DIARIO DE CADIZ

LAS HORAS TENDIDAS


El caballo del alcalde

 

El poder, un caballo, eso de querer ser uno su propia estatua ecuestre. El poderoso duerme con un caballo, le habla a un caballo, le pone encima todo su oro y sus estandartes y cuelga en la salita o en el consistorio un póster de él mismo como el Conde-Duque de Olivares. La apostura, la nobleza, no la tienen el rey ni el señorito, sino que se las roban a la estatua viva del caballo, y por eso tienen siempre unas cuadras donde crían su arrogancia y su virilidad en un corcel mudo y triste, que es el verdadero rey, el verdadero caballero, el aristócrata hermoso y veloz que les suplanta y hace las poses en la foto.

El alcalde de Sanlúcar tiene un caballo que galopa por la arena y le gana carreras como elecciones. El alcalde de Sanlúcar es algo fondón y apocado, pero ahí tiene a su caballo como un gladiador musculoso que viene a cumplirle sus fantasías atléticas de gordito. El alcalde de Sanlúcar cría un caballo, apadrina un caballo. En vez de apadrinar a un menesteroso o a un negrito, la derecha pija apadrina a un caballo, que es más agradecido. Por Calígula o por Gil, sabemos que el caballo es más humano que el humano, se merece más que el humano, duele más que el humano. La derecha tiene sus caballos y su polo en Sotogrande para que se le vea la humanidad en una caricia y en un terrón de azúcar. La humanidad en otra cosa, en los inmigrantes o en los desarrapados, ensucia y avillana, pero en el caballo da esa ternura regia de merced hacia lo bello y lo sumiso.

El poder quiere a sus caballos como a los pajes que le consiguen vírgenes plebeyas o a los ejércitos que le otorgan castillos: con una mezcla de gratitud, distancia y esplendidez. El alcalde de Sanlúcar tiene un caballo de carreras, pero es para bastante más que para ir de pijo rampante en el Ascot dominguero de Las Piletas. Sabe que un cetro sin caballo no es nada. El poder siempre ha ido a caballo, es la obcecación equina de la Historia. Cuando se quiere ir contra el poder, se mata a los caballos a cuchilladas. Como las manolas de Madrid el Dos de Mayo.


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