ZOOM · Luis Miguel Fuentes


La guerra que viene

 

En la base de Rota hacían ayer homenaje a las víctimas del 11-S amortajando portaviones y acolchando el cielo de banderas, con gran presencia transparente de muertos en las trompetas. Los fallecidos y las guerras tienen siempre una melancolía de efemérides, y así en Rota ha coincidido este aniversario con un nuevo avituallamiento para otro combate. Movimiento de fantasmas y de harina en la base, porque antes que en los discursos de Washington, las guerras se presienten en las intendencias de Rota, donde se ve una primera avanzadilla de legumbres hacia la invasión y ya se sabe lo que va a venir.

Y lo que va a venir es otra guerra a Irak, guerra a destiempo, guerra porque es el único demonio al que se ve cabeceando, mientras Ben Laden sigue orinando por las cuevas y Arabia Saudí resulta que es un amigo eterno o así les parece a los primos petroleros de Bush. Derrocar a Sadam como arrancarle el bigote ya muy viejo, hacerlo ahora porque se les olvidó cuando la Guerra del Golfo y porque la CNN tiene ya muy puestas las Torres Gemelas cayéndose como los brazos de arena del Imperio y hay que dar otra cosa al espectador, cansado del mismo bombero. Sadam muestra las centrales nucleares donde ahora se crían champiñones, pero eso no va a servir de nada. El error de dejar intacto a Sadam cuando lo del Golfo les pesa y ahora van a quitárselo de encima con hambre atrasada y los cañones abrillantados de ira.

El 11-S, más que otra cosa, ha servido para que USA asuma definitivamente su papel hegeliano en la Historia. El “espíritu del mundo” que, según Hegel, una vez utilizó a Roma o a Alemania como conductor de la “civilización”, les parece que se ha instalado en ellos y por eso entran en los países sin permiso de nadie, que la ONU es sólo un muestrario de canapés. Pero sabemos que detrás de lo que podría ser quizá un aleteo de “imperialismo ilustrado”, lo que está es la fealdad única del petróleo. Así de simple. Teniendo en Afganistán y en Irak gobiernos dóciles, el gran grifo del mundo empezaría a ser dominado por USA, o mejor dicho, por ese círculo de hombres con botos que rodean a Bush.

No hay ningún juicio de valor en esto que digo, aún. Me limito a constatar el verdadero motivo de toda esta movida a la que le quieren poner velos de paz mundial y nuevo orden, de estrellitas y norias. No quieran ver aquí ningún antiamericanismo facilón. Incluso me atrevería a decir que prefiero que ese grifo negro y dorado del mundo esté en las manos del Imperio USA y no en las de lapidadores de mujeres y medievalistas de la sangre, que enseguida hacen con el petróleo munición para matar mecanógrafas a millares. La funesta dictadura de Sadam merece desaparecer. Pero igual otras muchas. Bush, como Roosevelt, sigue teniendo a muchos “hijos de puta” bajo su pabellón. Otros canibalismos, sobre todo en África, no se merecen ni siquiera estar entre los amigos o enemigos del Imperio. Simplemente, no importan.

No me da ninguna lástima Sadam criando alcachofas. Pienso, eso sí, en su pueblo inocente y amansado, que vivirá otra guerra como otra delgadez exagerada. Y siento que USA, al que tenemos como gran Imperio que quiere siempre un César y una Galia, no vaya con los mismos ímpetus a por otras esquinas de la Justicia. Véase su talante con el Tribunal Penal Internacional. Véase su “amistad eterna” con la tiranía saudí. Véase su actitud presente o pasada en Latinoamérica. Véase su olvido de África. Habrá guerra, muertos por derecho y por lo colateral, y los bares de Rota se llenarán de pilotos borrachos y gastones. Pero aunque Sadam merezca caer, vemos que Estados Unidos no ha aprendido nada del 11-S y sigue arbitrario y bacilón por el mundo. Aun así, todavía queda pensar si preferimos el águila imperial de USA o las hordas de Alá degollando infieles y herejes como a cabras sorprendidas.

 

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