Los días persiguiéndose
Luis Miguel Fuentes

8 de septiembre de 2005

Inanición

El hambre de los ex directivos debe de ser esa humillación de comerse la corbata como su propia lengua aliñada (las corbatas ya vienen preparadas para eso porque todas parecen ensaladas). Peor que un violinista con hambre, que todavía se queda en acordeonista; peor que un poeta con hambre, que tiene la gloria del vivir póstumo, es un ex directivo con hambre, que ya no es nada, ni siquiera un romanticismo, salvo que se suicide, claro, el único acto artístico al alcance de esta clase de barandas. Hay una gran tragedia humana de ex directivos con moscas, con infernillo, abrazados a sus agendas como a la foto de una novia tísica que tuvieron, comiendo gachas o comiéndose al gato. Nos preocupamos de lejanos ahogados o de gente que se cae de la avioneta, pero olvidamos a estos ex directivos que han terminado cagando en los cartones. Menos mal que está la RTVA, menos mal que está Rafael Camacho, su director, que es como todo el Ejército de Salvación en un solo brigadier, con la barriga por delante como una banda de música.

A Rafael Camacho, vocero que ascendió a otra vocería dentro de esos círculos que tiene el cielo de la política, que va en escalera de caracol; comadrona con bigote de los moranquismos, maceterías y peloteos de Canal Sur; mucamita de la propaganda, del gazpacheo y del lunarerío audiovisual; a Rafael Camacho, decíamos, le parece que “no se puede aceptar” que a los ex directivos de RTVA “se les condene al destierro o a la inanición”. Es por ello que suelen fundar productoras, igual que usted y que yo, e inmediatamente, como a usted y como a mí, les llegan contratos millonarios de la gran olla potajera que es la radiotelevisión pública andaluza. Actitud tan piadosa e igualitaria no habíamos visto nunca. Miren la sopa de los pobres, miren el hospital de tullidos que es en realidad la cosa, en vez de la cama redonda, la orgía de peludos, el intercambio de mamporreos que nos imaginábamos. Rafael Camacho debería colocarse ese tocado que a algunas monjitas de las películas les sirve para llegar volando con la palangana o con la cuña, o quizá le baste con un cazo que gotee en la mano, como la alegoría fondona de la caridad y de los pucheros.

Si Rilke decía que escritor es quien no puede dejar de escribir, Camacho nos descubre que directivo de la RTVA es quien no puede dejar de chupar de la teta primordial y merengada de lo público, que sería traicionarse a sí mismo y a sus musas, y eso es triste como un poeta metido a lavaplatos. Los ex directivos de RTVA no pueden volver a ser maestros, ni montar una tetería, ni prepararse oposiciones, ni entrar de pasantes. No, ellos sólo pueden fundar una productora como el que tiene vocación de dirigir un circo, por la propia languidez de sus melancolías. Una productora a la que la madre nutricia de la RTVA le comprará enseguida programas de videoteces, de entrevistas en un cuarto oscuro, de flamenquitos asfixiándose, de casquería del pueblo. Cualquier cosa, qué más da, antes que abandonarlos a la indigencia, que eso no es de izquierdas. La inanición, se trata de salvarlos de la inanición. Un estómago se puede perforar si pasa de la marisquería al microondas. Impiedad, sadismo, sería no pagarles entre todos esa dura vida sacrificada a sus sueños. No dejaremos que mueran, no, de comer mondas o de ese retortijón que representaría para tantos inútiles ganarse el pan decentemente.

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