CHARLAS DE LA BAHÍA |
Conferencia: El
ciclo de conferencias 'Charlas de la Bahía', organizado por EL MUNDO
y el grupo hostelero Jale con el patrocinio de la Fundación de Ayuda
al Desarrollo Social de Hispanoamérica, se celebra en la Hacienda Las
Beatillas, en El Puerto de Santa María (Cádiz) 12/12/02 Ciudad
y señorío Las ciudades pueden nacer por un río, por un pirata o por un rey, cuando a los reyes los traían los dioses o mayormente las guerras y las ciudades eran alcobas con monja para regalar a las queridas. Es la historia de El Puerto de Santa María la de un pueblo de señorío que dejó caballerizas, criadas preñadas, escudos en piedra y todos los latifundios y grandiosidades de la cosa, pero que fue más que todo esto. Tuvo el océano mirando a América, tuvo el comercio como un orgullo pródigo, tuvo una oligarquía local que pronto se enfrentó al poder señorial, y toda esa danza febril es la que fue haciendo a esa ciudad de agua y linajes que es El Puerto. Juan Manuel Albendea enseñaba en la pantalla blasones como besos, escudos abrazándose, casorios y herencias de señores sifilíticos o puteros, todos con cara de moneda, para explicar precisamente que la historia de El Puerto está unida, o simplemente es, la historia de la Casa de Medinaceli. Quizá por eso, la piedra alta y ojival del Hotel Monasterio, que fue un día convento levantado por piadosa licencia del ducado, reconocía todos los apellidos como propios y dejaba unos ecos de espejo, vasallaje o tumba. Eran más de 700 años de historia con los que Albendea espesaba el aire del salón y daba un cemento de identidad y autoconciencia a la ciudad y a sus gentes. Si El Puerto de Santa María (Gran Puerto de Santa María lo llamó el Rey Sabio), fue obra de Alfonso X, también lo fue, aunque lateralmente, a causa de la guerra sucesoria de sus hijos, el infantazgo de la Casa de la Cerda (entre cuyos territorios pronto estaría la ciudad portuense), y que llegaría luego a imponer sus armas a la de Medinaceli. Este abrazo o casualidad a través de sangres y herencias cruzadas, fue lo que Juan Manuel Albendea nos proponía como esencia de la ciudad hasta el XVIII. Pasando por señorío, condado y ducado, nos dejaba una nobleza muy asentada en la tierra portuense, que no se limitó a ser absentista y cazadora, sino que fue actuante, presente, vivísima, modelo que no coincide con otros linajes y que supone una diferencia que luego propiciaría el nacimiento de una burguesía más fuerte, de una oligarquía comerciante que se enfrenta sin miedos a la nobleza, cuando el oro no viene ya de las coronas y el toisón y se abre la era de las revoluciones como la encaramada definitiva de la Historia. Pero además de sus datos despaciosos, eruditos y desmenuzados, la conferencia de Juan Manuel Albendea me trae, además, otras reflexiones. Una, la necesidad de la Historia como revisitación del pasado para entender el presente, justo en esta época en que las humanidades se mueren y los planes de estudio se quedan en la plastilina. Luego, el residuo que nos queda todavía de aquellos linajes y regalías. Aparte de la aristocracia como material del Hola y remesa de carne femenina para los toreros, es cierto que quedan sus latifundios como planetas y un encumbramiento de tontos sin más mérito que el escudo. Tenemos quizá, todavía, esa asignatura pendiente para la dignidad de nuestra sociedad. “El Puerto de Santa María y la Casa Ducal de Medinaceli tienen el mismo origen” Las Charlas de la Bahía, que organizan el grupo
hostelero Jale con la colaboración de EL MUNDO y el patrocinio de la
Fundación Ayuda al Desarrollo Social de Hispanoamérica, cambiaron de
escenario y de talante para ofrecer una conferencia de tema netamente
portuense. En el Hotel Monasterio San Miguel, José Manuel Albendea,
director general de la Fundación Casa Ducal de Medinaceli, pronunció
la conferencia titulada “La Casa Ducal de Medinaceli y El Puerto de
Santa María”. Este cambio quería, en palabras de José Antonio López
Esteras, presidente de Jale, “celebrar el 275 aniversario de la
licencia que el Duque de Medinaceli, en el año 1727, concedió para
la fundación de este monasterio [ahora convertido en hotel] a las
monjas capuchinas”. El periodista José Antonio Gómez Marín,
coordinador de las conferencias, quiso subrayar a este respecto que
“parecía muy lógico y conveniente que hubiera un tema portuense de
vez en cuando entre la programación”. Juan Manuel Albendea recorrió y pormenorizó las
“relaciones que históricamente han tenido la Casa Ducal de
Medinaceli y El Puerto de Santa María, que se remontan a la misma
fundación de El Puerto y llegan hasta el siglo XVIII, e incluso mucho
más, hasta hoy mismo”. Juan Manuel Albendea recordó que “El
Puerto de Santa María y la Casa Ducal de Medinaceli tienen el mismo
origen”. “Las dos –explicó-- se remontan a Alfonso X el Sabio;
las dos fueron obras suyas, voluntaria y deseada la fundación de
Santa María del Puerto, involuntaria e indeseada la otra, la formación
de la Casa de los infantes de la Cerda, producto de un fracaso en el
orden sucesorio por él establecido; consecuencia de una política
coherente y decida de defensa del Estrecho la primera, resultado de
una política sucesoria incoherente y titubeante la segunda”. Continuó Juan Manuel Albendea detallando el proceso
por el que El Puerto de Santa María entró a formar parte del
patrimonio del infantazgo de la Casa de la Cerda a través del hijo
primogénito del infante Alfonso, Luis de La Cerda I, cómo después
de varias generaciones la Casa de la Cerda impone sus armas a la Casa
de Medinaceli, y más tarde se llega a la elevación del condado de
Medinaceli al rango de ducado y la transferencia del título condal al
señorío del Puerto. Mención especial mereció el encuentro de don
Luis de la Cerda con Cristóbal Colón, a quien acogió y, según el
padre Las Casa, apoyó en su empeño de llegar a la Indias navegando
hacia occidente. Con
gran cantidad de datos y detalles, Juan Manuel Albendea recorrió la
evolución de la Casa Ducal a la vez que de la de la propia ciudad
de El Puerto de Santa María, abundando en pormenores económicos,
urbanísticos y sociales hasta llegar al siglo XVIII. Es entonces
que el nuevo linaje de los Fernández de Córdoba toma la
titularidad de la Casa de Medinaceli y se produce la “reversión
de El Puerto de Santa María a la Corona”, reversión que según
Albendea sería “pactada y negociada anteriormente o incluso
promovida por la Casa Ducal”, en contra de otras teorías que
proponen “un expolio por parte de un sector oligárquico
fortalecido al calor del comercio americano”. |