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Los
días persiguiéndose |
28 de abril de 2005 Matrimonio La sociedad estaba descasándose o arrejuntándose cuando la bodas gays han puesto de moda otra vez el matrimonio con todos sus lazos y toda su confitería. Ahora la gente se casa o no dependiendo de cómo le salga lo de Hacienda, así que puede que los gays terminen siendo los únicos que lo hagan por amor, por espectáculo y por lo antiguo, salvando así la institución. Yo a mi señora le pregunté un día si quería “no casarse” conmigo, que creo que viene de alguna película, y me dijo que sí. Éstos somos los que nos estamos cargando la pompa matrimonial, y el verdadero peligro para tan sagrada cosa, además de para el trabajo de los organistas. Las bodas gays creo que van a gustar mucho sobre todo a los organistas. Permítanme este tono desenfadado porque, la verdad, a uno le parece que el asunto no merece tanto exorcismo ni tanto escándalo. Sin embargo, hay alcaldones del PP que andan muy escandalizados y no van a casar a los gays, que se imaginan casando a dos guardias civiles, dos vampiros, dos señoras de la limpieza, algo así, y sienten como si tuvieran que besarles los bigotes. Curiosamente, son los alcaldes andaluces del PP (Almería, Málaga, Huelva, Granada, Cádiz con algún reparo) los que parecen más dispuestos a transigir, quizá por esa estrategia de Arenas de parecer poca derecha, o parecerlo sólo delante de quien convenga. Pero todo un batallón como covadongo de peperos anda encolerizado, arremangado y sublevado contra ese amor por debajo de la mesa de los mariquitas. Es que son gente de orden, y la gente de orden se reconoce pronto porque se escandaliza mucho y como en verso, con asco y con iridiscencia, un poco como Jiménez Losantos o Agapito Maestre. Pero la gente de orden, con o sin sus iglesias detrás, lleva toda la Historia escandalizándose, casi siempre por verdades evidentes o felicidades de otros: por la evolución, por que el planeta sea redondo, por la democracia, por el fin de la esclavitud, por la minifalda, por ponerse plásticos en la picha... A los pitagóricos les escandalizaba la raíz cuadrada de dos, fíjense, porque no puede expresarse como cociente de dos números. Hay hasta quien se ha escandalizado por que Ratzinger haya salido Papa, con lo distraído que resulta. Uno, en fin, se puede escandalizar por lo que quiera, pero a mí siempre me ha parecido tremendamente vulgar eso de escandalizarse. El matrimonio es un contrato, y la gente (de cualquier sexo) nunca se ha querido ni se ha reproducido más ni menos por un papel. Lo demás es una excusa para sacar monaguillos y para que el cuñado lave por fin el coche. A uno lo que le parece extraño es el matrimonio religioso, o sea, que algo que antes es un horrible pecado, algo tan natural como la jodienda, resulta que ya no lo es después de mover las manos, y no sólo eso, además es algo santo, fundamental, y lo llaman sacramento. ¿Qué clase de acto inmoral lo es antes y no después de una ceremonia? El de una moral arbitraria, sin reflexión ética, que no se mide según las consecuencias en el sufrimiento o en la felicidad de las personas, claro. No puedo ver impedimento moral, ni siquiera semántico, en casar homosexuales. Ni práctico. Seguirán los heteros casándose según lo de Hacienda o según el portal de Belén, los paritorios funcionando y, en este país tan católico, las iglesias vacías. Pero escandalizarse es fácil y hasta vistoso. A esos alcaldes tan machos del PP los harán un día santos, seguro, a ver si hay algo más vistoso que eso. |