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"Ustedes son la luz del mundo... Y no se enciende una lampara para meterla debajo de un cajon." Mt. 5, 14. Un grupo de ranas viajaba por el bosque y, de repente, dos de ellas cayeron en un hoyo profundo. Todas las demas ranas se reunieron alrededor del hoyo. Cuando vieron cuan hondo era el hoyo, le dijeron a las dos ranas en el fondo que para efectos practicos, se debiandar por muertas. Las dos ranas no hicieron caso a los comentarios de sus amigas y siguieron tratando de saltar fuera del hoyo con todas sus fuerzas. Las otras ranas seguian insistiendo que sus esfuerzos serian inutiles. Finalmente, una de las ranas puso atencion a lo que las demas decian y se rindio. Ella se desplomo y murio. La otra rana continuo saltando tan fuerte como le era posible. Una vez mas, la multitud de ranas le grito que dejara de sufrir y simplemente se dispusiera a morir. Pero la rana salto cada vez con mas fuerza hasta que finalmente salio del hoyo. Cuando salio, las otras ranas le preguntaron: "¿No escuchaste lo que te deciamos?" La rana les explico que era sorda. Ella penso que las demas la estaban animando a esforzarse mas para salir del hoyo. Esta historia contiene dos lecciones: 1. La lengua tiene poder de vida y muerte. Una palabra de aliento compartida a alguien que se siente desanimado puede ayudar a levantarle y finalizar el dia. 2. Una palabra destructiva a alguien que se encuentre desanimado puede ser lo que acabe por destruirlos. Cualquiera puede hablar palabras que roben a los demas el espiritu que les lleva a seguir en la lucha en medio de tiempos dificiles. Tengamos cuidado con lo que decimos. Pero sobre todo con lo que escuchamos no siempre hay que prestar atencion, utilicemos lo que es bueno. Hablemos de vida, de alegría, de esperanza, a aquellos que se cruzan en nuestro camino. El poder de las palabras... a veces es dificil comprender que una palabra de animo pueda hacer tanto bien. ¡Que tal si nos comprometemos a ser, aunque menos no sea por 24 hs, sembradores de esperanza! ¡Buena Siembra! REC en el corazon Ricardo Esteban Canevari |
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