|
Los días persiguiéndose |
19 de febrero de 2004 Perfil bajo
Están unos hombres incoloros y unos vendedores de calzado diseñando las campañas y resulta que les salen “de perfil bajo”. No puede ser sino a través de este lenguaje de zapato de señora que nos llegue la política, que se ha ido empequeñeciendo desde aquella pirámide de Platón hasta entrarnos en el pie. Esta gente lista, contadora y turronera que hace las campañas ve los votos repartidos en montones poco trasvasables, en hemisferios como de Coca Cola y Pepsi, y decide que es mejor hablar sin ruido y no cambiar de caballo. La campaña de perfil bajo es un dejarlo todo al color de la corbata y a que sea Pertegaz el que conteste en las ruedas de prensa; es un no moverse mucho para que al candidato no se le caiga de la cabeza la canasta de votantes como huevos que ya lleva; es que pase la campaña en un silencio raro de tigres; es la astucia inversa de dedicarse a no perder; es, en fin, una cobardía de alpinista que nos está hurtando los debates, la pelea en la arena, la sustancia de carne y agujas de la política. La última canallada de los políticos ha sido precisamente dejarnos sin política y darnos una goma para masticar, traída por cajeras más que por ideólogos. Aznar le pide más caña a Rajoy, pues a él ya le entró un hambre de continentes enteros y la retranca de gallego con palabras de sirimiri de su delfín le parece poco osada, poco ambiciosa y poco española. El perfil bajo de la campaña de Rajoy es, según parece que dijo, no hacer tonterías. Las tonterías las ha ido haciendo el PSOE y eso ya les da suficiente gasolina. Aznar no quiere eso del perfil bajo porque le recuerda a sus complejos, pero tampoco quiere una campaña de programa contra programa, sino la cosa de chulapo que ha ido haciendo él, eso de ponerle pañales a Zapatero en cada discurso. Pero Aznar también se equivoca. Lo contrario del perfil bajo no debería ser una campaña con faca a lo Alfonso Guerra, que parece que es lo que está pidiendo el presidente cambiando la pana por el fular. Lo contrario tendría que ser la torería de salir ante las cámaras a lucirse o a equivocarse, y ante los periodistas a contestar y no a tirar un euro como Trillo, y ver más choque de propuestas y menos puñaladas de lejos. En Andalucía, mientras, se tornan los papeles, y el perfil bajo y la campaña de dormilones los hace el PSOE, que es el que tiene la huevería de votos. Andalucía nos da siempre la política nacional bocabajo, y es otra de las contrahechuras que no terminamos de entender. Lo que el PP dice en Sevilla parece lo que el PSOE dice en Madrid, y viceversa. Eso nos demuestra que no hay en realidad diferentes partidos sino roles de ganador y perdedor, de león viejo y león joven, intercambiables y pendulones, y poca opción nos queda salvo Pimentel, claro, al que no hemos podido ver en los debates de Canal Sur (lo que nos perdimos: imaginen su literatura frente a las algarrobadas que le escuchamos a Caballos, por ejemplo). Es lo que nos da esta democracia blandengue, hecha para rodar por las cuestas y pensada por modistillos y contables: perfiles bajos y políticos azorados tras sus trenzas y su mandil de votos. Uno querría debates en cada plaza, ruedas de prensa con tirachinas y candidatos mano a mano, goyescamente y sin que vengan a sustituirlos sus secretarios como sobreros. El perfil bajo no lo tiene la campaña, sino toda nuestra democracia. Y eso ya no es culpa de los partidos, sino de nuestras pocas ganas. |