CHARLAS DE LA BAHÍA |
Conferencia: El
ciclo de conferencias 'Charlas de la Bahía', organizado por EL MUNDO
y el grupo hostelero Jale con el patrocinio de la Fundación de Ayuda
al Desarrollo Social de Hispanoamérica, se celebra en la Hacienda Las
Beatillas, en El Puerto de Santa María (Cádiz) 9/03/03 El
verismo de Quintero Quintero con su peinado de gato, con sus corbatas de pana, con su pecera de humo, con su cortinaje de silencios, con su flojera brillante. Jesús Quintero era un animal de esa noche de invisibilidades dobles que es la radio. Pasaba sin verse sobre las madrugadas y las camas, sobre los camioneros y las putas, como un unicornio de aire negro, un unicornio cansado y raro que hablaba y rozaba a unas almas que lo esperaban con un solo ojo abierto como una luna. Luego fue la televisión, y a su voz de pausa se le unió su presencia de dormido lucidísimo, de serio que se ríe, de grave duelista ante unos personajes velazqueños, siempre tuertos o torcidos de algo, o ante unas celebridades sorprendidas en confianza y con el güiscazo en la mano, en un ambiente de cama revuelta o bar que está cerrando. Y es que Jesús Quintero sabe hacer que todos sus entrevistados le queden como cogidos en pijama, desprevenidos de pose, y por eso les saca como nadie una humanidad agigantada que puede ser inversa (la tristeza de un cachondo o la alegría de un suicida) o inmediata (los cuernos del cornudo o el muerto del asesino). Quintero enseguida se quedó solo en la mesa de Las Beatillas, en el salón abarrotado, fumando contra una pantalla, abierto el cuello con corbata como en homenaje a algún héroe borracho, para narrarnos su historia llena de monstruos y barbudos. Quintero da esa imagen de recién levantado que se extraña de que haya gente por las aceras, de extraterrestre entre de mediocres y azafatos, de hipersensible al que le duele el mundo como si se le clavara en astillas. Un día, cuando leía una noticia en la radio, pensó “yo ya no leo más mentiras”, y él, que de chico quería ser actor, terminó por hacerse un personaje entre monje y bardo, entre desengañado y dandi, entre partisano y triste con petaquita. Y así salió el Loco de la colina, el Perro verde, su Cuerda de presos, su Lobo estepario, su Vagamundo, sus Ratones coloraos, todo lo que le ha ido dando fama e hijos feos. De perfil como una cabaretera que fuma, Quintero puso unos videos de El Beni de Cádiz como un fenicio flaco y genial con jersey de pico por el ombligo; de Liberto, aquél que se creía siete veces Premio Nobel y se escribió él solo su propia entrevista, casi daliliana; de un programa que hizo de una comida con mendigos, puro Velázquez o puro Buñuel; y, como no, del Risitas, que ya va cobrando más que él. Es su bestiario, sus freakies, sus seres como un aguafuerte, personajes excepcionales o risibles, pero siempre auténticos. Últimamente, a Jesús Quintero, que tanto detesta la televisión basura, le están acusando un poco de eso mismo y a uno le parece injusto o desmedido. Porque el Risitas no es sus chistes malos ni su mella, sino una cara que ejemplifica una sociedad que todavía da esos seres inmaculados en su simpleza, asalvajados, graciosos de ignorancia, que no captan la ironía y no tienen doblez. El Risitas podría hacer un dúo de verismo con la Cándida de Gomaespuma, por ejemplo, aquella vieja chacha que provocaba la risa sólo con su ingenuidad. Esto hace Quintero: un naturalismo feroz que se tiene que recalcar a veces en lo grotesco, sacar tullidos y maribárbolas, porque están ahí, existen, nos cuentan más verdad y nos dicen en un diaporama dónde y cómo vivimos, mejor, seguramente, que cualquier lista de exquisitos. "Los personajes contracorriente transmiten más verdad" “Yo no sé explicar la comunicación, sé
hacerla”. Así se manifestó el periodista y locutor Jesús Quintero
el viernes en la Hacienda Las Beatillas, durante la conferencia “La
verdad y la comunicación” que pronunció dentro del ciclo Charlas
de la Bahía que organiza el grupo hostelero Jale con la colaboración
de EL MUNDO y el patrocinio de la Fundación para el Desarrollo Social
de Hispanoamérica. Jesús Quintero, a quien José Antonio Gómez Marín,
coordinador de las charlas, definió como “la voz de la noche en los
medios españoles” y un ser “noctívago, nictálope y noctámbulo”,
habló del mundo de la comunicación desde la perspectiva de su
trabajo y su experiencia. “La comunicación ha sido mi vida y mi
pasión –afirmó--. Mis tres grandes pasiones han sido la noche, la
radio y el espectador o el oyente. Me ha gustado más siempre la radio
que la televisión porque la radio es más individual, más
imaginativa, más soñadora”. Ante un público que llenaba por completo el salón,
Jesús Quintero repasó su vida como comunicador. “Al venir hacia
aquí una madre le ha dicho a su hija: ‘Mira, ése es el que
entrevista al Risitas’; y eso quiere decir que hay mucha gente que
no sabe de dónde salgo”, explicó, entre las risas de los
asistentes a la conferencia. “Para mí la comunicación no es un
oficio sino un arte; yo creo que es un destino, no una profesión; no
es un medio de vida, es mi vida, y no estoy en esto para ser famoso ni
ganar dinero, sino que como yo quería ser actor, me inventé un
personaje y me interpretaba a mí mismo”. Repasó sus primeros años
en la radio, cuando anunciaba las señales horarias, o leía las
noticias en los diarios hablados. “Hasta que un día me cansé, entré
en una profunda depresión, porque me sentía vacío, como un locutor
loro. Un día, la leer una noticia, me dije ‘yo ya no leo más
mentiras’”. Después de esa etapa de depresión, en la que le
rechazaron un programa piloto para la noche porque le dijeron que
“inducía al suicidio”, Jesús Quintero volvió con el espacio que
le daría la fama, “El loco de la colina”, título tomado de la
canción de los Beatles “Fool on the hill”. “Y un día me puse a
hacer televisión, fue el Perro verde, con el que quería llevar el
intimismo de El loco de la colina, pero que el protagonista fuera otra
persona a la que entrevistaba”. Y aquí quiso Quintero ilustrar su
recorrido en televisión con videos de entrevistas a algunos de sus
personajes más conocidos, como El Beni de Cádiz, Liberto, que se creía
Premio Nobel, o el inevitable Risitas, intercalando numerosas anécdotas.
“Los mejores personajes, los más luminosos, los más ingeniosos, lo
más sorprendentes para la comunicación son los andaluces –aseguró--
lo que pasa que las cadenas de televisión no lo emiten bien, y cuando
hay una serie, la tata es la andaluza, y eso sí me mosquea. Pero
estos personajes contra corriente me gustan, porque son gente muy auténtica,
son los que transmiten más verdad”. Jesús Quintero no ahorró críticas a la televisión
actual: “La televisión es una mina abandonada y saqueada por los
mercaderes, por los oportunistas, por los cotillas, por los falsos
profetas. Estamos viviendo unos tiempos de basura. La televisión
desprecia la cultura, las grandes ideas, y se está acostumbrando a la
superficialidad y al morbo por el imperio de las audiencias. Esto está
teniendo tanto eco que no ver la televisión es un gesto de buen
gusto”. “A veces
–confesó Quintero--, no me siento a gusto en este medio”. |