Los días persiguiéndose
Luis Miguel Fuentes

9 de febrero de 2006

El horizonte del PA

Julián Álvarez ha ido presentando en gira mundial el Estatuto soñado por el PA, lo que parece el paseo primaveral de un ataúd. Se lo presentó a Ibarretxe como si fuera un cuarto de morcilla del pueblo y a Monseñor Amigo como si fuera una infantita. Entre una alfarería típica y un niño Dios gitanito está este Estatuto que los andalucistas han hecho como bordándose sus lágrimas y repujando morerías. Es un Estatuto como un relicario o como las cenizas del abuelo que no sirve de nada, porque el que vale es ése que pactan o al que le buscan el marco dorado o el retruécano definitivo PSOE e IU, y que tampoco servirá de mucho, pero ganará. Este sobreabuso de inutilidades no nos sorprende en política, pero si los andalucistas andan soleando a este hijito suyo fallecido es porque ahí esta su catecismo, el libro de mareas para este nuevo ciclo del PA que cada vez se nos presenta más marginal, bandoleril, coplista y latonero.

Si con Rojas Marcos fue como una primera sevillana, si con Pacheco fue una pesada de diferentes gónadas, si con Antonio Ortega todo se quedaba en la ambición de un feo, con Julián Álvarez el PA se dirige a una cosa comunera y a la nostalgia de algún mimbre histórico o del álgebra andalusí. Han tenido la etapa autonomista o esperanzadora, la etapa cismática, la etapa sobrera y ahora en el PA han apostado definitivamente por la etapa nacional-soberanista como un orgullo de pan con aceite. O sea que ya andan pidiendo también su nación que les parece un burro que nos robaron, la nación andaluza como la tribu emplumada que falta todavía en las Españas. Por eso se visitea con otros nacionalismos de más peso y mala leche, por eso traducen su Estatuto al euskera como una biblia gaélica. Quieren ya una nación bien puesta en el “articulado” del Estatuto por venir, bien guapa para el baile que prepara el país, y otra cosa la ven “alicorta”. Pero aquí una nación nos parecería un cortijo demasiado grande y mucha manta para tan poca cama.

No voy a insistir más en la tontería que me parecen los nacionalismos identitarios y míticos. Pero hemos tenido la mala suerte de que nuestro andalucismo se ha debatido entre cierta tristeza generacional primero y el rebañamiento de consejerías después, sin lograr asentarse nunca como lo que uno esperaría: una alternativa sensata, equilibrada, reinvindicativa y enfocada sobre todo en lo económico, que es nuestro viejo raquitismo. Miré con agrado y esperanza la renovación de un PA que ya sólo estaba de barrendero de la Junta y de animador de fiestas del verano, pero éste de Julián Álvarez se nos está revelando eminentemente folclorista y romancero, vuelve a escanciar esencias históricas y patrias enterradas, vuelve al debate de los espíritus y sus nombres, otra vez la mocedad de las banderas. Quizá es que se miran en un nacionalismo al modo norteño que aquí no tiene futuro. Para hacer como un PNV andaluz nos faltan adanes, ganas y dinero. Están con lo de ser nación o están cambiando el himno, están en la borrachera de los símbolos o en el ridículo de rozarse con hermanos mayores del independentismo y la raza. El horizonte del PA, así, es el fracaso. Otro más. Y ya hemos perdido la cuenta.


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