EL GATO LOCO Lo he calumniado. Le he llamado el gato loco; he dicho que necesitaba un siquiatra. Me he burlado de él torpemente. En cuanto empieza a oscurecer, mientras la gata se acomoda en los sillones de la sala, el gato bizco comienza su ronda nocturna: da doce o quince vueltas alrededor, dentro de mi cuarto, pegado a las paredes, debajo de la cama, detrás del buró, con un itinerario fijo e insistente; luego sale al patio y se pasa toda la noche, pero toda la noche, dando vueltas y vueltas, maullando quedamente, lastimeramente, a un ritmo preciso, como buscando algo, alguien, tenazmente. El paso es veloz, su actitud alerta, inquisitiva. A las siete de la mañana, más
o menos, se viene a dormir. Y así todos los días.
De aquí en adelante le llamaré el patrullero de la noche, el vigilante del amanecer. Jaime sabines
Muchas gracias a Sandra
Zapian por enviarme este maravilloso cuento
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