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Los días
persiguiéndose |
22 de febrero de 2007 El fracaso y la culpa En la web de Canal Sur, donde Andalucía parece de iridio, todavía está el gif que anunciaba la fecha del referéndum con la bandera blanca y verde como un brochazo o una ventolera. Claro que en el enlace, ahora, no vemos la cesta de frutas de los derechos sociales y los fuselajes de avión que nos ponían antes (¿por qué les daría por tanta aviónica a los propagandistas de esta cosa?), sino una tabla de números vagamente meteorológicos en los que, por supuesto, no aparecen los datos de participación. Hoy, cuando han pasado el referéndum y sus escobillas con un ruido de cabalgata o de camión de la basura, releo el artículo que escribí después de aquella otra consulta sobre la Constitución europea y me doy cuenta de que cabría aquí tal cual. Resulta que las montañas de Europa están tan cerca o tan lejos como nuestra “realidad nacional”, como nuestros viejos minaretes mojados en el Guadalquivir igual que sombreros, como la estopa de épica, esperanza y redención en la que nos hacen dormir. Resulta que los mismos frioleros de entonces, más otros muchos borrachos y rebeldes, siguen bajo la manta, y eso que en vez de un escudo con estrellas, en este referéndum decían que nos jugábamos el futuro y la Patria, la dignidad y los dineros. Resulta que las talegas de los síes, noes y abstenciones se las quieren igualmente repartir, apropiar o arrojar los partidos, las facciones, las diferentes boinas en las que nos dividen, que ya sea por Bruselas o por San Telmo, están en el aire el orgullo de las siglas y las cuentas de la vieja a partir de las que van encargando sus sillones. Habrá que concluir que la ciudadanía no traga con los espiritismos que nos vende la política, ni en el abrazo de las naciones ni en el prorrateo de España. Buscar, ahora como entonces, el dueño de cada desgana o descontento, de cada voto o no voto, no es tan importante como reflexionar sobre el hecho incontestable de que esta democracia que se maneja con tan pocas letras y tantos espejismos no nos convence ni seduce ni levanta de la cama. Y es así porque suena a gente que guerrea por sus sus castillos y sus prebendas, y todo parece suceder en salones musicales o museos de relojes que el pueblo no pisará nunca. Esto ha sido un fracaso. Un fracaso de la política, de la sintaxis, de la propaganda, de las encuestas, de la prestidigitación; un fracaso aparatoso como un trapecista que se cae. Pero los malos no han sido los dormidos, ni los fachas, ni los ácratas, ni los blasinfantianos, ni los cojos que decía Zarrías. Los malos han sido unos políticos que decidieron sustituir la política por encajes, las ganas por tamboradas, el gobernar por hacer miel. Un pueblo que se levanta temprano para escuchar coplillas o para soplar a los Cristos ha dado sin embargo la espalda a unos políticos que se fundan en profecías y abluciones, que nos distraen con sonajeros, que nos reparten arena como oro. Los promotores de este Estatuto han fracasado y hacer un hatillo con sus síes como con los pocos pétalos que les arrojaron de los balcones sólo les hace parecer más indigentes y más ciegos. En la web de Canal Sur leo también este titular desconcertante: “Chaves, dispuesto a asumir la decisión que adopten los ciudadanos en las urnas”. ¿Acaso no es eso la democracia? ¿Por qué esta perogrullada se convierte para él en una concesión? Lo que está diciendo Chaves es que contará sus migas y comerá de ellas. Pero la democracia, esta vez, ha pesado más con su aire y con su silencio, que era lo que había el domingo en las urnas llenas de niebla. Que no los busque su policía política, pues no tienen dueños la abstención y la rabia. Lo que sí tienen son culpables. |