DIARIO DE CADIZ

LAS HORAS TENDIDAS


Barcarola del amarre

Cádiz va a hacer una regata que será como una danza de miniaturas blancas, como un banderazo de nostalgia marinera, como si a toda la Bahía la metiera en una botella de cristal un viejo farero o un capitán cojo. A la mar se debería poder salir siempre con la alegría de vals de esos grandes veleros, el talle de minué de sus arboladuras, el desenfado audaz y deportivo de su marinería. Sin embargo, no siempre es así. Es que está esa mar de la aventura, de los trópicos y los guapos con tatuajes, y está esa mar de la fatiguita, de los barquichuelos despanzados y del hambre con sal, esa mar que traía mi abuelo José cuando desembarcaba en Bajoguía con un espanto de olas, naufragios y monstruos en los ojos.

Entre las fanfarrias y los logotipos de la Gran Regata 2000, tan turística, nuestra flota pesquera sigue amarrada, durmiendo sin olas en los puertos, afeando la coreografía y el romanticismo esproncediano de las velas al viento. Marruecos no tiene prisa en la negociación. El tiempo y el malestar de nuestros pescadores juegan a su favor. Marruecos quiere prebendas, tomates, mano blanda en el Sáhara, una vereda hacia Bruselas, qué sé yo, y el compadreo de la UE va torpe, perezoso, como el mismo Fischler, ese osezno lacio y aceitoso que se fríe los filetes con mantecas nórdicas. Mientras, en la costa gaditana, agonizan los pescadores atravesados por lentos arpones de penurias y desprecios. En Barbate, en Algeciras, en El Puerto, en tantos sitios, es el quinto mes de otear el horizonte curvo de la desesperanza, de mirar las artes boqueando de resoles, de extrañar a esa mar de muerte y riqueza a la que en el fondo quieren, como a una amante odiosa.

Algunos viejos todavía no entienden que se pongan cercos y fronteras a ese azul animal, inmenso y abrazante. Otros no entendemos por qué no se hace nada para solucionar el conflicto. Debe ser que en los altos despachos sólo escuchan el mar en barcarolas de Chopin.

 

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