CHARLAS DE LA BAHÍA

Conferencia:
"Nuestro cambiante gusto ante el vino"
Víctor de la Serna

El ciclo de conferencias 'Charlas de la Bahía', organizado por EL MUNDO y el grupo hostelero Jale con el patrocinio de la Fundación de Ayuda al Desarrollo Social de Hispanoamérica, se celebra en la Hacienda Las Beatillas, en El Puerto de Santa María (Cádiz)
[resumen de la conferencia]

21/07/02

La musicología del vino
Luis Miguel Fuentes

No venía para hablar de Perejil ni del alba con tiempo duro de levante trayendo soldados con sueño y asco, que era lo que hubiéramos querido algunos de los que estábamos el viernes en la Hacienda Las Beatillas. Aun así, Víctor de la Serna no pudo evitar dedicarle a la pequeña reconquista  su primer comentario: “Era algo que no había más remedio que hacer”, para no seguir “marcados por ese chantaje pesado”. Pero Víctor de la Serna había venido para hablar de vino, dejando sus decanatos en política internacional para aparecer como un particular simpaticote, un sabio monje enólogo y un gran gourmet que se ve venir.

Víctor de la Serna da esa presencia de español de vino y queso con un toque francés, que es el que se les queda a los amantes del buen vino de poner morritos delante de la copa y de pronunciar mucho lo de bouquet. De la Serna nos trajo el mundo del vino como una musicología, siempre con ese fondo de historia, inspiración, estirpe y profundidad que tiene el gran vino, con sus barricas como violines, sus vinateros como maestros de capilla y sus caldos sonoros y escultóricos como fugas de Bach. A Víctor de la Serna, hablar de vino le queda como hablar del prebarroco, minucioso, iniciático y apasionado, lleno de ecos antiguos y purismo de cuerdas de tripa. Lo que pasa es que la música ha desembocado en las Ketchup, y la majestuosidad del vino ha desembocado en el infame rebujito, que es el Aserejé de la cosa. José Antonio Gómez Marín le comentaba a Víctor de la Serna que en el vino, como en todo hoy en día, vivimos el señorío de la masificación del mercado. Hay un vino que se cocacoliza para que se consuma en las botellonas y blancos endebles, de ínfimo interés, que arrasan en plan Operación Triunfo con la paella. “Siempre habrá personas que le echan gaseosa al tinto, qué le vamos a hacer, y hay que convivir con ellos”, decía Víctor de la Serna con característico humor asesino.

Pero el gran martillazo de Víctor de la Serna en su conferencia fue sin duda proponer, al menos en parte, el sistema de añadas para los vinos del Marco de Jerez. Finos y manzanillas están perdiendo mercado y los remedios sólo se quedan en echar cepas al fuego o ponerse a copiar tintos, que es como querer cambiar aquí el color del cielo. El sistema de solera y criadera, que hace vinos idénticos y repetidos año tras año, aburre a los especialistas extranjeros, a los que les da pereza catarlos. A estos especialistas levemente Templarios, que hablan de cosechas como batallas y de bodegas como imperios, éstos a los que les llega el vino como un Pentecostés anualizado, les desconcierta que en la botella no aparezca una fecha, que les quita juego y conversación. Del vino de Jerez no se habla, porque no hay novedad, es un vino dogma que se cae de viejo y de señorito. En la musicología del vino también debe haber cambios, parecía decir De la Serna. Schönberg tuvo que inventarse el dodecafonismo cuando la música se agotaba, y luego todavía llegó Stockhausen poniendo a cantar a los helicópteros. Aquí, lo mismo poder hablar de una manzanilla San León cosecha del 2003 nos traería la salvación y el mercado. Sería como los Herederos de Argüeso haciendo de Camerata Fiorentina o Segunda Escuela de Viena, por lo menos.


Resumen de la conferencia

“El sistema único de solera es negativo”

Con la conferencia “Nuestro cambiante gusto ante el vino”, que pronunció el escritor y periodista Víctor de la Serna, director de Relaciones Internacionales de EL MUNDO y gran especialista en enología, continuó el viernes en  La Hacienda Las Beatillas, en El Puerto de Santa María, el ciclo “Charlas de la Bahía”, organizadas por el grupo hotelero Jale y EL MUNDO con el patrocinio de la Fundación de Ayuda al Desarrollo Social de Hispanoamérica.

“Hace 10 años, hablar del gusto cambiante por el vino habría sido algo absurdo, nuestro gusto no era nada cambiante”, comenzó De la Serna su conferencia. “Pero en los últimos 10 ó 12 años en el mundo y en España hemos dado la vuelta al gusto del vino, lo que antes era muy bueno ha dejado de ser apreciado, y hay una situación de cierto desconcierto. El vino ya no es lo que fue”. Víctor de la Serna citó como ejemplo los vinos de Rioja: “En un principio, el vino de menos color y potencial era el mejor considerado por los riojanos. Era un vino pálido, suave, casi británico, la antítesis de aquellos tintos romanos mediterráneos que había que perfumar con mieles para que se pudieran beber. Cuando en muchas zonas se trató de manera diferente a la de La Rioja, empezó el cambio”. Destacó aquí el papel de Alejandro Fernández o el Marqués de Griñón, que “sacaron color y potencia” y, así, “en los 90, aparece el vino donde la uva no se reprime, un vino más potente, más expansivo, más adaptado a los gustos de los tiempos”.

Víctor de la Serna dedicó gran parte de su conferencia a la situación de los vinos del Marco de Jerez, de los que dijo que “no entran en este debate porque su enología es muy distinta”. “El vino de Jerez, cuya situación se ha ido deteriorando, está muy atado por sus propios sistemas de elaboración, es un vino que no cambia, porque al llegar a la solera mantiene un estilo invariable. Pero hoy en día, para que algo tenga éxito en el mundo del vino, tiene que suscitar interés frecuentemente”. A este respecto, sugirió introducir de nuevo el sistema de añadas. “El sistema de solera y criadera como único sistema de producción es muy negativo. Este sistema sólo tiene 120 ó 130 años, porque antes también en Jerez se hacían vinos de añada. El método de solera y criadera se introdujo entonces para equilibrar los mercados, pero ahora hace que se pierda la diferencia, no aporta nada nuevo, no tiene gancho en el mercado internacional”.

Víctor de la Serna sugirió “hacer de añadas, como en 1860, los vinos jóvenes de Jerez, tanto finos como manzanillas y vinos dulces, que es lo que están haciendo en Montilla-Moriles”. Otra solución le parece a De la Serna “lo que está haciendo Barbadillo, embotellando una manzanilla 4 veces al año en diferentes ‘sacas’ con su fecha”. “Esto es bueno porque se puede comparar, y es necesario que en el mundo del vino haya competencia, comparación y discusión”, arguyó. Para que el vino español pueda competir, apostó por una convivencia de “vinos minoritarios y caros” con otros “vinos limpios, tecnológicos y fácilmente accesibles”.

 

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