ZOOM · Luis Miguel Fuentes


Venganzas

 

La estética de la Victoria es irresistible para los rapsodas y para las doncellas. Es vencer lo que distingue la mayoría de las veces a los héroes de los asesinos. Fueron las dos cosas Alejandro o César, pero Plutarco cuenta sus cientos de miles de degollados como si fueran una tierna siega de guirnaldas. Contra el vencedor, con el sol en estola, Niké sobre el hombro y los genitales hinchados, sólo puede haber cobardes, afeminados y mendigos. En esas estamos, incluso aquí, donde la guerra no ha dado soldados pero sí abanicadores y acuarelistas de corte. En Irak hacen cosmética sobre los escombros, los niños a los que arrancaron los brazos salen ahora en la foto con un marine como un rey mago, enseñándole un osito o una tirita. Aquí, mientras, los postulantes a segundones del Imperio han visto llegar la hora de las venganzas

Ellos, que no han conquistado nada, dicen que han ganado y sacan pecho y bocamanga con los generales. Sus mentiras siguen siendo las mismas, pero ahora, ante sus atriles con retablo, ante la altura de su Victoria, acusan a los cobardes, a los afeminados y a los mendigos. A los traidores. Pero no tienen ni una razón más que antes. O sea, ninguna. Sólo están viviendo la orgía de los desfiles. Y en los desfiles, un antipatriota ardiendo huele a incienso y a nenúfar. Puede que fueran antipatriotas el candidato del PA y las dos concejalas de IU de El Puerto. Y cinco más que han recibido de parte de la Subdelegación del Gobierno la notificación de una posible multa de 2.000 euros por participar en una concentración contra la guerra que carecía de un papel o una firma. No estaba el alcaldable del PA entre los salvajes que terminaron la manifestación atacando la sede del PP. Qué más da. Estaba a contrapelo de los vencedores, que es estar a contrapelo de la Historia. Los libros y los viejos ya nos dicen que en estos casos siempre llega la venganza, nombre por nombre.

El PP anda envalentonado, y ahora, cuando Aznar enumera hermandades de indeseables, comunistas, radicales, melenudos, lo hace con el sarcasmo y la arrogancia del que ha sido besado, aun lateralmente, por la Victoria. Delirio puramente medievalista. Cuando Lanzarote o Lohengrin sacaron sus espadas para defender el honor de Ginebra o Elsa de Bravante, era la voz de Dios la que esperaba oír el castillo. Se pensaba que Dios no podía otorgar la victoria al canalla y al mentiroso, y así el caballero vencedor debía de ser, necesariamente, el portador de la Verdad y la Justicia. En esta brillante razón artúrica se sustenta el contraataque orgulloso del PP. El resto de sus argumentos sigue pesando lo mismo que antes: como el vacío. ¿Amenaza mundial? 20 días duró el temible ejército de Sadam, con su Guardia Republicana que comía hígados vivos. ¿Armas de destrucción masiva? Tantas eran que todavía no se han encontrado. Y tan a punto estaban de utilizarlas y de sembrar el planeta de caravanas de quemados que ni viéndose Sadam vencido, ya sin nada que perder, las utilizó. ¿Tirano que masacraba a su pueblo? 18 civiles asesinados (incluidos 6 niños) estos días por las tropas americanas durante las manifestaciones contra la ocupación. Nada en comparación con los miles de inocentes que ya habían matado o lisiado antes. ¿Traer la libertad y la democracia? Ahí vemos a los chiíes, midiendo ya las barbas de sus ayatolás, pidiendo la ley islámica para hombres y rebaños. Entre el protectorado colonial y la guerra civil anda el Irak liberado. ¿Paz en Oriente Medio? Sigue el terrorismo palestino, sigue Israel con sus asesinatos selectivos, sigue la zona como un caldero de odio. ¿Nuevo orden? Con la ONU destruida y sin otra legalidad internacional posible que no sea el antojo de los predicadores de la Casa Blanca. La postura del PP victorioso podría ser la detestable postura de que el fin justifica los medios. Pero ni siquiera es eso. El fin no nos alumbra de momento ninguna esperanza. Aquí, eso sí, se preparan lentamente las venganzas. Es la única cosecha segura que traen las victorias.

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