CHARLAS DE LA BAHÍA |
Conferencia: El
ciclo de conferencias 'Charlas de la Bahía', organizado por EL MUNDO
y el grupo hostelero Jale con el patrocinio de la Fundación de Ayuda
al Desarrollo Social de Hispanoamérica, se celebra en la Hacienda Las
Beatillas, en El Puerto de Santa María (Cádiz) 22/09/02 Un
bicho de la comunicación Sobrevivido, irónico de puro, andaluz levemente panameño, Carlos Herrera va siempre vestido de voz, lleva consigo la radio como si caminara continuamente dentro de una catedral de aire. En Las Beatillas cogió el micrófono e hizo lo que sabe, o sea que hizo lo que quiso con el público, conduciéndolo, elevándolo, sacudiéndolo a voluntad como el capitán de un dirigible. “Es un bicho”, me confirmé cuando terminó la conferencia. Es otra manera de decir lo de “gran comunicador”, esa cosa de hechicería, de entre profeta e hipnotizador, que concluye en que podría convencer de todo, lo que causa un bello efecto de admiración y temor, como el coletazo de una ballena. En una brillante introducción, José Antonio Gómez Marín mencionó las reservas o prejuicios que hacia la radio han mostrado muchos, incluso grandes intelectuales, convencidos de que era una cosa para chachas y autobuseros que les servía de mecedora, de embrague o de despertador. Recuerdo que Umbral dijo una vez que el periodismo es la prensa escrita “y lo demás es ruido y detergente”. Luego reconocía Gómez Marín que la radio, a la que un día la sociología consideró muerta, había alcanzado su “órbita estelar” por su capacidad de adaptación pero, sobre todo, por el éxito de unas voces tomadas como “personajes enteros de atributo”. Carlos Herrera volvía a decir también después que la radio es forma en el sonido. La radio es la voz, o sea la última reserva de una comunicación espiritista, la vecindad de alguien que es mitad inventado igual que un centauro y que te habla al oído transparentemente como un hada que es sólo un ecualizador, pero que llega como otro pensamiento. No está ni en la rapidez ni en la propaganda de jabones el poder de la radio, sino en que sentimos lo que escuchamos, somos lenguaje verbal y la radio, sus voces, van directamente a los blandos enchufes de nuestro cerebro como aquella magdalena de Proust. La televisión no puede hacer esto porque distraen los rótulos, los monitores y las niñas monas que te ponen. Lo escrito tiene más densidad y bajío, pero requiere esfuerzo, atención y postura. Pero la radio es la comunicación primigenia y sin manos, aunque haga falta el mago (Herrera, un poner) para que luego no salga una fanfarria o una tómbola. Herrera irónico, guasón o guasista, como decía Gómez Marín, que es como darle a la guasa condición de trigonometría. Herrera como un aguador de anécdotas, haciendo reír hasta llorar al público. Ay, ese uso medido e intencionado del ceceo para la cercanía y la complicidad, esa parodia del hablar fisno para acentuar lo cursi o lo vano. Ahí está el maestro. Quién sino un maestro diría, superviviente, que el que a uno lo quieran matar es “molesto”. Todavía hablando del triquitraque que le querían dar esos hijos de puta, hizo reír. Eso, y la defensa de la independencia del periodista contra el político analfabeto y pejiguera que siempre lo quiere meter en cintura, fueron las partes más impresionantes de su conferencia. Siempre con gracia, siempre con calor. Y ese amor por el mundo submarino de la radio, que es la palabra envuelta como un cuadro o desnuda como un hacha, la radio igual que un jazz hecho entre humo y siluetas. Carlos Herrera es un bicho de la comunicación. Hay cosas o maneras en las que no estoy de acuerdo con él, quizá su abuso del tipismo en ciertas ocasiones, que a lo mejor sólo es una pose. Pero hay que ver cómo nos manejó allí a todos, el joío, como a una pandorga. “La radio es que alguien diga buenas tardes y otro se lo crea” “Hablar
de la radio es difícil, porque en realidad la radio es muy fácil. La
radio es que una persona diga buenas tardes y que otra que está
escuchado se crea que son buenas tardes. Lo demás son adornos”. Así
de sencillo y contundente definía Carlos Herrera el medio que ha sido
su vida desde que, de pequeño, su madre le regaló una pequeña casete
donde hacía sus programas de radio. En su conferencia “La radio según
yo”, pronunciada el viernes dentro de Las Charlas de La Bahía que
organiza el grupo Jale con la colaboración de EL MUNDO, Carlos Herrera
desmenuzó en secretos, trucos y vivencias el mundo de la radio,
utilizando como hilo conductor su propia trayectoria en el medio. Fue
una conferencia salpicada continuamente de nostalgia, humor e ironía,
con multitud de curiosidades y anécdotas que hicieron reír una y otra
vez al numeroso público reunido en la Hacienda Las Beatillas, entre el
que destacaba la presencia del también periodista Antonio Burgos. “La radio es sonido –explicó Herrera--. La radio
es la frase que yo le digo, pero la frase se la puedo vender de muchas
maneras: puedo colgarla, puedo bajarla, subirla, envolverla, pelarla,
adornarla, y usted recibirá esa frase en función de cómo yo se la envíe”.
Para Herrera “hay que crear un escenario de sonido, una imagen
espacial, y por eso es tan difícil hablar de la radio como de la
pintura”. “El ritmo, el hilo, la conducción, la manera de decir una
frase es muy importante –declaraba Carlos Herrera-. Tanto ha primado
en la radio supuestamente moderna el contenido sobre el continente que
se nos han olvidado las formas, y la radio es forma”. Ilustraba esto
diciendo que “a las nuevas generaciones que hacen radio, como se les
vaya la luz, se quedan sin programa, porque están colgados de la
pantalla del ordenador, pero a eso le falta alma”. Carlos Herrera evocó la radio de su infancia, en
Barcelona, “una radio excepcional”, como origen de su vocación, y
fue repasando sus comienzos en Radio Sevilla, luego en Radio Mataró,
donde, cuando tenía 20 años, le examinó Luis del Olmo. “Luis me
dijo: creo que te vas a dedicar a esto; y yo le dije: pues no lo sabes tú
bien”. Luego fue desgranando personajes, experiencias y anécdotas de
su paso por las diferentes cadenas: Radio Miramar, Radio Vida, la cadena
SER, la COPE, Canal Sur, RNE, Onda Cero, y su etapa en Estados Unidos,
con alabanzas muchas veces, con incisivos o maliciosos comentarios
otras. Dedicó también unos minutos a la especial
idiosincrasia de los medios públicos: “Yo he trabajado para radios
que han dependido de dos administraciones diferentes, una del Partido
Socialista y otra del Partido Popular y les puedo asegurar que todas son
iguales: todo el que gobierna y tiene una radio pública quiere
manejarla –explicó-- La habilidad de uno está en no dejarse manejar.
Todos los políticos quieren influir en los periodistas, aunque hay una
forma legítima y otra ilegítima. Ahí está el papel del director del
medio”. “Los
políticos tienen poco sentido del humor, especialmente los
nacionalistas –añadió—. Tienes que explicarle el chiste dos veces,
decirle que no querías decir lo que decías. Cuando yo dije lo del pene-en-uve,
a mí me declararon enemigo del pueblo vasco, no se lo pierdan, y a las
pocas semanas la ETA me puso una bomba”. Carlos Herrera no perdió el
humor ni al hablar de su intento de asesinato: “Eso de que te quieran
matar provoca una sensación molesta, digamos que te desagrada”, decía
con guasa. |