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Los
días persiguiéndose |
15 de septiembre de 2005 El juego La economía es sólo un juego de rol desde que nadie ve doblones de oro. A Marco Polo le parecía que con el papel moneda el Gran Khan había encontrado nada menos que el secreto de la alquimia: “Y hace fabricar el Gran Khan tan enorme cantidad de esta moneda que puede pagar con ella todos los tesoros del mundo sin que nada le cueste”. Todavía diría uno que nos sobrevive esta estupefacción en la apoteosis del capitalismo ya sin enemigos, con todas las teorías en contra hechas arena o mala poesía. El capitalismo ya prescinde del dinero, que es una cosa que ensucia las manos, y lo cambia por futuros, expectativas, flechas que suben, números pesados con otros números, empresas tomadas como líquidos y el truco de medir muy bien la nada. La economía un día trató del dinero, pero el dinero ha quedado para las fruterías y ahora la economía sólo se compra y se vende a sí misma, sus propias definiciones, dogmas, humos, burbujas. Vivimos en un gran póquer jugado con lentejas, y eso son nuestra Bolsa y nuestro sagrado mercado, metaeconomía como una metafísica que vive de acumular cada nueva impostura sobre la anterior. La economía es un artificio. Se vende el propio acto de vender, se compra el hecho de comprar, y la moneda que se usa vale tanto como las cortezas de morera que utilizaba el Gran Khan. Uno, que a la vista está que no entiende de economía, está aprendiendo valiosas lecciones a cuenta de dos cataclismos o voracidades recientes. Primero, el huracán Katrina. El liberalismo americano, que es una cosa como calvinista (el valor del propio esfuerzo, del trabajo, de la riqueza como recompensa divina) fundada en la propiedad, en la capacidad emprendedora y en que cada uno se busque la vida, da un mercado glotón, un Imperio militar y una idea minimalista del Estado que sólo está para los desfiles. Pero cuando el planeta cabreado ha sumergido toda Nueva Orleans como un piano blanco, hemos visto que el precio de ser la primera potencia económica siguiendo este estilo pistolero es el desamparo de los más pobres, que son pescado podrido. Un ejemplo complementario, o sea, de cómo la gran manaza meticona del Estado crea sus propios monstruos marinos, nos lo da la famosa OPA hostil a Endesa. De nuevo asoma su fea cabeza con branquias la manera en que se privatizaron aquí los antiguos monopolios públicos, o sea, repartiéndolos a los amigotes para formar tropa afecta. Por si esto fuera poco, las cajas de ahorro, cuyo fin debería ser social, también han terminado en impúdicos instrumentos del poder político. Si sabremos aquí en Andalucía el hambre, las guerras, las babas, todo para lo que da una caja de ahorros... Las teorías keyneisanas desembocaron en una economía mixta donde todo no puede dejarse al mercado, que es brutal y darwiniano, sino que es necesario un papel moderador del Estado para redistribuir la riqueza. La economía es un juego, sí, pura virtualidad, y los billetes podrían tener la cara del tío Gilito y daría lo mismo. Lo que no podemos olvidar nunca en este mus es el objetivo del bien común. En USA los neocon dejan la economía como una piscina de cocodrilos y a los pobres pinchados en un palo. Aquí, los partidos siguen controlándolo todo con potentados, banqueros, jueces y regatistas de su cuerda. Y uno querría el sabio término medio aristotélico, pero ni los brokers ni los políticos saben cómo se juega a eso. |