Los días persiguiéndose
Luis Miguel Fuentes

31 de marzo de 2005

Satanás

Satanás, cuando habla, lo hace como desde una ópera, que eso es el mal, el Infierno, una ópera donde sólo hay bajos (siempre son los villanos) con la barba ardiendo. Si Satanás te habla, parece el médico de cabecera con capa, cantándote con un órgano detrás, y por eso se le hace caso. Tengo una versión del Fausto de Gounod donde Mefistófeles parece de verdad un estomatólogo, y entonces caer en la tentación, vender el alma por la juventud, por una muchacha o por un violín, queda como el único tratamiento recomendable para evitar la úlcera. Satanás anda muy ocupado y está moviéndolo todo con el rabo que no tiene, las fallas oceánicas por allí y los apuñaladores o los cohechos por aquí. El tipo que acuchilló a sus padres y a un vecino en La Zubia dice que Satanás le hablaba y uno no lo duda porque el mundo anda muy mal y eso es que el Diablo vuelve a salir como un hombre lobo, justo cuando creíamos que empezaba a pasarse de moda, como una ópera donde sale él mismo, o que algún insecticida de la modernidad lo había dejado en cama, con la máscara de oxígeno puesta, un poco como Darth Vader, que es la última aparición del Diablo que recordamos los de mi generación. Satanás ha salido con su coche de caballos, a cazar almas, a inspirar asesinatos o sonetos, a fabricar terremotos o corrupciones, y es que el milenarismo ha llegado tarde, esperando que vaya muriendo el pobre Papa. Todos dicen que el próximo Papa será negro, para que se cumpla lo de Nostradamus. El reinado del Anticristo lo notamos porque a un señor de pueblo ya le ha llegado la carta, con lo que tardan las cartas en los pueblos, y le manda matar a los padres igual que pagar el recibo de la luz. Lo notamos porque el mundo cruje por sus cordilleras submarinas y huele a azufre empezando por los ayuntamientos.

La visita de Satanás a los políticos resulta más discreta porque no lleva el cuchillo en la garra, que eso es facilón y vulgar hasta para el Diablo, sino una agenda con ceniza, una factura hecha con rabos de lagartija y otros encantamientos de la abogacía. Pero uno ya no duda que Satanás está detrás de todo y seguro que los sobrinos de Felipe González han pensado que la eterna juventud es mucho tiempo haciendo contabilidad creativa y es mejor un terrenito para dar el pelotazo, y envejecer caliente. Y así ha aparecido el terrenito, después de una llamarada en la chimenea de alguna alcaldía. En Sevilla, el primer satánico quizá fue Juan Guerra, un satánico algo mujeril, para disimular, pero que cuando ponía los ojos en blanco venían vampiresas a servirle los cafelitos. Estos satánicos son así, se ponen gafas de sol y se vuelven gordos para despistar, que no hay nada tan poco luciferino como ser gordo igual que un fraile gordo. Otros embarazos hizo sin embargo Satanás por Sevilla, donde él sabe que no hay problema en ir escondiendo hijos y torreones bajo la caseta de una obra. Hoy hay en Andalucía toda una casta de sus siervos, gente que no se refleja en los espejos, políticos con membrana entre los dedos, y por la noche desparecen vírgenes, grasa de caballo, velones y maletines. Ya no me cabe ninguna duda, todo esto es obra de Satanás, a quien nadie se resiste cuando te habla en el hombro, como un jilguerillo exageradamente ronco. Esperamos un exorcismo, pero tampoco quedan exorcistas. Vendrá el Papa negro, vendrá el Anticristo, sonarán las trompetas del Apocalipsis y, la verdad, entonces tampoco importará mucho la corrupción política, qué demonios.

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