ZOOM · Luis Miguel Fuentes


La corbata

 

A los jueces de lo penal de Málaga les gusta la corbata, que es la reminiscencia elegante de la horca. La judicatura es una cosa muy seria y recta, y la rectitud debe empezar en la nuez. Estos magistrados de Málaga han colgado avisos y han suspendido juicios exigiendo corbatas a los letrados, que es que alguno aparecía en camisa como si llegara de Honolulu. Nada, los abogados, de acuerdo con la dignidad de su sacerdocio, deben ir a juicio con corbata y, aún más, con braguero, tiesos de cuello y huevos, severos desde el gaznate, como el fiscal de Morena clara. La Justicia es mayormente sus visillos y plisados, sus puñetas y pelucones, y hay que ir vestido de ganchillo como un sofá pues sin este rococó la ciudadanía puede sentir que ir a un juzgado es como ir al mercado y que el Estado de Derecho es una obra. Tiene que haber distancia y protocolo, que se note el estamento como una tarima, las venias y turnos, las divinas palabras en ese latín rezado de los legalismos, el abogado con corbata y el preso con rayas y bola de hierro. Sin liturgia no hay Misterio, sin chambelán no hay monarquías, y sin corbata el pueblo no puede creer en la Justicia y cualquier día va a saltar alguien diciendo que es un cachondeo.

Esto de poner la dignidad de la Ley en una corbata o en el tiro de un pantalón nos puede llevar a una judicatura graciosa de modistillos y estilistas que se hacen las uñas antes de entrar al juicio y se miran la marca de la toga en las deliberaciones. Que un señor juez o una señora jueza se distraigan de sus códices y de impartir castigos o absoluciones por un cuello desabrigado, nos hace pensar que no les importa la Justicia, sino lo primoroso de su costura, sus minués y sus acatamientos. Un letrado desabrochado como un legionario de la abogacía les parece un insulto a la Justicia, cuando el insulto es precisamente parar el juicio, añadirle a la natural lentitud de la cosa otra innecesaria lentitud de pespunte. Pero el juez es como un ama de casa, capaz de dejar una urgencia en el aire por arreglar unas cortinas, que queda feo si viene la vecina.

Lo peor que le puede ocurrir a un juez es creerse él la Justicia, confundir el respeto al Tercer Poder con el respeto a las ideas estéticas de la suegra. Llega un momento peligroso en que el juez piensa que la Justicia está ahí como mero pretexto para su estatus, e igual que el sargento de guardia manifiesta toda la grandeza de lo militar midiéndole el pelo al recluta con un bolígrafo, el juez dilata un juicio para que le pongan una corbata a un señor, que hay que ver qué descoco y qué poca vergüenza. Es en estas cosas donde se siente de verdad poderoso, oxoniense y principesco.

Pero a uno le parece que el insulto a la Justicia, más que en no ponerse corbata, está en ese fiscal bronco y camionero del caso Nevenka, en esas sentencias insólitas llenas de caspa y Deuteronomio que salen a veces, en las servidumbres políticas que se les adivinan bajo el vuelo de los faldones a los jueces, en los narcos que dejan ir a por tabaco y no vuelven. Pero la Junta Sectorial de Jueces de lo Penal de Málaga prefiere ponerse en plan Pasarela Cibeles Reformada y hacer de los tribunales un desfile de modelitos muy recatados. Cuando la Justicia no tiene otros problemas más importantes, eso se ve, se pone a deliberar sobre trapitos. Así, a los narcos, que van enseñando los pelos del pecho, los expulsan de la sala enseguida, horrorizados. Y a los exquisitos mangantes de despacho, con calzoncillos de seda y traje de Armani, les cogen simpatía y sólo les echan un rapapolvo cariñoso. Cuando aquel fiscal se refería a las cajeras de El Corte Inglés, seguramente se estaba refiriendo sólo a las de la sección de corbatas. Él, que sí era un letrado respetuoso y bien vestido, la frecuentaba mucho y por eso conocía el tema.

 

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