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Los días
persiguiéndose |
1 de marzo de 2007 Celebración El día de Andalucía, el mar me ha traído niebla y, desde las escolleras donde naufragó la política, me devuelve astillas, monedas y anclas como cinturas de sirenas. La playa es un museo que se pisa y la mañana es una jarra rota. Hay celebraciones que avisan antes que nada con la destrucción del día, lo he visto en el Carnaval que dejaba guiñoles reventados y cabezas de porcelana por las calles, lo he visto este 28-F en que el horizonte amaneció como un paraguas deshilachado. Una gloria gris, una paz de las estatuas, un cementerio de pájaros que cuelga de los árboles me anuncian como un buhonero el cumpleaños de esta santa tierra que hoy, cuando empiezo a escribir, parece ceniza en agua, un humo que dio para encalar el mundo. Los días, como la realidad, no suelen atender a nuestros deseos. Habrá que celebrar todo esto con trompetas desenterradas como herraduras, habrá que sacar el sol de las banderas cuando todavía no veo el sol o éste se derritió tras la piedra del cielo. Celebrar esto, contra la naturaleza como contra la verdad, acaso sea un empeño que les queda sólo a los políticos, que viven en otro calendario en el que no importa que el mar venga frío o con una copa de veneno, que la luz traiga un niño muerto en brazos de la mañana. Celebremos que ha pasado otro año, que las esperanzas no dejaron de parecer esperanzas, que los pobres se conformaron de nuevo con ser pobres, que pasó el siguiente barbecho por Andalucía, que las eternidades nos rozan como siempre la espalda, que nada empezado terminó, que las palabras llenan los cántaros, que algo nos mojó los pies y se fue, que dimos otra vuelta en la cama, que aún estamos queriendo ser, que se nos escapan los pájaros, que nos ahoga Dios, que nos roban por la ventana, que nos engañan las postales, que nos espera una novia, que los relojes se hacen viejos como perros, que los cuadros se caen de las paredes, que quema esta bebida, que se pudren los sacos, que una noche vimos un fantasma, que nos comemos la mano, que no se secan los ojos, que no se acaba el rosario, que no se acerca la cima, que sobreviven las tripas, que un ogro nos vigila, que los dientes escarban, que los trenes llegan tarde como balas equivocadas, que están rotas las campanas, que un jinete no nos salva. Celebremos este día, en el que Andalucía flota entre sus juncos como una muchacha muerta en una canoa. Verdes fúnebres han hecho de este día de los políticos el fracaso de un quirófano. Todo huele ya a crisantemo de otro entierro. Ganamos la autonomía para unos pajarracos. Celebran, claro que celebran, el día en que se casaron entre ellos, cuando Andalucía era blanca y pura y soñaba con sus príncipes. Qué ingenuidad aquélla, la de todos los comienzos, la de todas las carrozas. Aquel 28-F, un Novecento con los bieldos hacia arriba, aquella Andalucía como una casa terminada entre todos. Pero tras los dueños antiguos llegaron los dueños nuevos con zahones de la falsa gloria del pueblo. Celebremos este día, la fecha en que comenzó nuestro desvirgamiento, nuestro resabiamiento, nuestra decepción. Ya se ha ido la niebla, he visto el sol como trayendo en su bandeja su cabeza con melena y con corona. Ya hace un día de celebración y de cornetas. Las banderas me parecen otras cabezas cortadas frente al viento. |