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Las ventanas se iluminaban de noche en tiempo de exámenes, pues todos acometían los libros tan esquivados durante el resto del año, y con frecuencia un futuro médico se sentaba en la vereda a tomar mate, contemplando la luna en módicos calzoncillos. O su compañera se asomaba a la ventana para respirar el fresco con el exclusivo adorno de la combinación.
"Cuando viene el giro lo compartimos -explica el sanjuanino Alberto Sánchez de 24 años- por lo tanto nos dura diez días, con asados y guitarreadas incluídas, y en la segunda quincena nos arreglamos con mate o cubitos de caldo Knorr..."
"Hay casas donde el cartero pasa, deja las cartas y se queda a comer -agrega el misionero Gregorio Meszen de 27 años-. Todo se comparte ".
"No somos bohemos ni hippies, eso no es cierto -se defiende Enrique Miodosky, alias "Electrón", un sanjuanino de 24 años- simplemente estamos estudiando y tenemos que vivir muy barato. En todo lo que hacemos hay un espíritu de superación y de servicio al país".
Según el rosarino Guillermo Gibbons, de 28 años, "en el Clinicas se vive una vida calentita, donde el amigo se juega y es amigo de veras. Uno viene de un pueblo chiquito y el im-pacto de Córdoba lo hace sentirse muy solo. Por eso se refugia en el Clinicas y encuentra en sus compañeros el misnio cariño que tenía en su familia remota. Sólo que los compañeros no lo vigilan, no lo controlan, no le dán órdenes.
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