Los días persiguiéndose
Luis Miguel Fuentes

31 de julio de 2003

Ortega / Pimentel

Los consejeros más marchosos y notables de la Junta hacen su verano costanero o vienés, se marchan por el mundo poniendo como excusa que van a copiar la economía de los bantúes o a aprender la historia de las fábricas y hambres platerescas de la Europa del este, un hambre que a lo mejor es como la nuestra pero con orejeras. Por su parte, el PP reza a los hidalgos de la sucesión y descansa soñando con el cadáver tierno de Zapatero como el de un joven corzo que se despeñó. En el espacio que dejan en Andalucía, mientras, los pequeños se van dando sus bocados de hormiga y se van devolviendo males de ojo, que quedarán como una vela negra suspendida en el verano. Los pequeños eran IU, que parece que opta últimamente por un posibilismo de aparcar revoluciones e ir pillando lo que se pueda, y los del PA, que están siempre como en salto de cama esperando que venga el poder y los haga violentamente mujer o consejeros de algo que sobre. Estos eran los pequeños, hasta que apareció Pimentel, modosito y levantisco, llamando a los descontentos o a los tibios, montando su apostolado de ateneístas. Las palabras de Antonio Ortega vaticinando el fracaso de Pimentel no hacen sino reconocerlo ya como enemigo, uno más en la lucha de liliputienses por lo que dejan los dos grandes partidos, ese hueco de la política que es como el cajoncito de los caramelos.

No hay espacio para nadie más, dice Ortega, y no se sabe si se refiere a un espacio físico donde ya hay muchos gordos o aspirantes a gordos, o es acaso un espacio ideológico. No puede ser esto último, sin embargo, porque la camada de los Ortega y de los otros comodones de la cosa se ha encargado de ir fusilando su propia ideología que ya se ha quedado sólo en el palo de la bandera andaluza, que es poca ideología para manejarse. El andalucismo, su andalucismo, tuvo un tiempo, como tuvieron un tiempo los espadachines y los sonetistas. Luego nos fueron mostrando que el ideal de una Patria andaluza era más bien una lírica de olivareros que en los despachos no podía hacer otra cosa que pudrirse, igual que se pudría Rojas Marcos un poco gloriosamente, como un caballero en su armadura o el viejo tapiz de una batalla. Del andalucismo del PA sobrevive el solo raquitismo de su nombre, como al PSOE le sobrevive el socialismo y el obrerismo por las fotos de Pablo Iglesias en un balcón o haciendo de herrero pensador en Ferraz. El PA se ha vendido y repartido, dando unos burócratas malencarados y unos esbirros bien retribuidos que hasta te justifican graciosamente la corrupción, todos muy puestos en brincar de cama en cama y en pedir alpiste, pues dan una pena como de feos o de vagos. El espacio que reclama Ortega, infanzón de los entremetidos, no es el ideológico sino el del pesebre o la teta, que se resiente si aparecen demasiadas siglas barzoneando.

No sabemos cómo será o querrá ser el andalucismo centrista de Pimentel, entre el juanramonismo y la glorificación de la burguesía. De momento, su proyecto es sólo un bello incienso que, eso sí, fastidia a los otros políticos, quizá porque es un poco como el niño que se ve que va a cargarse la vajilla. Si lo suyo va a ser un casino de rebotados y otra cuadrilla de atrincadores de sillón, uno más en el panal de los pequeños, o si de verdad va en serio ese prurito juvenal de cambiar cosas, lo iremos viendo. Mientras, si nos dan a elegir entre Ortega y Pimentel, no sé ustedes, pero a mí me entran unas ganas de cambiar de conversación...

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