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Los días persiguiéndose |
19 de junio de 2003 Los cambios
Estábamos aquí con una izquierda mohicana, con un socialismo de maestrillos enriquecidos, con un centro de lánguidos contables sin domingo. Derecha ya sabemos que no hay, que sólo quedan un notario y Jiménez Losantos. Luego, están esos partidos como planetoides, de ideología numerable, de movimiento browniano, cuyo prototipo es el PA, ya desteñido de todo heroísmo y dedicado a juntar sus pocos sillones con sus muchas melancolías. Así está el espectro político, en el que algunos ven únicamente un zoo. Dicen que ya no hay ideologías, o mejor dicho que sólo hay una, la única a la que deja espacio el liberalismo globalizador, y que lo demás es involución, utopía y psicodelia. Pero no piensa uno que haya llegado el fin de la Historia ni el último hombre, eso que dijo Fukuyama tirando hacia Hegel. Si todos los partidos se igualan cuando llegan al poder, todavía están las ideologías como actitud personal, y en cada actitud personal hay toda una cosmología. No acabo de ver nuestro actual sistema como última frontera de nada, y con los recientes sobresaltos, menos. Así estamos, cuando en Andalucía Luis Carlos Rejón pide un cambio de rumbo de IU y el aniñado Pimentel quiere abrir un nuevo espacio en el “centro” como si fuera una tetería. ¿Darían estos cambios un espectro político enriquecido o es un paso más hacia una uniformidad bien pensante, comodona y medianera? ¿Pide Rejón un aplacamiento de la izquierda contradictoria y belicosa, o su aburguesamiento y flotabilidad para conseguir más votos? ¿Lo de Pimentel quiere ser sólo un centro amable frente al centro enfadado de Aznar? He dicho muchas veces que el problema de la izquierda que viene del comunismo y del bieldo es que necesita una auténtica refundación. Marx se quedó viejo y gruñón como un samurai de las fábricas, el modelo soviético fue una gran pirámide de burócratas y torturadores, pero no han sabido sobreponerse a esto que todavía adoran en sus posters. Aquí en Andalucía han ido alternando la pinza al PSOE con su arrullo, que es peligroso como vivir abrazado a una cobra. Lo de IU no es sino el problema de la identidad perdida como un virgo. Viven de símbolos pero les faltan la raíz y la doctrina, desnucadas hace tiempo. Y si IU se enfoca en conseguir pequeñas parcelas de poder a la sombra de otros, es cuando se extinguirá. Será ago parecido a lo del PA, que ya está moribundo pidiendo el pan que sobra por las diputaciones. Para IU, todo no puede ser hacerse con municipios y ayudantías. Hay todavía en esa izquierda un valor intrínseco de contrapeso y de discrepancia. Aunque nunca pudiera llegar a gobernar algo más que una ciudad, su simple presencia diferente y reñidora es necesaria. Pero sin vampiros del pasado y sin malvendimientos en el presente. Pimentel, por su parte, puede que sea un soñador buscando un centro entre templado y aristotélico. Lo del PP es más bien un centro de derecha vergonzante, que a lo mejor no es lo mismo. Pimentel viene con una traición hermosa, con un humanismo tranquilo y con una política de plumón. En su artículo de despedida soñaba con un partido de centro que superara la crispación y la división de la sociedad. Ahora, en Andalucía, puede que su aventura marinera sólo beneficie al PSOE. La política sigue siendo necesaria, decía aquella vez Pimentel. Estoy de acuerdo. Pero otra política quizá. Estos movimientos en el atollado espectro de nuestras ideologías no vienen mal. Basta la idea de que todavía son posibles los cambios como la primavera. |