El Mundo Andalucía

Los días persiguiéndose
Luis Miguel Fuentes

1 de junio de 2006

La silla de enea

Para culos de torero, para muslos de gitana, para duquesas del pueblo, para chaquetillas colgadas, para concejales con ración... La silla de enea, trono de estropajo, cesta de sentarse, crucifixión de las corvas, altar de las guitarras, es el patio con pozo de los panderos andaluces, es la manera que tienen de ir en carroza las digestiones y de peregrinación las ingles. La silla de enea, freiduría de los bajos, cucaña con el jamón a mano, en ella está sentada como una diosa madre el alma sequiza y festera de Andalucía. Sacarte una, traerte una, como para comulgarla con la rabadilla, ya es invitarte a estar en el palacio de caña de lo andaluz. Por eso las compran como cálices, por eso las desembarcan con las vírgenes, por eso los políticos las atienden como a abuelas que vienen en palanquín. Sin silla de enea no puede haber jarana ni campaña en esta tierra con su política de tripa baja y buche grande.

En la Diputación de Huelva hay unos señores y señoras con muchas ganas de sentarse, gente de culo redondo y tobillo gordo a la que hasta las fiestas cogen cansada. Ellos van a las juergas sólo con el asiento guardado y sólo con dinero público, así que 4.200 euros en sillas de enea los ven necesarios, dignos y hasta mínimos para tanto peso como tienen pensado meter. La casa que se han montado en el Rocío, donde caben todos a caballo, la están cuidando con estos pequeños detalles de tipismo y caprichos de cortijera. Las sillas les parecen de ambulatorio y traen otras como ya precalentadas por fandangos de piyayos; los cuadros de la Virgen son muy pequeños y por eso buscan otros como espejos de armario donde la Blanca Paloma parece un mascarón de proa o la entrada forrada de una cripta; hay poco color y poco perfume y mandan colgar flores y terrazas babilónicas; la comida la ven seca y encargan su catering a un amigo experto en sopones. Con todo esto, seguro que salen unas convivencias o despatarramientos muy sandungueros y completitos.

Una casa en el Rocío, quizá hasta un alazán aparcado como un Rolls, y desde luego una sillería castiza para rezarle a esa religión colorada del marisco... Esto es algo que nunca nos hubiésemos imaginado dispuesto por una diputación, que en nuestro sistema es como un hospital para arrecogidos políticos o concejales bocazas, pero no para palmeros ni cocineros. Pero hay socialistones muy señoritos a los que les gusta el roneo más que comer con las manos las gambas pagadas por el pueblo. A esto del roneo es a lo que llaman seguramente “presencia institucional”, pues ellos siempre son institución aun cuando ya se hayan desabrochado un par de botones. Según Javier Barrero, esta casita de chocolate blanco no servirá para juergas. Claro, seguramente servirá para que vayan a santiguarse y a mojarse la nuca con agua “aquéllos con menos posibilidades”. Pero, además, no solamente está este dinero de todos gastado en rengues, que un día nos dirán que también son un servicio público, sino que tenemos que ver a los representantes de una Diputación adorando a una virgencita, llevándole flores como sauces, arrodillándose en actitud maya o franquista. ¿Pero no eran ustedes, los socialistas, los del laicismo? ¿No conocen eso de la separación entre Iglesia y Estado, o se les ha pegado algo de Monteseirín? Es que el laicismo, como la vergüenza y el buen gusto, se lo dejaron en la silla de enea, que ardía de vino y de culos, cuando se fue animando el ambiente.



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