ZOOM · Luis Miguel Fuentes


Globalización

 

Chaves se ha comprometido con los ‘antiglobalización’, no se sabe si para hacer la cumbre de Sevilla más animada y equitativa, para que la gordura del poder tenga su contrapeso flaco y numeroso en la calle, o para ejercer la demagogia. Los ideales izquierdosos, solidarios o desmelenados del PSOE hace tiempo que no nos los creemos por aquí, así que esa esponsorización de la cosa antisistema la ve uno más como una oportunidad para mostrarse enemigo y molesto. Ignoramos qué le hace al PSOE ponerse a subvencionar la protesta contra los ricos del mundo cuando ellos son los ricos de Andalucía, tan concéntricamente rodeados de banqueros e intereses. Que lo haga Izquierda Unida, esos etíopes de la política, se entiende. Pero los socialistas andaluces, que son el capitalismo administrativo y la burocracia sobrealimentada, quedan hipocritones e impúdicos pagando las pancartas del Che. Desmarquemos pues a Chaves del movimiento antiglobalización.

Hay quien quiere ver en este movimiento sólo un carromato de greñudos destrozones que vienen a hacer barbacoas con los cristales de los escaparates. Pero esta caterva que llega con la táctica de llenarse los bolsillos de piedras y se mezcla con pacíficos profesores de lengua y flautistas callejeros no puede servir para convertir en bandolerismo toda un tendencia social que nace de un indiscutible oleaje de ideología, descontento y razón. Bueno, lo hace Jiménez Losantos, pero es para llenar columnas enumerando barbudos, que así es más sencillo. Decir que los antiglobalización sólo tienen por objetivo las farolas es un recurso facilón que evita profundizar en el problema y reduce todo a un zumbido de miserables y zarrapastrosos que se fulminan enseguida con un par de desprecios elegantes.

El primer error de la globalización, o de su contrario, es el nombre. Con la mala semántica y la mala sintaxis se han llegado a construir bellísimas teologías de la nada y se pueden perpetrar crímenes sutiles que empiezan en el título. Sería muy deseable globalizar la riqueza, el conocimiento, la libertad. Lo que ocurre más bien es que lo que llaman ‘globalización’ viene a ser un desparramamiento de multinacionales que no acaba en nada de lo que decíamos antes, sino en una orgía de caimanes y caribeñas en tanga en plan BBV. Hacer del mundo un gran cajón indiviso para las empresas no trae prosperidad más que para ellas mismas. Nike fabrica zapatillas bajo el sol oriental o Coca Cola vende en la selva africana, pero eso nada ha aminorado la distancia entre países pobres y ricos. Al contrario, es cada vez mayor. La ‘globalización’ sigue llevando al capital muy fluidamente por los mismos recintos de siempre, ensanchados. Las empresas ponen su dinero entre palafitos por el mundo pobre, pero éste no se queda allí para calzar a la gente, sino que enseguida les vuelve pulcro, recrecido y enmadrado a Atlanta o a Londres.

Se equivocan los que nos dicen que dejar el dinero suelto y hambriento por todos los meridianos equivale a crear riqueza, porque para eso tiene que haber antes un asiento social, político y cultural que no existe. En el refugio de Occidente hemos llegado a un capitalismo con más o menos bienestar tras pasar por la Ilustración, la Revolución Industrial, las revoluciones burguesas y otras guerras de pensamiento, gente y siglos, que el resto no ha conocido. Para hacer de todo el planeta otra Europa u otra Norteamérica, antes que el dinero, o a la vez, habría que globalizar la justicia, la democracia y los derechos humanos. Cuando se terminen los reyezuelos y los regímenes corruptos desde el primer cartero, cuando una fábrica en el tercer mundo deje algo más que un comisionado enriquecido por los sobornos, entonces podremos hablar de repartir prosperidad. Esto es lo que quieren recordarnos los de la antiglobalización, que cree uno que tienen bastantes más razones que piedras. Los apoye Chaves o no.

 

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