ZOOM · Luis Miguel Fuentes


Ojalá

 

Cae la muerte triangular sobre las ciudades, viene del cielo que es una copa con hierro que se vacía, pisan los soldados una tierra de tubos y miembros, valientes de barbacoa, sin enemigos. ¿Qué se escenifica aquí, en esta guerra de halcones contra piojos, de ciencia contra barrenderos? El Nuevo Orden, voluntad hegeliana de USA. El derrumbe de la pobre ONU, ese baile de marquesas donde se guardaban las formas, ahora con todos sus oficinistas ahorcados y toda su vajilla reventada. El fin de cualquier esperanza de legalidad internacional creíble, pues las disposiciones las pueden leer al revés tres señores como tres princesas en su castillo y nada hay para pararlos. La apoteosis de los lacayos, los tontos útiles, los falsos legalistas y los que cantan a la guerra sin ejército y se van con Bush como ponerse unas alzas. El triunfo de la impostura, las mentiras que dan vergüenza ajena, la hipocresía de desarmar a quien se armó, de ir de justiciero en un planeta que siempre les convino injusto, de degollar a un tirano habiendo amamantado a tantos, tanto tiempo, en tantos sitios, con tantos muertos como cáscaras, de liberar pueblos oprimidos ahora, ellos que auparon a sus opresores con gran estruendo de fanfarrias.

Todo esto, más nuevos cadáveres, carretones de carne, hijos despedazados y mezclados con sus perrillos, madres abiertas en canal y hondos pozos llenos de mandíbulas. Nadie puede creer las razones de esta trinca de caudillos de diferente altura y pelaje. Nadie, salvo los ignorantes, los malvados y los que se han vendido por compartir el oro de la victoria. Irak, con el pueblo flaco alimentándose años enteros sólo de sus propios bigotes, con sus cañones caducados y sus armas llenas de arena, va a ser aplastado por el más poderoso ejército que haya visto jamás la historia. Ninguna pena me da Sadam, ese hijo de puta que un día lo fue de USA según el famoso dicho de Roosevelt. Pero ahí está su gente que tendrá que pasar la guerra como una crucifixión repartida, su pueblo que quedará atravesado de hierros, minado de calaveras y negro de viudas. Luego, quién sabe. Una administración militar de USA en Irak, aumentando el odio en la región como una luna creciente. El país que se desmembrará entre kurdos y chiíes. El terrorismo más salvaje que nunca, trayendo muertos y hundimientos espectaculares como galaxias chocando en cada telediario. Quién sabe.

Que ganen rapidísimo, que las bombas no se equivoquen de cielo, que sólo caigan las fábricas y los muertos sean de poliuretano. Ojalá. Que no haya niños esa noche, que las cabañas paren los disparos y un violín proteja a los inocentes. Ojalá. Que Sadam se equivoque siempre de botón, que salga a fumarse un cigarro, que lo coja pronto un paracaidista como un ángel. Ojalá. Que se afeiten todos el bigote y nazcan oasis en los cráteres. Ojalá. Que venga la democracia a Irak, que no estalle Oriente, que se conviertan los terroristas en bailarinas. Ojalá. Que USA deje de sacar sus guerras de la Biblia, que las patrias no quieran tanta sangre ni los dioses tantos mártires. Ojalá. Pero viene la realidad con otras ganas y así se anuncia en negros amaneceres de metralletas. Aquí está la guerra con toda su inercia, que no mira los muertos que deja como no mira sus pisadas. USA entrará desfilando bajo aquellos gigantescos sables cruzados, símbolo de la megalomanía de Sadam, repartirá banderitas y chocolatinas, no dejará ver los cuerpos de los aplastados. Pero qué quedará ahí, que pasará en la nueva Mesopotamia y qué harán después los más fanáticos barbudos de Alá y los más iluminados soldados de Cristo. Veo sólo un gran orfeón de muertos y locos. Ojalá todo esto fuera una pesadilla. Ojalá.

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