ZOOM · Luis Miguel Fuentes |
Lo llenaban de morerías, lo ponían de quijote enamorado de una luna alta y roja, de loco en babuchas, de sabihondo enfadado y endecasílabo. Pero a uno le parece que Anguita es sobre todo un hombre honesto que se metió en un mundo de canallas y quizá por eso se le rompía de vez en cuando el corazón como a una maestrita despechada. Él flotaba en su planeta, como si lo viera Saint-Exupéry, mientras abajo se enfrascaban en guerras sucias de dinero y poder, mientras la democracia quedaba para guapos y banqueros. Pero he aquí que su discurso se llenaba de rayos veterotestamentarios, que es en lo que empezaba a convertirse el comunismo primigenio, que él seguía queriendo en su pureza pero que ya no podía ser el mismo. El mundo había cambiado desde Engels, Lenin se aburría de ser una momia o un prestidigitador, la gente confundía los retratos de Marx con los de Walt Whitman y el sovietismo sólo había dado dictaduras, gerontocracias, burócratas corruptos y pan duro. Anguita, que en el fondo es un ácrata y por eso confía en la bondad del ser humano alimentándose de las piedras, olvidaba toda esta escombrera en que había acabado su ideología, sin duda porque estaba convencido de que el error estaba en los gerentes y no en la teoría. Pero la gente ya no lo creía, miraba a los comunistas como si fueran los amish y ese invento que fue Izquierda Unida se ha ido viniendo abajo. Anguita no supo reconvertir la izquierda española (la de verdad, no el PSOE), darle su nuevo sentido fuera de los postulados marxista-leninistas, que son ya como viejas desmotadoras de vapor. Pero Anguita, más o menos equivocado, es de los pocos políticos decentes que hemos visto por aquí, aparte de que las utopías que maneja siguen teniendo un valor equilibrante, siguen siendo un contrapeso alado frente al capitalismo feroz, al que se opone bellamente con una escoba de pobre. Anguita ha traído a Ibarretxe a Córdoba a dar una conferencia, lo que ha dado pie a todo tipo de comentarios malintencionados que uno cree exagerados, empezando porque uno no piensa que sea posible ninguna connivencia de Anguita con esa derecha carlista que es el PNV, pese a que Madrazo les ande haciendo de escolta un poco por su cuenta y pese a que IU llegara entrar en el pacto de Estella por ganar cuota de mercado en el País Vasco. Ibarretxe vino a explicar su modelo de Estado, pero a Ibarretxe no se le entiende por aquí, como si hubiera venido una valkiria. Ibarretxe anda en unas guerras de sangre y en un independentismo aldeano que nos resultan ajenos a los andaluces, que estamos más preocupados por sobrevivir que por fabricar altares falsos de la raza. Escuchar a Ibarretxe tiene, sin embargo, un poco ese atractivo de ver documentales amazónicos, donde se siguen haciendo patentes la mitología primitivísima del árbol, de la piedra y de los dioses de la lluvia. Curioso nos resulta por aquí que Ibarretxe nos proponga como cierta y salvadora una mitología que ellos mismos inventaron, incluida su atiesada toponimia. Y es que Sabino Arana hizo más que fundar un partido eminentemente racista, además de católico fundamentalista: hizo toda una mitogénesis, con mundos, estirpes y monstruos casi tolkianos, que nos ha legado una gran fila de muertos de la que ellos culpan a otros que llaman Madrid. Viene Ibarretxe a defender un modelo de Estado que ahora mismo es imposible sin limpieza étnica, un Euskadi o Euskal Herria pretemporales que parecen un decorado para Bayreuth. Viene Ibarretxe invitado por Anguita, que seguro que no se cree estas cosas. Dan los dos una estampa mitológica que quiere uno pensar que son de diferente perfil y profundidad. Aunque quizá ninguno de los dos se ha dado cuenta de que cayeron los dioses antiguos y que en sus respectivos Valhalas sólo quedan calaveras y timbales. |