DIARIO DE CADIZ

LAS HORAS TENDIDAS


Por la espalda

Un arma a la cintura, en una arista salvaje del cuerpo, el balanceo de la muerte rozando el costado como un garfio de posibilidad. Es el poder de matar lo que iguala a los hombres con los dioses. La pesantez de cadáver de un arma engrandece al pusilánime, engallita al cobarde, hace invencible al canalla. Hay un reflejo acerado en los ojos del que lleva un arma, toxina que se filtra por la piel en una ósmosis horrible, metalurgia de hombre multiplicado en su fuerza, de gatillo de carne, de resorte tenso de venganza y dominio, el mortal con una breve prótesis de divinidad pegada a su osamenta de barro y a sus muñones. En un arma hay siempre ese temblor callado de cosa que llama a su oficio, como un cuerpo desnudo. En una mano con un arma hay siempre esa conformidad de la naturaleza con la muerte, y la docilidad del guante que se ajusta a la alimaña que tenemos por dentro haciendo siempre la digestión de un muerto por venir.

Al Patano lo mataron por la espalda. Pegar un tiro por la espalda es la rúbrica de infamia que delata a los cobardes y a los malos en todas las películas. En la Huerta de San Cayetano, una como plaza de toros donde viven pobres en círculo, todos cuentan que el policía, rodilla en tierra como un arquero, disparó tres o cuatro veces contra el pobre Patano, el chori que se le escapaba por patas como tantas otras veces. La policía cuenta otra cosa. Pero al Patano una bala como un flechazo le atravesó la espalda y le reventó su corazón de robagallinas. Julia Hidalgo, la voz de IU, cree que es el mismo policía que la agredió una vez, en una manifestación. Siempre está ese policía que es el Clint Eastwood de la barriada, que tiene la pistola como otro falo, que cultiva la adoración macho a la fuerza y al hierro. Si fue todo como cuentan vecinos y chiquillos, ese policía no debe tener la oportunidad de volver a disparar por la espalda. A los sheriffs malvados también se les desterraba del pueblo. Por lo menos.


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