CHARLAS DE LA BAHÍA |
Conferencia: El
ciclo de conferencias 'Charlas de la Bahía', organizado por EL MUNDO
y el grupo hostelero Jale con el patrocinio de la Fundación de Ayuda
al Desarrollo Social de Hispanoamérica, se celebra en la Hacienda Las
Beatillas, en El Puerto de Santa María (Cádiz) 12/01/03 Presidentes
y maldades Víctor Márquez Reviriego conoce quizá como nadie la vecería de nuestra democracia y sus actores, los parlamentos como corralones y los políticos como una sucesión de mayordomos. Mientras España pasaba de una dictadura catedralicia a las libertades, mientras se consolidaba la cosa entre espadones mosqueados y otros sobresaltos, mientras entrábamos en una Europa que todavía nos veía como toreros, él estaba allí, vigilante e irónico, tomando notas que eran historia y evaluando presidentes que empezaban de coristas. Y una manera de hacernos ver todo lo que él sabe fue lo que hizo el viernes en Las Beatillas, o sea no decirlo, contarnos anécdotas, maldades, pequeñeces, pero que eran como cuando el galán sólo nos describe el tobillo de la dama y entonces no deja ninguna duda de que fue mucho más allá. Márquez Reviriego nos hizo una pinacoteca pequeña con los cuatro presidentes de nuestra democracia, a los que esbozó cómica o asesinamente en pretendidas menudencias que luego decían mucho o todo de ellos. A veces, explicarnos cómo es un presidente en el saloncito nos puede revelar todo el misterio de su gobierno y los cataclismos que le rodearon mejor que cualquier otro estudio. Márquez Reviriego lo hacía además con un humor quedón y con bombín que obligaba a los presentes a pensar despaciosamente cada frase para medir la posible guasa o mala leche que dejaba en ellas como un incienso. El caso es que contando cómo Suárez se comía una tortilla de un solo huevo nos explicaba sin decirlo por qué en todos sus discursos salía con cara de estar en ayunas, como queriendo meter a todo al país en la dieta del apio. O por qué Suárez llevó España un poco como un convento viejo, organizando un Santa Transición que no fue tan santa y en la que el tan alabado “consenso” fue más bien un concilio de cuatro, quizá para ahorrarse tiempo y unas verdaderas Cortes constituyentes igual que se ahorraba un huevo en la tortilla. Como ven, con esta imagen de presidente sin hambre o de duque pobre e inseguro, sólo con la pose y un pañuelo, ya tenemos interpretada media España reciente, sin que en realidad Márquez Reviriego dijera nada de esto. De Calvo Sotelo nos contó que era un hombre cultísimo, de mucho centón y latinajo, que escribía sonetos y redondillas para vengarse de los enemigos y que se llevó 10.000 libros a la Moncloa como un sofá muy ostentoso e inútil, porque no le dio tiempo casi ni a terminar la mudanza. Con esto quizá nos decía que este hombre lector y serio era como tener gobernando al fantasma de un bibliotecario y por eso sólo duró lo que duran un par de sustos y de apariciones con ojeras y candelabro, mientras la UCD se disolvía en brumas y despeñaderos como un castillo escocés. De González bastó que nos dijera que era un hombre sin complejos ante las intelectualidades, que se olvidaba de los libros que leía, para aclararnos, otra vez sin decirlo, por qué sus gobiernos fueron un personalismo sin traumas y un desplante de guapo de cara. Márquez Reviriego nos resumió a Aznar en unos grifos de oro que decían que tenía y luego él mismo vio que eran normalitos, de los de Roca. Y aquí, en esta falsedad, puede que nos dejara el resumen más auténtico de la política, que a lo mejor es siempre acusar al otro de tener grifos de oro o chalés como archipiélagos. Contar sin contar, mostrarnos para que adivináramos. Seguramente Márquez Reviriego está guardando lo más jugoso y explícito de todo lo que sabe para sus memorias y, mientras, nos deja con hambre de verdades enseñándonos un pico de la historia de España igual que un pico de la enagua, para avivarnos el deseo y dejarnos imaginar lo profundo y lo secreto. El chalé de González y los grifos de Aznar El esbozo de la personalidad de los cuatro presidentes de Gobierno de la
democracia a través anécdotas y experiencias personales centró la
conferencia “Testigo de la democracia” que el veterano periodista
y cronista parlamentario Víctor Márquez Reviriego ofreció el
viernes en la Hacienda Las Beatillas, dentro del ciclo “Charlas de
la Bahía” que organiza el grupo hotelero Jale con la colaboración
de EL MUNDO y el patrocinio de la Fundación Ayuda al Desarrollo
Social de Hispanoamérica. En tono desenfadado y con notables dosis de
humor, Víctor Márquez Reviriego, del que José Antonio Gómez Marín,
coordinador de las Charlas, dijo que “no creo que haya nadie que
conozca la clase política española con tanto detalle y experiencia
como él”, fue repasando su trato, conversaciones, confidencias y
sucesos con los cuatro presidentes democráticos, Adolfo Suárez,
Leopoldo Calvo Sotelo, Felipe González y José María Aznar,
otorgando una desenvuelta, singular y muy a menudo irónica visión de
sus personalidades, virtudes y debilidades. “Quiero contar algunos
de los aspectos de los políticos que normalmente no se reflejan en
los medios -- aclaraba Víctor Márquez Reviriego al comienzo de su
intervención— aunque no vayan a esperar ninguna revelación
escabrosa ni íntima porque los chismes no son lo mío”. De Adolfo Suárez confesó “no haberlo tratado cuando era presidente
del Gobierno, porque yo entendía que el comportamiento de un cronista
parlamentario debía ser como el de un cronista taurino, que no toma
café con los toros”. Marcando sus diferencias con él recordando
que “los orígenes de Adolfo Suárez y los míos eran muy
distintos” y que “a lo mejor históricamente he sido injusto con
él pero periodísticamente no”, Márquez Reviriego dijo de él que
tenía una gran “modestia intelectual” y que era algo
“inseguro”, ilustrándolo con numerosas anécdotas que a veces se
complacieron en lo sarcástico. Centrándose de nuevo en la relación
de los presidentes con la cultura, aseguró que Leopoldo Calvo Sotelo
“tenía un elevadísimo concepto intelectual de sí mismo, y además
con toda la razón del mundo”. “Habría que remontarse a don
Manuel Azaña para encontrar un presidente español tan leído”,
afirmó. Leyó luego algunos agudos poemas de Clavo Sotelo dedicados a
rivales políticos y narró varias anécdotas entre el humor y la crítica.
De Felipe González dijo que “es del que más sé y del que más me
cuesta hablar”. “Felipe no tenía ningún complejo [intelectual]
aunque luego no se acordaba de los libros que leía –comentó--. No
tenía complejos ni de superioridad ni de inferioridad, o por lo menos
no los tenía entonces, aunque pueda tenerlo ahora de superioridad con
tanto pelota y lacayo como tuvo”. |