DIARIO DE CADIZ |
LAS HORAS TENDIDAS |
Pesa agosto, cae agosto como un fardo amarillo de ladrillos y llamas sobre las calvas de los veraneantes, sobre las barrigas de las familias, sobre una sandía abierta como una víscera, sobre las alas de una mosca gorda que rebota en los muslos, sobre el tiempo pastoso y húmedo de los dormidos. Agosto incendia montes, pechos, nos va trayendo una sangría de muertos a la playa o una melaza negra de hidrocarburos en la siesta, como cagajones de petróleo de los buques. Agosto lo aplasta todo con un pie de fuego, deja hierros calcinados en la carretera, deja cadáveres en las aceras con un desconcierto en la frente, deja la espuma negra de nuestras miserias durmiendo en las orillas un sueño mineral y adusto. La gente es feliz. Se toma un helado, mira los culos jóvenes, el mundo se derrite sobre sí mismo en una apoteosis de carne y sudor. Suena “la bomba” en un chiringuito y los chicos se cuentan los dedos como en una canción de Barrio Sésamo. Suenan otras bombas por ahí, pero agosto se lleva la onda expansiva con el abanico, a rugir entre las montañas, a perderse pacíficamente en los acantilados. Veo carreras de caballos por la arena, corren los caballos partiéndose las patas para darles citas a las niñas pijas, para que se den luego los pijos besos en los palcos, besos lánguidos de luna y manzanilla, con una tiranta bajada y una flor que se cae de la mano, al final. Agosto, por la noche, pone en el cielo un lago helado para hacer fogatas, se pierden las parejas empapadas de arena, sabe la piel a alga y a horchata y se mueren los novios lejos, en las ciudades. Agosto que quema de día, que se desnuda de noche, que le pone al año su menstruo de desgana y pecado. Sigue el mundo funcionando en agosto, sin políticos, sin funcionarios, con la inercia blanda de los automatismos. Horas tendidas como playas, un solaz perezoso de la vida mientras se manchan las costas, mientras mueren, como siempre, los inocentes, mientras se roban joyerías y suena en la radio la canción del verano. Agosto pesa como el cansancio. Y el cansancio hace olvidar. |