Luis Miguel Fuentes

DEBATE SOBRE EL ESTADO DE LA COMUNIDAD

Literatura de la nada

 

En el Hospital de las Cinco Llagas, esa iglesia despojada de dioses, Chaves hizo la metafísica que se le esperaba. La metafísica vive en lo aéreo y gusta de palabras muy transparentes y bellas en su lejanía y en su velocidad. El discurso de Chaves fue eso, un redondel abstracto de rapideces, futuros, impulsos, potencialidades y dinámicas, una aeronáutica de lo invisible y un planetario de horizontes luminosos que no terminan de llegar. Chaves sacó pocos números y además justos y cojos, y se refugió en una hagiografía llena de referencias al terruño, a los espíritus soleados del pueblo y a una Andalucía embellecida de sublimidades, tópicos y desperezos.

Asustaban los grandes dolores de esta tierra y Chaves nos distrajo cantando su satisfacción por unas leyes pequeñas y unos planes con nombre larguísimo, planes adocenados en el mismo cesto de posibilidades de siempre. Chaves y sus gobiernos llevan demasiado tiempo haciendo planes que no planean nada y sólo acumulan mayúsculas picudas que mueren en una comisión, que se quedan en “sentar las bases” y en un dossier que tira luego la secretaria con el papel del bocadillo. Fueron las menudencias y la confrontación su artillería más utilizada, más algún golpe de efecto remoto y caliginoso, como la referencia a una posible reforma del Estatuto de Autonomía, que su grupo aplaudió como se aplaude al patrón del pueblo, con devoción, sincronía y costumbre.

A Chaves se le llenaba la boca de supuestas modernidades, cableados, vértigos que no existen más que como una esperanza que muere de vieja, todo sobre el caballo celeste de Internet y de una tecnología que nos librará de la miseria y el pecado como un bautismo de electrones. Su discurso sobre el estado de la Comunidad fue arqueología inversa, hablando no tanto de lo que “es” sino de lo que “será”, un eterno mañana que vendrá con la Providencia y los siglos, ánfora por desenterrar, limbo de futuribles que ya no cuela tras veinte años. Discurso vago, esdrújulo y creyente, entoldado de angelotes, volutas y un humo alto y redondo. Literatura de la nada, sin asunto, que es la literatura pura, dicen.

Teófila Martínez salió a contestarle dura, tremolante, con mucha contundencia de datos y braceos. Nada tuvo Teófila de luminaria azotada por el levantazo, como decía yo ayer. Teófila atacó con una batería rigurosa de porqués, arañando con todas las miserias estadísticas de Andalucía, con la convergencia que se va, con el utillaje afilado de nuestras vergüenzas de números y desigualdades. Mordió en el escándalo de las Cajas, en el chanchullo de Prensa Sur, en las lentitudes de Chaves con sus leyes que llegan todas tarde y por deshollinar, y en la ponzoña de años y roña en la que duermen la Junta y sus mantenidos. Y fue en la réplica cuando se desfondó Chaves y se le abrió el pecho de víboras.

Mojigangas y desprecios de campeón que se cree sempiterno, chulerías de liderazgos y pantalones bien puestos, vuelta a todos los abuelos de la derechona (pero la derechona ahora son ellos, que controlan el poder económico en Andalucía), salidas de tono sobre la legitimación democrática de su gobierno (¿quién iba allí a hablar de legitimidades democráticas?), y los recursos más facilones sobre acosos, desgastes, zancadillas y reboticas. A las grandes agonías de Andalucía, Chaves contestaba con reuniones de odontólogos. Fracasó en su argumentación y eso le iba azulando el rostro y torciéndole la corbata. Teófila hasta llegó a utilizar contra Chaves frases del mismo Zapatero. Significativo. Pero es que nada tiene que ver el talante de Chaves con el de Zapatero, que por eso se cuida mucho de meter baza en el cortijo andaluz.

La literatura de la nada de Chaves, hecha además sin estilo, con mucho palabro hueco y como logsiano, fue la misma de siempre. Mejor Teófila, que ayer pareció más líder que nunca. Chaves falló al intentar taparse las desnudeces. Ya no se comprende que siga apareciendo tan ciego o tan torpe. Sus retruécanos rebotaban limpiamente en los techos y aburrían después, de tan cascados y huidizos. Su literatura es mala y lo peor es que hay quien hace todavía como que no se da cuenta.

 

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