CHARLAS DE LA BAHÍA

Conferencia:
"Mitologías del nacionalismo"
Gabriel Albiac

El ciclo de conferencias 'Charlas de la Bahía', organizado por EL MUNDO y el grupo hostelero Jale con el patrocinio de la Fundación de Ayuda al Desarrollo Social de Hispanoamérica, se celebra en la Hacienda Las Beatillas, en El Puerto de Santa María (Cádiz)
[resumen de la conferencia]

28/07/02

La gran mentira del nacionalismo
Luis Miguel Fuentes

Completamente de negro, como yo lo imaginaba. Gabriel Albiac se toca la cabeza sin pelo, es como un budista de la acracia, un anti-párroco que quedaba raro cuando se cruzaba por el patio de Las Beatillas con Antonio Garmendia, estilita descendido de sus barbas, o el padre Mundina, santificado de gladiolos. Albiac iba de un negro sin luto, que a lo mejor es el uniforme del filósofo spinozista. La misión del filósofo, decía Spinoza,  no es regocijarse o entristecerse,  emocionarse o enojarse, sino entender, “intelligere”. Albiac habla, escribe, piensa, desde la lejanía de los lúcidos, de los que han entendido ya las mentiras fundamentales: Patria, Dios, identidad, esencia. O incluso esta Democracia/partitocracia.

Entender el nacionalismo hoy es ver su torso animal de mitología y anacronismo, nos vino a decir Albiac. El nacionalismo en el siglo XIX fue el motor que llevó a la construcción del Estado-Nación, culminando un proceso que venía desde el derrumbe del feudalismo. Pero justo ahora que el Estado-Nación se ha quedado viejo, ahora que se apilan los poderes supranacionales, ahora que se caen las fronteras como postillas y los países funden los ejércitos, las monedas y hasta la lengua, nos encontramos con el rebrote de los nacionalismos. Son nacionalismos sin sentido, puramente mitológicos, que vuelven a la cueva de la sangre, la raza y el campanario del pueblo, desevolucionando hacia la tribu, pero habiendo perdido ya su finalidad, sin “proyección posible en la realidad”, decía Albiac. Nacionalismo como religión laica, entelequia, una pulsión de identidad para afirmarse frente al Otro, al Enemigo, definido como monstruoso, inhumano. La pulsión de identidad, siempre fronteriza con la pulsión de muerte. Y la acechanza del fascismo, latente en todo nacionalismo.

El Volksgeist que decía Herder, el carácter nacional o el espíritu del pueblo, es una mentira que nació del desencanto decimonónico y que hoy en día, en un planeta que se queda pequeño, sólo puede mirarse como a un dios primitivo y matador. Es otra de las grandes mentiras por generalización y categorización. Porque lo general simplifica. Lo idéntico facilita y singulariza la infinita adjetivación del ser humano. Diluirse en el grupo es forma de alejar la soledad. El amparo de “los míos” y ese “miedo a la libertad” tal como nos lo contaba Fromm. Frente al individuo, la Patria. Frente a la diferencia, lo homogéneo. Frente a la libertad, el dulce sometimiento. Ese abrigo que promete el fascismo. Siempre el fascismo. Pero no hay grupo sin el Otro. Judío o maketo o andaluz o bosnio-musulmán. Construir la propia identidad por negación. Pero el mismo concepto de identidad es de nuevo otra mentira. Como toda la metafísica. Y el nacionalismo es lo que queda de metafísica en la política.

A los que creemos sobre todo en la individualidad, nos basta estar en un Estado garantista, sin más mitología. Los países como simples divisiones administrativas, ser español o finlandés como una diferencia en el funcionario que te arregla los papeles. Esta es la idea que defiendo frente a los nacionalismos cavernícolas, o sea, todos. Y esto me lo iluminaba el viernes Gabriel Albiac, serio, genial y calvo. La gran mentira del nacionalismo. Pero hay quien no puede vivir sin mentiras.


Resumen de la conferencia

“Sin el otro al que aniquilo, yo no existo"

Gabriel Albiac, catedrático de filosofía, Premio Nacional de Ensayo y columnista de EL MUNDO, pronunció el viernes en la Hacienda Las Beatillas la conferencia “Mitologías del nacionalismo”, dentro del ciclo “Charlas de la Bahía” que organiza el grupo hotelero Jale y EL MUNDO con el patrocinio de la Fundación de Ayuda al Desarrollo Social de Hispanoamérica.

Albiac definió el rebrote de nacionalismos que vive Europa como un “anacronismo”. Para Albiac, cuando “las condiciones materiales del Estado-Nación se están extinguiendo” y “ni la moneda, ni el ejército, ni la juricidad” pertenecen ya a la nación, extrañamente los “nacionalismos aparecen refortalecidos”. Pero estos nacionalismos serían sólo “un sistema de mitologías sin funcionalidad, sin proyección posible en la realidad”, dijo, haciendo mención especial a los nacionalismos desarrollados en España en la segunda mitad del siglo XX. El “desligamiento de la funcionalidad” habría llevado a una situación que Albiac no dudó en calificar de “callejón sin salida”.

Albiac exploró los orígenes del nacionalismo en el XIX durante el nacimiento del movimiento romántico en Alemania, que quiso “suplir con mitología el ser y la ausencia de una nación revolucionaria”, y que se resume en el “mito del Estado de Cultura” de Fichte. Albiac explicó que el nacionalismo del XIX sirvió para la construcción del Estado-Nación, finalidad que hoy en día ya no existe. Habló del “rebrote monstruoso” del nacionalismo en la última década del siglo XX, y puso a Yugoslavia como paradigma de una “política que enarbola sangre y lengua”. A partir de aquí, abundó en referencias y citas de Arzalluz, Sabino Arana o Pujol, como ejemplos del uso de esta misma “mitología”.

Albiac profundizó en la manera en que se termina construyendo el fascismo a partir de los postulados nacionalistas con el soporte del “mito de la identidad nacional” y la “identidad de destino”, por los que “todo sacrificio sería exigible”, y lo definió como “una forma socializada del nacionalismo”. Para Albiac, el fascismo “no es de derechas ni de izquierdas”, sino que es “transversal” y tiene como clave la “identidad nacional”: “Ni individuos ni grupos fuera del Estado”. A partir de textos de Hitler y del análisis del desarrollo del fascismo en Alemania y Francia, argumentó su idea de la “transversalidad del fascismo” y de su origen como una “escisión radical del socialismo obrero”. Albiac insistió varias veces en su conferencia en esta “ligazón entre comunismo y fascismo”.

“La identidad sólo se construye mediante la invención del adversario”, explicó Albiac. “Además, lo que está fuera de la Nación tiene que ser inhumano, monstruoso”. Esto se constituye para Albiac en el fundamento de todo nacionalismo: “Sin el otro al que aniquilo, yo no existo; la pulsión de identidad siempre es fronteriza con la pulsión de muerte”. Esta “pulsión de identidad” sería la que habría que combatir, según Albiac.

 

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