Los días persiguiéndose
Luis Miguel Fuentes

  24 de junio de 2004

Se mueren

Los partidos políticos se mueren a veces, un día están por las sedes y los telediarios y al otro han caído al lado de un jilguero, de un agujero de insectos, de un chicle pegado, de un desagüe por el que evacua la vida, el mundo, la cosa de la política que suelta envases, amoniaco y pelusa. La visión de un partido político muerto es grandiosa y terrible como la de un cetáceo comido por los cangrejos. Es verdad que los muertos huelen a pescadería, igual que la enfermedad. Los partidos se mueren y la gente ya los lleva y los trae con su peso de muerto inmenso, de nenúfar podrido y de vikingo apuñalado. Estoy pensando en Izquierda Unida, caído entre sus muchachas y sus banderas; estoy pensando en el Partido Andalucista, con su andalucismo de oficina turística y de sopa boba; estoy pensando hasta en el Partido Popular andaluz, al que le tienen que mandar un ángel plateresco desde arriba que venga a purificar y a degollar. Al partido muerto hay que enterrarlo o resucitarlo, y en eso estamos por aquí cuando el verano aumenta todas las putrefacciones y mete arena en la boca a los cadáveres leves o severos que han dejado blandamente las urnas, que siempre dan cosecha de cabezas.

A la izquierda rojiverde no sabemos si la han perdido los maestritos lacios que le ponen al frente, las querencias al PSOE o la cola de todo el siglo, la muerte del Comunismo como la de un metalúrgico furioso que martilleaba la mitad del mundo. Cuando ya no hay sitio para las revoluciones o hasta las revoluciones montan su oficina con fax; cuando sus estampas, Marx, Pasionaria, el Che, parecen ya roqueros sonados o momias alquiladas, Izquierda Unida iba siendo un party de anarquistones, cuidadores de pájaros y rebeldes sin guión que juntos no pueden hacer nada sino bañarse todos en el río. A IU, si acaso, el pragmatismo sólo les ha llevado a escoltar al PSOE, que tiene otro pragmatismo que es por ejemplo poner a Solbes como un oso del dinero. Para no morir, IU no puede volver a las raíces, que son la música de la abuela y la pistola del abuelo, ni pegarse al calor orondo del PSOE, que va a lo suyo. La izquierda más roja necesita una refundación que mueva todos sus baúles y esqueletos, y con Valderas lo que estamos viendo es un velatorio/gallera de concejales y labriegos que no ven que les pasa la Historia como a viejos aviadores.

El Partido Andalucista, por su parte, lleva muriéndose toda una vida entre personalismos y guantazos con la bandera. Convertidos en agencia de colocación y en colilleros de la Junta, la etapa de Antonio Ortega ha sido la era de los prestamistas y de las manos por debajo de la mesa. Me dice alguien de su corriente más crítica que en el PA hay que cambiarlo todo por la cuenta que les trae, pero eso requiere muchas escobas, bisturís y carretas para sacar los muertos por la cocina. Mientras, el Partido Popular, aplastado por sus sueños imperiales, busca con Arenas, madrileñizado, la catarsis. Otra vez un candidato a palos, que parece que es lo que nos pega. Arenas nació un Día de los Inocentes pero es el más astuto de los pretorianos del PP, y ahora le toca limpiar de pijos y señoritos un partido que aquí es de pijos y señoritos, con lo que no sabemos si terminará con alguien en pie.

Se mueren a veces los partidos o es que toda la política se pudre fácil. Ahora son casi todos una sandía al sol espumante del verano. Por los chiringuitos, la carne de partido muerto apesta ya como un marisco malo o una chancla mojada.

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