EL ESPECTRÓGRAFO DE MIRADAS
Luis M. Fuentes
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27/02/99
Catequesis de cultura.
Mi buen amigo Chacón Junior cree en una Colonia independiente, en la cultura y en el ciclo "Jueves a jueves". Nosotros, que a lo mejor somos algo coñones, nos permitimos la libertad de metemos a veces con él, aunque nuestra guasa siempre tiene algo de tierna, de maternal, puede que incluso algo de masónica. Él nos perdona cuando nos pasamos porque sabe que lo queremos una hartá (y si no nos perdona, eso se arregla pronto con un duelo a primera sangre con havanaclubs, que encima le dejo hasta escoger las armas). Cuando digo "nosotros" me refiero a esa camarilla o tertulia destartalada que, los más domingos por la mañana, desayunamos ancá el Corcho cubatas con tostadas o un brandy canalla y batallero: el Caro, el Quino, la Rocío, yo y algún otro más que a veces se apunta, y a los que nos suele dar la mañana, para nuestra vergüenza, hilvanando o destripando alguna pijada de arte, de filosofía o de esa ciencia infusa o difusa del vivir en este mundo de pacotilla y de rebajas.
Hablo de mi amigo Chacón porque recuerdo que estaba él presente en la última conversación que tuvimos sobre la cultura en general, en abstracto, que es lo mismo que decir la cultura según lo que a uno le salga de los mismísimos, porque la cultura es una puta bien enseñada, que se adapta con una complacencia enguantada y táctil, como de calzador o boa constrictor, a lo que uno quiera. Con algo de ingenuidad o idealismo, algunos creen en una cultura universal, revelada y testamentaria, que nos la tienen que ceder o enseñar gurús como notarios y que nos hará ricos y libres: la cultura como la predicación al pueblo del Paraíso, como una fuga con prisas de aquella caverna de Platón. Esta idea genera una especie de misión u ONG, algo así como Culturetas sin fronteras o Queteculturices mundi, que fabrica la cultura de las asociaciones de barrio e inspira a organizar cineclubs sobre cine checo (con mesas redondas después), conferencias sobre la vida del pueblo mahorí y exposiciones de cerámica doméstica o de papiroflexia amater. Es ésta una cultura de carteles fotocopiados puestos en los escaparates y de satisfacciones personales, de mártires y abanderados, de causa y de gentes con causa, dignas y solidarias. Estos paladines se reunirán después, harán encuentros y tomarán cubatas con una oronda satisfacción de salvadores y visionarios, de contentos de puro culto y sensible y comprometido y buena gente, coño. Aunque más pena da la cultura burocrática, la administrativa, la de las subvenciones y los delegados; o la momificada y casi carlista de los ateneos donde los viejos leen los periódicos, cuentan sus batallitas y hablan de la cultura como el Rey Sol hablaba del Estado.
No termino de creer yo en eso de la catequesis cultural. Ante todo, cultura es cualquier cosa que provenga de la actividad del ser humano, y como resulta que hemos hecho un montón de cosas, hay bastante para elegir. Es la sensibilidad (que se puede despertar pero nunca imponer ni teledirigir) la que decide si un sujeto elige la cultura que representa Camela o la que representa Wagner, la que representa Mariano Ozores o la que representa John Ford, la que representa Borges o la que representa Follett. Pero a veces estas ONGs, estas personas misioneras y devotas de esa cultura suya en forma cristalizada, crean auténticos especímenes de obcecados que confunden apreciar el arte con haber visto "Barrio", tener sensibilidad con ir a todas las lecturas de los poetas de los alrededores y tener inquietud por el saber con asistir a una conferencia en un instituto sobre el cultivo de hortalizas en el Egipto de lo Tolomeos; que no comprenden que uno, sin ser ningún demonio, prefiera quedarse en casa viendo por trigesimoquinta vez "La reina de África", escuchando a don Ricardo Strauss o simplemente sobando, la mar de a gusto.
Esta noche (cuando escribo) he escuchado parte del "Cuarteto de los helicópteros" de Stockhausen. Ay, Chacón, si lo escucharas... Imagino lo que dirías. Desde luego, si la Duna le dedicara una conferencia no aparecería ni el gato, seguro. Pero nada, hombre, eso sería lo normal. Lo raro, lo que constituiría casi un caso clínico, sería lo contrario. Eso que algunos llaman cultura sigue siendo una cosa personal, y, como el sexo, no se puede obligar a nadie a ejercitarla. De todas maneras, tampoco tiene tanta importancia: ¿Para qué más sirve la cultura aparte de para ganar convidadas al Trivial?