegantes, un maletín cada uno y gafas oscuras, entraron al despacho. Si no fuera por el blindaje ortopédico en las narices de ambos, las tiritas en la cara y el vendaje en la cabeza, eran bastante parecidos a los del "Triángulo verde" que Juan y Luis habían despedido con aquel tremendo portazo.
El inspector levantó la mirada de aquellas fichas que estaba examinando y los vió...
-¿Qué les ha pasado? ¿un accidente?
-No jefe,...han sido esos dos...¡son peligrosísimos!
-¿Les han pegado?
-No jefe,...nos dieron con la puerta en las narices...
-¡¡yá está bien, vamos a por ellos!! -gritó el inspector enfadado mientras guardaba las fichas en el archivo. -¿está todo preparado, verdad?
-Si jefe... -respondió el agente Martínez.
-¿Cuántos agentes tenemos rodeando la zona? -preguntó el
inspector.
-Trescientos cuarenta y siete además de la Guardia de Tráfico, cinco unidades de Bomberos, quince Ambulancias, diez grupos de Acción Rápida, veintitrés Guardias Jurados, cuatro miembros del BFI, trés de la KBG y dos Municipales que van de camino. -respondió el agente Rodríguez.
-No sé, no sé...¿habrá suficientes? -preguntó el inspector rodeándose la barbilla con sus dedos- ...y si...¡éso es!...¡¡los Militares, que manden también a los Militares!!
-¡A la orden jefe! -dijeron a la vez los agentes Rodríguez y Martínez.
Juan volvió a deslizar la cortina para mirar el exterior. Todo seguía igual, salvo que ahora habían unos hombres con la gorra al revés y vestidos de negro en la azotea del edifício de enfrente, -serán pintores-, pensó Juan.
-¿Algo raro? -le preguntó Luis.
-Psst,...creo que no.
Camino hacia la mesa, Juan recogió otro periódico de la pila.
Luis seguía leyendo el anterior
-¿Has leido esto Juan?
-¿El qué?- preguntó mientras se sentaba.
-Esto que pone aquí de Marte.
-No, no lo he visto...¿qué dice?
-Dice que han descubierto micro-organismos vivos en un meteorito procedente de Marte que cayó el 31 de agosto de 1965 en el Polo y... y que esos micro-organismos vivos son capaces de mutar las moléculas de cualquier metal oxidado en moléculas de oro...¿oro?...¡¡oro!!
-¡quién pillara un puñadito de bichos de esos, eh!
-pues dice también que van a enviar una nave espacial a Marte tripulada por dos...dos...¡dos chimpacés!
-¿dos chimpacés? ¡joder, con el paro que hay solo faltaba que tengamos que competir con los monos!...¿y para qué van a enviar la nave a Marte?
-pues para qué va ser...¡para traer más bichos de ésos!...¡una tonelada por lo menos!...
-¡Ay si pilláramos un quilito de éso! ¡hariamos maravillas en la chatarrería del Manolo!...¿y dónde es eso?
-En la NASA...
              IV
Un gran alboroto en la calle interrumpió la conversación
que ambos mantenían; chirridos de motos, frenazos en seco, sirenas, chillidos, golpes fuertes y muy fuertes, relinches de caballos y algún que otro rebuzno.
Luis se levantó y fue a ver lo que ocurría por la ventana. La calle estaba colapsada por coches de policía, ambulancias, bomberos, etc. En el edificio de enfrente habían hombres vestidos de negro con cuerdas preparados para saltar.
-¿Qué pasa Luis?
-No sé,...creo que hay un atasco muy gordo. -dijo Luis mientras volvía a sentarse a la mesa.
Abajo, en la calle, el inspector-jefe, cabreado por haber tenido que aparcar a más de dos quilómetros del lugar, ordenaba a sus hombres...
-¡Martínez, Rodríguez!
-¡A la orden jefe! -exclamaron ambos a la vez
-¡El megáfono, el megáfono! ¿dónde está el megáfono?
-Lo tiene en la mano jefe.
-¿eh?...¡anda!, ¡bueno está bien!...
El inspector-jefe se acercó el megáfono a la boca y apretó el botón. Un pitido de acople tremendo hizo que se taparan los oidos todos los que habían a su alrrededor...-¡Piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!- Una vez solucionado el problema tomó de nuevo el megáfono....
-¡LES HABLA LA POLICÍA,....., ESTÁN RODEADOS! ...¡TIENEN DOS "MENUTOS" PARA SALIR CON LOS PIES EN ALTO Y LA CABEZA ENTRE LAS PIERNAS!...
El agente Rodríguez le interrumpió con un suave toque en el hombro...
-Jefe,...creo que no es así...
-¡Cómo que no!...¿cómo es entonces?
-Es...¡salgan con las manos detrás de la nuca y la cabeza entre las piernas!
-¡No, no, así tampoco!, -intervino el agente Martínez-, es ...¡salgan con la nuca entre las piernas y la cabeza entre las manos!.
El inspector-jefe se giró hacia la casa de Juan y Luis, se acercó el megáfono a la boca y dijo...
-¡SALGAN COMO QUIERAN PERO SALGAN!
 
 
Continuará...................................................

 

 
 
 
                                           

1