DIARIO DE CADIZ

LAS HORAS TENDIDAS


La moto de agua

 

La Guardia Civil peina Barbate sacando hachís de las chimeneas y desenterrando motos de agua. Sabíamos que los narcos de pueblo, con el primer alijo, ya empiezan a adocenar mármoles en el chalé, a meter en el garaje unos todoterrenos como grandes hipopótamos embarrados a los que les ponen loros muy cañeros para escuchar a Camela, y por todo esto se les conoce a la primera. Pero esta semana, en Barbate, la Guardia Civil les ha pillado una moto de agua, ese lujo hortera y californiano, que sería para que ligara el chico de la casa, que ya de pequeño jugaba a esconder chocolatinas en dobles fondos.

La Guardia Civil puede seguir desarticulando familias de barbacoa y enseñando todos los cochazos requisados en fila, pero eso sólo sirve para dar envidia al vecindario, que enseguida hay un chico en la barriada al que se le antoja la moto de agua y ya está montada otra vez la red de narcotráfico, que hacen en casa después de un parchís. La policía no tiene dónde meter el costo que incautan (tres o cuatro mil kilos más con lo de Sanlúcar) y su estrategia se queda en levantar formidables hornos crematorios donde alimentar con droga la llama purísima de un fuego que no cese. Nada, humo para atufar deliciosamente las barbas de algún dios rasta, porque siempre hay un niñato que quiere una moto de agua y no se va deslomar la familia con el pico para eso, sino que se van todos en manifestación al narcotráfico, que queda más cerca que la obra.

La Guardia Civil asusta en los controles de carretera, pero eso a los de las motos de agua les da igual. El dinero fácil que llega por el río en una barcaza tirada por bellos cisnes de oro, como en Lohengrin, siempre vencerá. La policía se puede pasar la vida llenando de hoyos los pueblos, pero sólo la legalización le ahogará la moto de agua a esta gente. No es cuestión de “abrir un debate”, sino de mojarse ya, que se le vea a cada uno si se le cae o no el peluquín de la hipocresía. Seguro que descubriríamos que a muchos la política sobre droga se la dicta aquella tía abuela nuestra, la del anisete, que ni sabe lo que es una moto de agua ni nada.


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