El Mundo Andalucía

Los días persiguiéndose
Luis Miguel Fuentes

22 de marzo de 2007

Tarea pendiente

LOS DÍAS PERSIGUIÉNDOSE • LUIS MIGUEL FUENTES

España no tiene ríos ni monedas para todas las regiones, nacionalidades, atalayas, pescadores, huchas y sombreritos típicos que se le acercan. Solbes, ese hombre que es como un castor de sus números, dijo aquello del sudoku autonómico, y en él, que parece incapaz para el humor igual que una suegra de los ministerios, eso no era un chiste sino la constatación de su sincero dolor de cabeza. Cada cual quiere su cesta pesada con el PIB, con la población o con el hierro que más tengan sus provincias, y así puede que hagan falta varias Españas para contentar a todos, o que algún rincón se tenga que quedar seco, que es de lo que tiene cara Ibarra, de quedarse seco y comerse sus quesos sin vino y su tierra sin lluvia. El Constitucional ya ha avisado de que las bilateralidades de la pela, jugadas a envites entre comunidades y Estado (¿pero las comunidades no son también Estado?) no son de recibo, y esto tiene pinta de echar abajo el bonito baile folclórico que es el país últimamente, algo así como una sucesión de arremangamientos de sus joteros, carlistones y castellets. Si cae el Estatut, cae el Gobierno, decían las Parcas. ¿Y si cae también el Estatuto andaluz? Bueno, entonces quizá será sólo como si se hubiera caído el sobrinito. El caso es que Ibarra ya ha solicitado parecer a su Consejo Consultivo para recurrir este Estatuto nuestro de bellezas morunas, sea por el agua poética del Guadalquivir, por los sopeos de la olla común o por otras afrentas linderas. Todos estos cabreos labriegos vienen de haber empezado las reformas al revés, de pretender que sean los estatutos los que vayan agujereando la Constitución como ratoncitos, en vez de asumir la valentía de cambiar la Carta Magna y hacer una segunda descentralización o montar definitivamente el federalismo o el collage que tengan pensado para apaciguar a los nacionalismos periféricos, pero sin tener que estar caminando entre escombros y chatarrerías, que es lo que tenemos ahora aquí, algo como un gran taller de bicicletas pinchadas que traen a montones de las esquinas del mapa.

España no tiene monedas ni ríos para el hambre de todos, y ni siquiera tiene banderas suficientes para que en los domingos de la nación salgan a la calle sus colores completos. Hasta hemos visto al PP pidiendo “fuero y libertad” en Navarra, como contra viejos reyes castellanos. Se habla mucho de la igualdad entre las regiones y esto es lo que más aúpa al PP a los caballos de su españolismo, pero ya ven, el fuero navarro o el cupo vasco ya son balanzas de desigualdad santificadas en la Constitución. Entre tanta contradicción, uno lo que tiene que decir es que aquí llevamos siglos de chapuza, que nuestros escudos parecen todos parches, que nadie ha sabido interpretar ni dibujar aún esa cosa que sea España y que esa tarea histórica pendiente malamente se está afrontando con este advenimiento de estatutos bronquistas, remendones, acucharados, teodolíticos y sentimentales. El Constitucional todavía dará algún sopapo más, estoy seguro, con lo que la berza nacional volverá a hervir otro rato y esta palangana de muchos pies que estamos haciendo del país seguirá salpicando. Un modelo claro y equilibrado de Estado, ¿alguien aquí tiene eso? Pero el PP lo que tiene es un alcázar y el PSOE un zoológico. Así, esa tarea de España no vamos a terminarla nunca. En cambio, tendremos todavía para muchas peleas de majos y para muchos chichones reverendos que dejen los palos de las banderas.


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