Luis Miguel Fuentes


Chaves eterno

 

El poder es una inercia y va añadiendo a su masa pellas de tiempo y hierro como un agujero negro. El poder convertido en ortodoxia unipersonal termina así engullendo, en una vorágine estelar y luminosa, sectores críticos o el partido entero, convirtiendo todo en un largo espagueti, como ya nos dice la relatividad y aquel teorema de Hawking o Penrose. Chaves tiene toda la eternidad en la frente y una vocación hambrienta de agujero negro. La estrella densa y moribunda que es Chaves tiende a plegar el espacio y el tiempo, a hundirse sobre sí misma tragando galaxias, que los años no significan nada para su horizonte de influencia y ya va pensando en otro mandato por la ley poderosa del universo y sus dioses.

Chaves no descarta la posibilidad de aspirar otra vez, la quinta, a la presidencia de la Junta, o sea, que tiene la clara intención de hacerlo, sólo que se hace el interesante y espera las palmaditas de los compadres que le digan “quien mejor que tú” y “venga hombre, si lo estás deseando”. Ya hemos escrito aquí que el cambio tranquilo pasará de largo por Andalucía, que Zapatero hace una reverencia ante la gran montaña de Chaves y se retira antes de que lo aplaste de un pisotón. Si había alguna duda, Chaves declarándose perpetuo nos la despeja. No hay intención de cambio, sino el convencimiento de que hay un gran maretazo de historia y costumbre que deja todas las innovaciones en el peinado de una secretaria y en mudar unas cortinas en San Telmo. Luis Pizarro dice que Chaves “se adelanta a todos los cambios”, pero vemos que se debe referir a los cambios en la Pasarela Cibeles o en el salón de la Preysler, porque ahí está él cincelándose una estatua para la eternidad, un bronce de muchas generaciones, que a lo mejor le da envidia Pacheco en Jerez y quiere que la Historia le dedique muchos tomos con un recosido de oro.

El poder es una droga dura que corrompe, tienta y envilece. Aznar lo sabe y por eso, muy sensatamente, limitó su poder al plazo funcionarial y suficiente de dos legislaturas (al PP, es cierto, también le queda el dinosaurio de Fraga, que vive retirado en sus cuevas galaicas durmiendo una eternidad húmeda). La costumbre del poder lleva a la desidia, al endiosamiento y al onanismo político, destruye las ideologías y deja solamente la onomástica de un personalismo al que suele vencer la complacencia. Entonces, la gestión se queda en mirar desde un porche las plantaciones y las mozas, como un cacique de culebrón venezolano.

Si el PSOE de Andalucía quiere hacer ver que puede cambiar, es necesario que su “núcleo duro” se vaya disolviendo, que venga a orearle las habitaciones un aire limpio y joven, porque si no terminarán convirtiéndose en aquel Manderley que nos mostraba Hitchcock en Rebeca, un castillo lleno de muertos opresivos y cuadros con ojos que se mueven, con Zarrías haciendo de ama de llaves oscura y bajita, un ama de llaves que prefiere pegarle fuego al quiosco antes que consentir una nueva señora en la casa. Es difícil que puedan surgir otros candidatos cuando el PSOE se dedica a ir asesinando a sus retoños, ahogados en una ortodoxia torva e irreductible antes del destete. El talante de Chaves al no renunciar expresamente a la posibilidad de otro mandato dice muy poco a favor de este deseo de innovación, y nos viene a resucitar los mismos fantasmas de siempre, la esclerosis del PSOE en Andalucía, que terminará por reventarle una vena como al entrañable Carlos Cano. Por su propio bien, el PSOE andaluz necesita echarle el lazo a ese agujero negro glotón en que quiere convertirse Chaves. La galaxia y el sentido común lo agradecerán.

 

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