ZOOM · Luis Miguel Fuentes


El ánimo

 

La Segunda Modernización sonaba a camelo ya desde el principio y luego se ha comprobado que sólo traía palabros, convites, audiencias y modistos. Pero si quedaba alguna duda, Gaspar Zarrías, maestresala de la cosa, nos la ha despejado estos días con una definición teresiana que deja el proyecto en una inspiración y en una lira. “La Segunda Modernización es un estado de ánimo”, dijo. Gaspar Zarrías nos va demostrando con constancia que es un político de oficio, y lo primero que hace el político de oficio es precisamente renegar de la política para hacer cualquier otra cosa, esgrima o recortables. La política tiene que ser siempre concreta, tocable, que se vea en puentes, resultados y currantes. Si la Segunda Modernización, que es el título en piedra de la política autonómica ahora mismo, es un estado de ánimo como Chopin o como un porro, estamos asistiendo a la muerte de la política, que la terminarán haciendo las pianistas.

Chaves anda con el estribillo de la Segunda Modernización vaya a donde vaya, que es su literatura de cordel, pero Zarrías nos ha descubierto que no hay nada en ella y sólo es una musa, el hada verde de la absenta volando sobre San Telmo igual que sobre otro Montmartre sin bohemias. Si acaso se les pide que concreten algo, no pasan de la fibra óptica y del móvil en colores, sin números ni plazos, con lo que su proyecto sideral al final se resume en la intención de poner un enchufe que siempre se deja para mañana, igual que en casa. A uno, esto le parece muy poco para estandarte de toda una política o de todo un siglo. Habría que recordarle a Zarrías lo que escribía Bertrand Russell sobre los “deseos políticamente importantes”, y que en el grupo primario de éstos están el alimento, la vivienda y la ropa. A un pobre con la cuchara de palo no le sirve de nada que le conecten al universo con un cable gordo, que lo que haría sería comérselo como un espagueti luminoso. Hay en Andalucía todavía mucho pobre y mucha cuchara de palo con o sin metáfora para que Chaves y Zarrías salgan en todos lados con vocación única de astronauta, que además eso ya lo hizo mejor Tony Leblanc.

Un estado de ánimo, un enamoramiento, una predisposición del alma, el sueño de un Cielo futuro lleno de empalmes, es lo que nos ofrecen nuestros políticos como gran hallazgo y poesía. Pero esto no es sino propaganda, y aquí está la clave. Ahora te venden un coche o una cerveza haciéndote creer que vendrán con ellos el éxito, el bacile y los polvos. Los publicitarios, tan imaginativos, no te enseñan en realidad el producto sino, como hace Zarrías, un estado de ánimo, o sea, una morenaza en el capó, un cachondeo que se forma en la playa con todos en bolas o el vecino que se queda envidioso. Que quieran hacer de la política un BMW volando entre colinas nos demuestra que lo han confiado todo al marketing, que es la artisticidad de la mentira y el fracaso de los gobiernos. La política, cuando se hace bien, no necesita esos arambeles. Es cuando no se hace o se hace mal que tienen que salir Zarrías o Chaves cantándonos lo de Chihuahua, que así seguro que cala enseguida la Segunda Modernización.

La política debería ser arte y ciencia pero vemos que cada vez se parece más a la cocacola. Política sin hechos, música de ascensor, todo en un clima de kindergarten asumido sin vergüenza por nuestros dirigentes. Un estado de ánimo, eso mismo. Es que se nos van a saltar las lágrimas de emoción cuando escuchemos: “Segunda Modernización: para los flacos, para los gordos, para los que ríen, para los que lloran, para los optimistas, para los pesimistas... Para todos.”

 

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