El sexo de quien va a nacer depende, sobre todo, del padre. La mujer tiene en su par sexual los cromosomas XX; el varón tiene XY. Cuando se forma el embrión, toma la mitad de los cromosomas de la madre y la mitad de los cromosomas del padre para contar así con los 46 cromosomas de nuestra especie. De la madre toma 22, más la mitad del par sexual, que como son dos X, será una X; y del padre toma 22 cromosomas, más la mitad del par sexual. Si toma la X, al unirse con la otra X de la madre formará un ser con dos X, una mujer. Si toma la Y, al unirse a la X de la madre será un varón.
Fíjate qué curioso: muchas veces, cuando aún la mujer no se ha dado cuenta que está embarazada - al mes y pico de gestación esa X y esa Y empiezan a actuar sobre las glándulas sexuales. Sobre todo la Y, que va formando los testículos. La X pretende que sean ovarios. Y a partir de ese momento, se van diferenciando el pene de la Y, y el clítoris de la X; el mismo origen tienen los labios mayores y el escroto; y los testículos y los ovarios.
El sexo depende del padre. A partir de ese momento se inician una serie de transformaciones muy complejas que van haciendo que yo, como sexo, sea niño o niña.
Tampoco hay que olvidar que el cerebro también se va modificando, no sólo para adaptarse a la feminidad o masculinidad; sino para prepararse hormonalmente . El cerebro debe asumir la producción de hormonas, - para la menstruación, por ejemplo - su diferenciación exterior, sus formas, sus caracteres.
Precisamente cuando cerebro y sexo no están de acuerdo surgen esos problemas de quien sintiéndose hombre se ve en cuerpo de mujer; y viceversa.
Partimos pues del mismo origen. Un mínimo embrión que a las seis - ocho semanas empieza a ser él o ella.
No voy a describirte, sexo femenino, en exceso, entre otras cosas porque el dibujo que tienes es suficientemente explícito. Sí debes saber, por ejemplo, que el clítoris sólo tiene una función sexual. Sus terminaciones nerviosas le hacen receptor de todos los estímulos. O que el himen no es ninguna prueba determinante de la virginidad. Además de por causas puramente físicas, el himen puede deshacerse - él solito - mientras tú estás enamorada de un grupo musical. (Por cierto su hipotética rotura en la primera relación casi nunca sangra).
La vagina es el conducto que va desde los labios hasta el útero. Tiene un tejido muy especial y a los lados, en los labios que le dan acceso, desembocan las glándulas de Bartolino. Su misión es segregar una sustancia lubrificante, cuando se está excitada sexualmente. Así, en el caso de que haya penetración, se produce de una forma más suave. Tiene una estructura rugosa y una elasticidad portentosa. ¡Cuántas veces has pensado, cuando hay dificultad en la relación sexual, que por ahí, iba a caber la cabeza del niño! Tranquila puede dilatarse muchísimo.
Por la vagina se llega al cuello del útero y de ahí al útero propiamente dicho. Y que aunque parezca mentira, conmigo, como sexo, tiene muy poco que ver.
Al margen de lo físico, es verdad que tu identidad sexual va cambiando. Cada vez se admite con mayor naturalidad que no hay patrones establecidos. Que eso de que tú eres pasiva y que sólo respondes a estímulos, es absolutamente falso. Es verdad que se reacciona a los estímulos adecuados; pero es que esos estímulos están, en la mayoría de los casos, guiados por patrones culturales. Mira, cuando te digan "hay que hacer ..." no te creas nada. Se hace lo que en pareja se desee. Una de las características que debe presidir toda la estimulación sexual es la delicadeza, la suavidad y la calma.
Por cierto: que el orgasmo es el clímax no hay duda. Pero también hay muchas formas de relación sexual placenteras y que no tienen por qué llegar a eso. ¿De acuerdo?
A lo largo de la historia yo, como sexo, he sido uno de los grandes motores. Yo, debes de reconocerlo, presido casi todas las relaciones sociales. Y observo que cada vez más voy perdiendo timidez. Me muestro con mayor naturalidad, reconociendo que, al fin y al cabo, ni soy sucio, ni extraño, ni malo. Soy absolutamente natural y absolutamente necesario.
Aunque no lo pienses, la mayoría de mi actuación parte de la mente. La primera idea es cerebral, hay como un deseo de unión, extraño, teórico. Eso es lo que va dando unas pautas determinadas y va creando eso tan complejo que se llama atracción. Es como una amistad especial. Pero eso es salirse de nuestro ámbito estricto. Cuando esa atracción sobreviene, y superadas todas las barreras que la sociedad, la cultura o tú mismo te impongas, se llega a la práctica sexual. Deja la prisa a un lado. Hay un tiempo. La sexualidad tiene más de sensual que de sexual, aunque parezca una bobada esto que te estoy diciendo. Pero -¡ojo!-, el mayor enemigo de la sexualidad es la rutina. El que haya un tiempo, un ritmo, una gradación de estímulos no quiere decir que sea siempre el mismo.
Yo, como sexo y como práctica, soy un juego erótico y no siempre tiene que estar presidido por el coito. Aunque la fisiología a veces, sin que te enteres, va preparando todo el organismo para ello. Cuando la sangre inunda los cuerpos cavernosos, la erección es automática. Dejo a un lado los sentimientos, que son cosa de cada uno.
El orgasmo no ha sido superado por ningún otro placer físico. Y que para llegar a él hay una serie de cambios curiosos. Por ejemplo, si tus pulsaciones son normalmente 80 por minuto, llegan a 100 , 110 y 120, según va avanzando la excitación. Cuando llega el clímax, tú, que habitualmente respiras 14 veces por minuto, llegas a las 30. Y si en ese momento te tomaras la tensión te llevarías un susto, porque tendrías una máxima cercana a 20.
Además de todo esto, hay cambios particulares. En la mujer, las glándulas de bartolino humedecen toda la zona, el clítoris aumenta de tamaño, los labios menores se ensanchan, el pecho se hincha, la aréola toma un color más oscuro y el pezón se endurece y alarga. La vagina se ensancha y se producen de 3 a 15 contracciones violentas cada 0,8 segundos.
Superado el orgasmo, llega la distensión. Y es cuando se necesita -sobre todo la mujer un tiempo de reposo afectivo. El sexo no es sólo físico. Es en este momento, cuando la pasión ya no existe, cuando realmente puede establecerse una relación de intimidad y auténtica entrega. Lo ideal sería que la relajación fuera compartida, serena, íntima y placentera.
Tomás Trejo Rodríguez