El Mundo Andalucía

Los días persiguiéndose
Luis Miguel Fuentes

27 de julio de 2006

La memoria

La memoria no es lo que pasó, sino la escultura que le hacemos, y eso ya es un trabajo de marmolistas y acarreadores añadido a la ciencia historiográfica, que es tan joven que todavía no termina de aprender a ser ciencia. Viejos hispanistas y nuevos cruzados del revisionismo nos cuentan Españas tan diferentes que uno está por decir que en verdad es imposible desideologizar la Historia. Por eso, en vez de la misma Historia, que pesa como un cuadro de su alegoría, lo que está de moda es la memoria, que es otra cosa más concreta que se solidifica en una máquina de escribir, en un fémur encontrado, en la carta de un maestrito, en sellos y canciones que este periódico está sacando tanto porque cada casa española tiene derecho a su museo y a mirar a los políticos de hoy desde los rencores reeditados del ayer, que debe de ser que eso interesa. Un coleccionismo de gafas de los escritores, de percheros de las entreguerras, de pelucas de los generales, de metal perdido en las batallas y de fantasmas que vuelven con el abrigo del abuelo, todo esto nos da una cocinilla para irnos manejando, mientras la Historia se resuelve o se inventa para su uso en el próximo mitin. Chaves inaugura un Museo de la Autonomía, llega un Centro de Investigación para la Memoria Histórica, les ponemos pisitos a los muertos, buscamos sitios donde el pasado suene como en un aljibe, pero hay tanta arena en las uñas como en la boca, en las calaveras como en los ojos.

Viene la cavazón de la memoria, con hoces podridas y ganas atrasadas, y yo lo único que siento es tristeza y miedo, al constatar, sobre todo, que no hemos alcanzado la madurez democrática. Todavía nos da por sacar encuestas sobre si Franco estaba o no guapo a caballo y resulta que un buen pedazo de la sociedad aún dice que aquello no fue para tanto, o que fue necesario o que estuvo hasta bien. Todavía están las dos Españas, o al menos una de ellas, aquella vetusta y cuartelera que ve gobiernos ateos que le están matando otra vez a los cristos, que piensa que ya va a haber que hacer algo para salvar a la Religión y a la Patria como entonces. Ésa es la que me aterroriza. La otra España, ya no es tal. Los rojos ya son europeístas o son laicos verderones o quieren una República a la americana, no unos soviets de hojalata y pan duro. Mucho se habla del nuevo guerracivilismo, pero aunque no me termina de agradar eso de ir montando cada tarde un entierro tardío, infinitamente peores son los que lo ven como una nueva llamada de la Historia porque es que se lo están buscando estos rojazos y cualquier día se va a volver a liar, cosa que he escuchado y leído a demasiados. Siento tristeza y miedo, no sólo al ver que persisten las dos Españas y que todavía no es posible la reconciliación, sino que todo eso vuelve a ser la pólvora de los partidos, el domingo de los periódicos, el salivazo de los púlpitos, y que hay quien utiliza este odio tremendo, barroco y españolísimo como táctica electoral o mediática. Nuestra izquierda torpe, iconográfica, amorriñada, cree que sólo hace homenajes y repara las injusticias, pero aquí no estamos preparados y hay gente que por cada estatua movida haría otra guerra de salvación. No estamos preparados, pero es verdad que no es tanto culpa de la ingenuidad de la izquierda como del déficit democrático de cierta derecha insumergible que todavía ve en la libertad “provocaciones”. No me gusta la moda memorialista, pero eso sí, si hay que elegir un bando, yo tengo muy claro el mío. Ya que estamos en ésas, que lo sepan.



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