Elogio del Gato Moncho González En cuestión de animales domésticos, toda la vida había preferido los perros a los gatos, puesto que los canarios, los peces y las tortugas siempre me parecieron demasiado culinarios como para tenerlos permanentemente delante. Daba por supuesto - seguramente por un prejuicio cultural muy extendido y adquirido tempranamente- que el perro es esencialmente leal e inteligente, mientras que el gato es poco menos que un traidor al que es mejor no dar la espalda, por si acaso. La teoría del bueno y el malo, como de costumbre. Fíjense que en la mayoría de los dibujos animados que sirven a destajo por TV, el gato suele simbolizar la maldad mientras que el perro es la inocencia.
Con la presencia del gato y de la observación diaria de su conducta empecé a comprender el porqué de la fascinación que estos felinos ejercen sobre las personas y del aparente protagonismo que ha adquirido el félido como animal de compañía y hasta como objeto de prestigio. Se diría que el gato está en camino de ser redimido definitivamente de su leyenda negra particular, que le ha identificado en muchos casos y, sin duda injustamente, con los callejones más sombríos de las ciudades. En realidad no es cuestión de decir quién es mejor de los dos, ni de revisar la opinión sobre los perros, sino de ser justos con el gato. De entrada, hay que reconocer que éste se adapta mucho mejor que su rival de cuatro patas a las exigencias del urbanismo y la arquitectura actuales, que, como es bien sabido, no permiten alegrías en cuestión de espacio. El cánido necesita campo abierto por naturaleza, mientras el félido se basta y sobra a veces con una vulgar caja de zapatos, y es rabiosamente casero cuando se ha acostumbrado a los usos y costumbres derivados de la propiedad horizontal. Uno a cero, pues, para micifuz.
El gato es, en cierto modo, aquello que las personas quisiéramos ser y no podemos o no sabemos ser, por convencionalismos sociales, por imperativo de las leyes, por las limitaciones de nuestra propia naturaleza o, simplemente, porque no nos da la gana: ágil, rápido, independiente, imaginativo, listo, ladrón, chantajista, zalamero, presumido, cauto, respondón, goloso, caprichoso, refinado, elegante, desafiante, lúdico, sensual, seductor, premonitorio, pulcro. En fin, hasta parece tener el don de la ubicuidad y además, no ladra por las noches, sabe pasar el fin de semana en casa completamente a solas, no necesita salir a la calle para nada y no pone la ciudad perdida de excrementos.
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