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Los
días persiguiéndose |
27 de abril de 2006 El zoo Entre los grandes simios como abuelos granjeros y el Minotauro frente al que hacen tipito esos hombres como jarrones con espadas que llamamos toreros, tenemos una especie de actualidad zoológica que se continúa con la de la política. Boadella se presenta ante los maestrantes de Sevilla, esos señorones de cartón y plata, para dar un pregón taurino con espejos que luego justifica paralelismos políticos en la prensa. Igualmente, un proyecto para proteger a los simios sirve para que a ZP le dediquen las caricaturas que le hacían a Darwin, entre Adán arbóreo y botella de anís. El animal ha sido alimento, vestido, plaga y tótem, pero en la era de la política totalizadora ya separa las siglas y hace votantes. Díganos qué animal prefiere, y veremos si tira a maestrante o a progre. Salvo alguna aristócrata friki ocupada en las focas como en otro marianismo, ya sabemos de qué van esos verderones y margaritos que se dan besos en la boca con las monas. Esta tontería, el animal con significado de partido, me hace a mí mucha más gracia que los derechos de los simios y que la España torera enfrentada a los castellets. Los derechos de los simios, ya están los sociatas recogiendo florecillas y quitándose por eso de la economía y de los hojaldres de la patria para acabar en campistas. No sé de cuántas maneras más nos destruyen la democracia los simios, pero distraen mucho y nuestros gobernantes ya casi les dedican tanta atención como a los mariquitas, dónde vamos a llegar... Voy a defender a los simios, aunque sólo sea por sacarlos del zoo político y de la guerra de bananas que se traen con ellos. Me parece muy bien que se proteja su vida y hasta su dignidad. Es más, yo sumaría a ballenas y delfines, que no sé si ya eso es acabar con todo el consenso de la Transición y con el crecimiento del PIB. Y los defiendo porque hay más significado que monerías y chistes en ello. Primero, nos quita aún más el alma que no tenemos. ¿Pero qué es, a estas alturas, eso de la “racionalidad”? ¿Todavía con el dedo sixtino de Dios, con los días jardineros del Génesis? Los defiendo por quitarnos soberbia a los humanos, por recalcar que la inteligencia tiene muchos grados y que también nosotros podríamos ser poco más que simios para otras especies, por recordar que no hay moral tallada por el rayo sino la que se ocupa del ser sensible, y que esa oronda majestad del hombre como señor del mundo sólo nos está llevando a la autodestrucción. Los defiendo porque hoy estoy un poco indio o budista, y en el zoo en que vivimos, los simios me caen mejor que algunos humanos con sombrerito y plátano. |