Querida
abuelita:
Cuanto
tiempo hace que nos separaron aquellos hombres? Cinco años, seis?
No puedo creer que me hayas olvidado, a pesar de no recibir ninguna carta
tuya. Yo creo que tu me las envías y no me las quieren dar.
Si,
abuelita, aquí me han enseñado a leer y escribir, aunque
no se de que me va a servir ahora. Bueno, para enviarte esta carta, claro.
Para decirte cuanto te he querido.
¿Aun
guardas la bufanda que te tejí por navidad? Prometiste que me harías
un jersey, pero después de tejer durante tres meses sin pausa lo
dejaste en unos calcetines. Claro, un jersey para mi hubiera agotado las
existencias de lana de toda la ciudad. Siempre nos reíamos de mi
volumen ¿Recuerdas? Como aquella vez que que me caí y tuviste
que llamar a los bomberos para levantarme. Pero decías que el exceso
era hermoso, que la lentitud de movimientos y el balanceo de mis carnes
era sensual. Supongo que por eso venían todos esos hombres a verme.
¿Puedo
confesarte una cosa, abuelita? Nunca me gustó lo que me hacían
cuando tu te ibas. Aunque si tu los tratabas bien no debían ser
mala gente. Aún pienso en ese señor bajito con bigote. Fue
el único que me trató bien. Pero cuando me dijo que me fuese
con él y te dejase me horroricé. Si. abuelita, él
me prometió una casa de verdad y bonitos vestidos de mi talla. Pero
yo no podía ni imaginar el dejarte sola. El tampoco volvió,
claro. Al día siguiente tu te compraste un bonito sombrero, pero
yo no quise comer la carne, me sabía amarga. Fue la única
vez que lloré.
Hay
una cosa que no entiendo ¿Porqué dejaste entrar a esos hombres,
abuelita? Recuerdo los días antes de marchar, gritabas por cualquier
cosa y dabas un respingo cada vez que alguien llamaba a tu puerta. Cuando
ellos entraron tu me señalaste con la cabeza baja y yo pensé
"cielos, no voy a poder con todos a la vez". Ni siquiera les ofreciste
un té. Me sacaron de la cabaña con las manos atadas a la
espalda. No sé si lo viste, porque seguías con la cabeza
baja. ¿Oíste mis palabras? Te dije que no te preocupases,
que regresaría, aunque ya sospechaba que nunca volvería a
verte. Y más cuando gritaste que tu no sabías nada.
¿Has
leído los periódicos? Me llaman la puta antropófaga.
No sé que significan ninguna de las dos palabras, nunca me las enseñaste.
Dicen que cambiaba carne por carne, eso también me lo decías
tú. ¿Recuerdas? Tu decías que era un cambio justo,
pero ellos van a matarme mañana por eso. Yo solo entiendo que voy
a morir por nada, ya que me meterán bajo tierra ¡Con la de
niños que podrían comer de mi!
Me
despido ya abuelita, son las diez y aquí apagan las luces a esta
hora.
Un
beso muy fuerte de tu gordi.
Katja
Vilar
El dibujo es una obra de el gran
Botero
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