ZOOM · Luis Miguel Fuentes


Confrontación

 

El PSOE-A viene haciendo una campaña muy alumbrada para poner “en valor” su gestión, campaña que está consistiendo principalmente en una artillería menuda de confeti y en un guiñol que les hace María del Mar Moreno a los parados, poniendo vocecitas y sacando mucho al tío de la cachiporra, que es Aznar. Ahí, en la necesidad de estas teatralidades y guirnaldas, es donde vemos que no hay gestión sino propaganda, pues la buena gestión se vende sola. No harían falta estas veladas para paisanos si colgaran longanizas de las farolas, si las billeteras andaluzas anduvieran reventonas, si las oficinas del Inem las viéramos reconvertirse en pizzerías por falta de público. Sólo para vender lo malo, lo mentiroso y lo torcido hace falta recurrir al artificio de la mercadotecnia y los dibujitos, a la política como un detergente. Lo bueno enseguida se nota en la calle, en la salita y en la cuenta corriente. Pero esta campaña no es más que proselitismo de ese credo machacón del PSOE, hecho de muchos diablos y llagas, y que remite siempre a una aparición de Chaves entre los pinos como un mártir despeinado. El PSOE-A nos pide fe y castidad a los andaluces, pero ya se les ve la fullería y el cartonaje, entre tanto logotipo. Mucho que hablar, poco que decir, salvo la mitología vieja de la confabulación del norte y la derechona, que mantiene a Andalucía en el culo de Europa por esa maldad sin origen que tienen todos enemigos legendarios.

El PSOE andaluz vive arrellanado en el agravio eterno y en la ofensa forastera. Mandan plagas desde Madrid, nos hacen vudú los ministros con un muñecote de Tío Pepe, nos aplastan los pisotones mesetarios de un ogro feo que nos quita el dinero y se come la vaca mientras dormimos. Hay un medievalismo del PSOE-A que ve al Demonio debajo de cada capucha y es en ese auto de fe y en esa hoguera purificadora donde se queda su política, que no es más que hacer crucifijos con los dedos. Pero la contradicción es tan evidente que insulta. Cuando la culpa no es de Madrid, es de Europa o de un ayuntamiento. Entonces, ¿qué hace la Junta? ¿Cuál es su cometido? ¿Dónde están sus competencias? ¿Y qué hizo el PSOE-A en los años en que gobernaba González luciendo el clavel en la solapa y la arrogancia levemente argentina de sus mayorías?

La estrategia de confrontación no es invento de insidiosos, sino que quedó muy diseñada y rubricada en papeles durante los cónclaves del PSOE. Lo importante era salvar la despensa de votos del PSOE en Andalucía y mantener el boscaje de clientelismos y panificados, esa ciencia del cafelito y el pelotazo que ha engordado a tantos tan velozmente. Para eso, nada mejor que echarle culpas a un enemigo ferocísimo. Y como la máquina lenta y ociosa que es el PSOE‑A sólo se dedicaba a urdir malmetimientos y enemistades, la gestión se quedaba en poner una fuente en el pueblo y una exposición a Blas Infante. Mientras Andalucía se hundía en las estadísticas, mientras el paro continuaba su metástasis y se pudría todo el pan de los pobres, el PSOE-A adocenaba años, despachos y burócratas. Así hasta ahora, cuando el Parlamento sólo sirve para maldecir a las tabaqueras y filosofar sobre los cubatas.

Infraestructuras caedizas, paro endémico, cultura de la subvención y del estraperlo, parálisis económica, industrialización africana. Siguen las mismas cojeras de Andalucía porque el PSOE-A se gasta todo en pegatinas y en enfocarnos a aquel dobermann rabioso. Queda pendiente la financiación autonómica, donde Chaves ya metió la pata y nos hizo perder espuertas de miles de millones. Ahora quiere que nos los devuelvan, cuando debería pagarlos él. El PSOE-A nos continúa tomando el pelo con el cuento de la confrontación y saca a sus mecanógrafas a distraernos poniendo morritos como azafatas de JB. Aquí, quien tiene mucho que callar y nada que decir es esta Junta fondona y acostada que quiere, otra vez, conformarnos con globitos y marearnos con verbenas.

 

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