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Los
días persiguiéndose |
13 de julio de 2006 A Cuba Ahora que arden los grifos de las casas, que los veraneantes se asfixian como antílopes, que las corvas son panales, es cuando los políticos encuentran trabajo en las cascadas y diplomacia dentro de los cocos. La lengua seca de la política, el país arrastrojado, las calaveras con visera los hacen huir allá donde el sol se bebe con naranjas y las muchachas hacen la sombra de las palmeras con culos gloriosos de azúcar y rizos como mimbre trenzado. Ese oficio de mirón que tienen a veces los políticos, esa presencia de lagartija en los mojones inaugurados, ese paseo rápido con agrimensores, todo esto lo tienen que hacer, de repente, cuando llega el verano quemando las banderas de los despachos patrios, en ese Caribe donde los parlamentarios, los consejeros y los asesores parecen cocodrilos de fiesta, vestidos sólo con pajarita. Escoger el verano y Cuba para trabajar, para ir de hospitalario, de aguador, de misionero, eso sólo son capaces de hacerlo, sin que el pudor les descomponga el moreno, los políticos. A Cuba, la isla que es un dedo en el mar donde se bañan más sirenas, paraíso por alicatar del comunismo de barbero, del sexo en las bicicletas, del sol como un jabón, se han ido estos días Gaspar Zarrías y otros parlamentarios andaluces, haciendo una delegación como de surfistas. Súbitamente, las dignísimas señorías de coche oficial, largas jerarquías de secretarias y asesores con botines, sienten la urgente necesidad de revisar acequias, alcantarillados, proyectos y farolas, justo allí donde el amor se come como un cucurucho y el planeta se moja los pies con una media de 27 grados en verano. No tienen por lo visto misiones en la tundra, ni les apetece pasarse por Etiopía o Afganistán, pero Cuba es pobre y hermosa a la manera de las planchadoras, y en esta estación la solidaridad se les aparece como un toldo fresco y un escape de los ramones que arden en Andalucía. La ayuda a los países necesitados no es algo que vaya yo a criticar, aunque es verdad que desde aquí parece un truco que tiene la Junta para hacernos menos pobres: aparecer de rica entre entre los flacos y de gorda entre los menesterosos. Pero allí donde bastarían una carta bien mandada o un técnico con el lápiz en la oreja, si el sitio es guapo tendremos a los políticos, que nunca saben de fontanería pero conocen ya a los camareros. Aquello es el Caribe y paga el contribuyente, menudo póster les hemos regalado. Ya conocemos la prodigalidad con la que en esta autonomía pobre se gasta el dinero público en viajes para conferencias, para picnics, para ojeos, igual que conocemos quiénes van siempre, que se les nota en la cara de premiados con un crucero. Recordemos los casos de los concejales de Sevilla o Córdoba, la espantada general de Fitur, las ferias andaluzas en Holanda, todo lo que huele a cachondeo gratis y les parece a ellos una cancillería y un rescate. La cooperación internacional necesita inversiones, zapadores, maestros y gruístas; una decena de políticos dando paseos y viviendo las noches de La Habana en las que la luna es una rodaja mojada en ron, eso es otra cosa. A Cuba, se han ido a Cuba. Cuando el verano descabella a los curritos, ellos juegan a hacer política entre cocteleras y corales, y con nuestro dinero. No nos traerán ni una sombrillita de papel.
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